Mein Kampf (I de III)

“- ¿Cuál es la primera ley de la termodinámica?- dijo Tom-. No se puede transferir calor de algo frío a algo caliente. Jamás he recibido muestras de calidez de mis vecinos, así que supongo que es cierto”

Jeannette Winterson “Newton”

Dramatis personae

Yo

Él

Mi mujer

Su mujer

El más gordo de sus hijos

Policías

Juezas

Primer acto: Se presentan los personajes y la situación. ¡Hola, buenas!

La guerra va a cumplir años. Cuatro en Septiembre. La “guerra” entonces es como una criatura recientemente escolarizada: le queda mucha vida por delante y además es imbécil. Casi cuatro son los años que estoy enfrentado a mi mayor enemigo. Y es mayor porque ya tiene una edad. También porque es el único enemigo que tengo así que también es el menor.

Jubilado hace unos pocos años de la SEAT. Cabello cano. Mandíbula simiesca. Gafas de pasta y grandes, que se vea que no se adapta a los buenos tiempos ni entiende una puta mierda de lo que ocurre más allá de sus cuatro paredes. Barriga gruesa que intenta enfajar con el cinturón apretado por encima del ombligo(otra característica de los hombres de edad es que parecen acortar el tronco y suben la cintura del pantalón hasta un palmo del cuello). Calcetines y tobillos muy a la vista. Aspecto general de chiste. Otra cosa son sus actos. Esos más bien los acercan a la tragedia(para mí) o como apuntaba más arriba, al cine bélico.

Durante ese tiempo hemos vivido una guerra fría. Yo le pedía que dejase de hacer ruido y él seguía haciendo el mismo ruido o más. ¿Cómo va a dejarlo? Vive de ese ruido. Es el que causa su trabajo. ¿Qué trabajo? No lo sé. Lo deduzco. Trae y lleva hierros que le he visto introducir en el maletero de su coche. Husmea entre contenedores(según ha visto mi mujer) y saca hierros de allí. Oigo rugidos de máquinas que se arrastran, golpes de varillas de metal y piezas que caen al suelo, de ruidos sistemáticos y con tiempos predecibles que demuestran una labor mecánica y no aleatoria sobre mi cabeza y sobre el comedor dónde deseo ver películas o tomarme un te o cascármela un rato. ¿Su respuesta a todo esto? Que él no trabaja y que todo es producto ilusorio de mi locura. Pero hay testigos que han oído lo mismo que yo además de mi mujer. Hay vecinos que saben y han cotilleado que trabaja. Le he oído hablar de trabajo desde el rellano de abajo con un tipo que debía suministrarle materiales o faenas. Le he visto con cajas de una compañía de telefonía en cantidades industriales. Tras todas esas evidencias entiendo que no sólo no estoy loco sino que además él puede estar mintiendo.

Una vez vino su hijo a pedirme que no les molestase más con mis gritos de “basta ya” y todo eso y discutimos y peleamos y siguieron con la misma historia pero eso sí, durante un tiempo, un poco más leve. También le envié a la guardia urbana y conseguí otra prorroga. Porque la coreografía de nuestra batalla es así. Un aviso por mi parte(policía, discusión o lo que sea) produce unas semanas de relativa tranquilidad y su cese de hostilidades acústicas(más que cese, bajada prudencial de unos decibelios, movimientos más suaves y pausados por su parte). Después, regreso a la fiesta de sonidos progresivos y enervantes. El jubilado se gana un sobresueldo de obrero activo haciendo industria desde el salón de casa. Es terco. No lo va a dejar. Por más que le digo que es ilegal. O se lo dije. Actualmente no hay diálogo entre nosotros. La guerra es más fría que nunca. Y eso que nunca ha sido demasiado caliente salvo cuando me cayó el bomba atómica y gorda de su hijo.

Estas pasadas navidades, en un momento especialmente desagradable de su historial sonoro(un ruido como de grapadora que hacia retumbar mi techo cada treinta y siete segundos exactos) le abordé por la calle. Le avisé muy indignado que le denunciaría. Que no pensaba soportar más esa situación. Él se indigno más. Primero dijo que yo me había obsesionado. Luego dijo que le había puesto unas gomas a sus artilugios para que no hicieran tanto ruido(se contradijo claramente porque con eso admitía trabajar). No hubo acuerdo.

La edad hace eso con el cerebro de algunos hombres. Parece que las neuronas se encallan, quedan como varadas o a la deriva y sin horizonte. Si esos hombres han tenido un trabajo mecánico toda su vida no les ayuda mucho. Si esos hombres han tenido ese trabajo mecánico es porque tal vez nunca han tenido inteligencia para desarrollar algo más. Si en la jubilación, lejos de crecer como persona siguen asesinando la versatilidad con el mismo trabajo rutinario… ¿Qué ocurre con su cerebro? La televisión, según se demostró en un estudio no hace mucho tiempo, produce cierto grado de estulticia si se observa demasiadas horas al día. Este hombre vive entre dicho artefacto, la mecánica de sus “gadgets”, los gritos de su mujer, el vago de su hijo que sólo se levantó una vez de la cama para discutir y pelear conmigo y luego regresó para no levantarse más(cada mañana oigo gritar al padre con el inevitable “Javier, levántate y busca un trabajo”). Este hombre, el padre, no debe haber tenido una escolarización adecuada. En realidad no debe haber estado escolarizado nunca. O de poco le sirvió.

Sé que no podía esperar mucho de él. Sabía que la vía diplomática sería inocua y la vía beligerante no solucionaría nada. Entonces… ¿Por qué me sorprendió la citación judicial en la que se me acusaba de haberle amenazado?

Continuará…

Comentarios

Ozymandias ha dicho que…
Estas son nuestras miserias cotidianas. Todos tenemos un vecino hijoputa en un grado u otro. El mío tiene mi edad y pone la mismita música que me gusta a mi solo que con un nivel de decibelios astronómico...también llamé a la policía y despues opté por apuntarle a tres compañías de ADSL a la vez. Lo que me reí cuando vi los sobres en su buzón. Lo que digo, miserias de la vida.
P.D.: Genial tu amigo Rodrigo, el camisetero portugués. Ya veo que este blog va subiendo de nivel y se hace internacional...
Sergio ha dicho que…
¿De donde ha salido ese tío? ¡Qué asco de Spam!

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