¿Consuelo de tontos?

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Suelo ir a tomar café a un local cercano al cine dónde trabajo. Apenas unos veinte metros me separan de la portería dónde un compañero (o yo mismo) simplemente romperemos entradas.

El café es como el aperitivo antes del trabajo. Cuando miro lo oscuro que es el “solo” que pido no puedo evitar pensar que se parece a mis pensamientos de esos instantes. Toda una jornada de trabajo aburrido por delante. Y eso con suerte. La otra opción es una jornada estresante. Como los fines de semana y festivos. Esos días ves al encargado del local (una franquicia alemana que se dedica a la venta de salchichas y cervezas) bastante agobiado. Yo me siento junto a la barra y lo veo cambiado o en pleno proceso de mutación.

Es un señor de unos cincuenta y tantos que siempre que me ve me dice “¿qué tal, joven?”. Al menos cuando está de humor. Luego me sirve lo mismo sin que se lo pida. Me tienen muy calado en ese lugar. Siempre pido lo mismo. En invierno café solo y bien cargado. En verano café con hielo. Por la tarde-noche y en el descanso, cortado descafeinado. El café es como los signos de puntuación que dividen mi jornada, una especie de ritual secreto que improvisé en algún momento para ordenar el escaso placer de los días de trabajo. Y es que esos minutos de café son para mí como los minutos de cigarrillo para los “fumetas”. Me aferro a ellos casi con desesperación.

El encargado, como decía, tiene dos personalidades. Es el doctor Jekill entre semana y se transforma en Hide los días festivos. Odia a la gente. Ha recorrido muchas ciudades haciendo que los locales de la franquicia saliesen adelante para luego ir a otro lugar y comenzar de nuevo y así siempre. En este local lleva más de un año. No parece ir muy bien. Ya debe aburrirle bastante. Seis días de trabajo semanales. Un día de esos le cubre la fiesta a la otra persona por lo que trabaja esa jornada doce horas o más… Prácticamente vive en el centro comercial. Ya no debe ver personas. Sólo mandíbulas y dientes que devoran la basura que guarda en sus congeladores. Sólo bocas que le piden y le piden y le ponen pegas por todo.

Suelo escucharle gritar al individuo secreto de la cocina. A este apenas le veo por la ventana del local. Sólo conozco sus brazos peludos y sus utensilios. A veces le veo entregar un plato. Otras le veo cortando zanahorias o carne o preparando un bocadillo de salchichas. A veces oigo su triste y acobardada voz. No es para menos. El encargado suele gritarle mucho. Siempre airado. Siempre creativo pero negativo. Más bien humillante. Sus comentarios: “¡Venga ese plato que eres más malo que la guerra!” “¡Venga cojones que eres más inútil que los platos que sirves!” “¿Esta mierda esta presentable? ¿Te parece que esto se puede enseñar a un cliente?” “¡Venga que eres más lento que el caballo del malo!”.

Siempre venga. Parece la letra de una canción del verano. Veeeeeeenga.

A veces, cuando hablamos me suele decir de los clientes cosas como que mejor sería que se quedaran en casa en vez de ir allí a darle por el culo a él. O descubro que compartimos el mismo odio por los niños (ahora les tiene que dar una promoción especial navideña y está de los nervios). A veces dice que ha venido poca gente pero los pocos que han venido le tocan a él los huevos. A veces… Ni siquiera habla. Cuando está cabreado es mejor dejarle el euro en la barra y despedirse. Si está de buen humor me expresa un bonito deseo “no te canses”. Si está enfadado sólo me dedica un gruñido o un gesto que se asemeja a una despedida y luego sigue gruñendo encorbatado, agobiado, sudoroso, cojo, amargado, azul como los pitufos(y él es el pitufo gruñón por supuesto).

Yo regreso a mi puesto de trabajo a recuperar sonrisas. Alguien estará contento por allí.

¿Por qué regreso a por mi café amargo y los rostros agrios de la franquicia alemana?

No sé… Supongo que cuando salgo de allí mis encargados me parecen encantadores. Incluso mi trabajo. Supongo que a veces me gusta consolarme como si fuera tonto.

Comentarios

Ozymandias ha dicho que…
Cuando te pones te pones.Tanto leer Spiderman te tenía que servir de algo.

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