Mi móvil no para de moverse


A esta se le perdieron las bragas y el señor Francisco se las encontró



Cuando comprendí que había perdido el móvil pensé que era justicia poética así que no le di demasiada importancia. Ese móvil me lo había encontrado yo y no había hecho nada por devolverlo a su dueño. Razonable era que ahora no me lo devolvieran a mí. Ni siquiera hice un Rewind sobre mis pasos para llegar hasta el servicio de la Fnac dónde estuve consultando mensajes por última vez mientras dirigía la chorra hacia el lugar adecuado. No sé. Supongo que la “segurata” de los servicios me había puesto nervioso al decirme de mala manera “caballero, ese libro que lleva debe ser suyo porque aquí, en los servicios, no se permite entrar con libros del centro comercial”. Naturalmente que era mío. Pero su tono de voz más que el mensaje me debió poner nervioso e influir para apoyar el móvil sobre el receptáculo del papel higiénico y posteriormente dejarlo allí abandonado. Cuando ya estaba en plaza Cataluña(dónde me esperaba un amigo con el que había quedado para comer) supe que no tenía móvil. No le di demasiada importancia, ya lo he comentado. Hay gente que se desespera y hasta llora cuando sabe que con el móvil se le va una agenda de contactos irreemplazable. Yo ni eso. La mayoría de mis contactos son gente con la que suelo hablar en persona y a la que puedo pedirles de nuevo el número del móvil. Si hay gente a la que hace años que no llamo es posible que haga años que pueda prescindir de ella. Y afortunadamente tengo el correo e internet para avisar a los imprescindibles. En ocasiones incluso la dirección de su casa. También puedo pedirle prestada la agenda a Nérida(comparto contactos con mi amor). En fin, que estaba tan contento como unas castañuelas y me fui con mi amigo y con un tercero que se nos unió luego al japonés de siempre. Nada de regresar a la Fnac. Ya sabía yo que ese móvil conseguido mediante el pecado se me iba a ir mediante el castigo redentor. ¡Mierda de culpa judeocristiana! Es que ni diciendo que eres ateo engañas al subconsciente.

Me molestaba algo no estar atento a los posibles mensajes de alguna fémina que quisiera apoyar su cabeza en mi hombro o dejarme que yo le apoyase otra cosa(que por cierto, parecería redundancia o aliteración si la juntase con el verbo apoyar) en su feminidad más íntima. Pero no importaba. Ayer estaba de fiesta y me pareció un acto de liberación no llevar móvil encima. Recuerdo un libro dónde Houellebecq cuenta que en un parón en Francia de las actividades habituales(por un apagón o detención del transporte urbano o algo así) la gente se sintió como liberada. A veces, la civilización en la que vivimos y que tanto tememos perder no es precisamente nuestra fuente de alegría. Parecemos esclavos felices de algo que en realidad no está hecho para nuestro disfrute precisamente. Yo sin mi móvil era libre. Ya no tenía que responder ante nadie. “¿Por qué no me llamas?” podrían inquirir mis familiares, amigos y amantes. “Porque no tengo móvil, lo perdí” podría responderles con total sinceridad a todos ellos-as.

Ese estimulante regreso al siglo XX no impidió que me comprase uno que me gustó la misma tarde en la Fnac dónde había perdido el otro. El móvil abandonado era tímido y apenas se escuchaba cuando sonaba. Necesitaba cambiarlo(aunque también variase notoriamente mi cuenta corriente). Y lo hice.

Ya en casa y con mis compras en la mano mi amada decidió llamar al viejo móvil. Por ver qué pasaba y eso. Pero no hizo falta. Yo estaba consultando mi correo electrónico cuando el asunto de un mensaje enviado por cierto amigo con el que guionicé algunos cortos para internet todavía inéditos, decía así: “Sé dónde está tu móvil”.

Durante décimas de segundo creí en los poderes paranormales de mi amigo. Yo estoy hablando con mi compañera de un móvil extraviado y de pronto aparece un amigo en el correo hablándome de este móvil. Su mensaje, con el que estuve riéndome un buen rato, explica perfectamente el periplo que siguió el aparato desde que se quedó apoyado en el receptáculo del papel higiénico hasta ese momento, unas seis horas más tarde de los hechos. Lo reproduzco sin alterar nada para respetar su estilo:

Hola, H.. Te estarás preguntando cómo puedo saber que has perdido el móvil.
Esta tarde mientras estoy en el trabajo me suena el móvil y pienso: “no lo voy a coger”. Pero la insistencia y mis ganas de ver quien es me hacen mirar y veo que sale en la pantalla tu nombre. Al descolgar escucho una voz de misionero arrepentido. Al principio pensé que era una broma y que me vacilabas pero cuando me insistías tanto con “¿Usted ha perdido un móvil?” y yo te respondía “no, no ve que le estoy hablando desde uno”, y el tío vuelve a insistir “¿pero usted no sabrá de alguien que necesite un móvil?” en ese momento pensé en mi tío Mariano y en la población de Mongolia, supongo que algún mongol necesitara alguno, y con el mongol que estaba hablando por lo que me contaba, le sobraba uno. De repente se me encendió la bombilla de las pocas que no debo de tener fundidas y me imaginé que el móvil lo habías perdido tu. A partir de ese momento supe que el mongol eras tu.
Tu móvil lo tiene un portero que trabaja en La Ronda San Pedro 39 y se lo ha encontrado hoy en el centro, su horario es de 9 a 13 y por la tarde de 16 a 19, pásate si puedes. Mejor por la mañana. He quedado en que te pasarías. El portero se llama Francisco y creo que puede ser el comienzo de una hermosa amistad. Dúchate, cámbiate de muda y llévate un bote de vaselina. Es broma. Es buen tío. Le he dicho que tu te llamas H..

Un abrazo y nos mantenemos en contacto”

Ja,ja,ja. Brillante. Esta mañana mi Nérida ha ido hasta Barcelona para que yo no me molestase demasiado ni se me resintieran los huevos con tanto movimiento innecesario en mi día festivo. O puede que temiera que el conserje en cuestión quisiera algo más que intercambiar telefonía conmigo como pensaba mi amigo. El caso es que se trataba de un tío muy agradable que ya dice tener un largo currículum de cosas encontradas y devueltas(una cartera con dinero, otros móviles y cosas así) y que debió entrar justo después de mí en el servicio de la Fnac. Este ángel de los idiotas y despistados me recuerda que hace unos ocho años perdí otro móvil y otra persona trató de comunicarse con los contactos del aparato y me lo acabó devolviendo también. Mi teoría sobre el destino y todo eso no era cierta al fin y al cabo. Yo soy un cabrón que no devuelve ni los buenos días. Pero a mí me han devuelto los dos móviles que he perdido. El mundo es injusto.

¿O ya es suficiente castigo haber tenido que comprar un nuevo móvil que desde luego necesitaba? No lo sé. Tal vez sí he aprendido algo.

A partir de ahora devolveré lo que me encuentre. Y si no, no pasa nada. Os lo puede haber encontrado el señor Francisco, conserje y filántropo a tiempo completo de una finca en la ronda San Pedro.


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