¿No quiero o no puedo?

Una heroína en lo más alto de la parra


Paco, el operador de mi cine, suele contar mucho este cuento con moraleja. O al menos lo hace cuando la ocasión lo requiere. Es la de las zorras y las uvas. En dicha fábula de Esopo una zorra que se muere de hambre quiere zamparse unas uvas que cuelgan de una parra. Al final no lo consigue. Se va de allí murmurando para ella misma que si hubiera querido las hubiera tenido pero que estaban muy verdes y no le interesaban. Además de zorra, la bicha es hipócrita. La fábula asegura que las uvas estaban maduras.

En la realidad hay personas con la mentalidad de la zorra. Conozco alguno que después de no haber podido conseguir los ya maduros melones de cierta persona se dedica a renegar de ellos y asegurar que dicha persona le da asco. También otro tipo que asegura que las mujeres le parecen insoportables y que no se deja seducir por sus fáciles sonrisas ni porque se contoneen seductoras frente a él(pero el caso es que no lo hacen y si lo hicieran seguro que se tiraba de cabeza hacia ellas). No sé de qué sirve esta actitud. Supongo que es un modo en que el cerebro se autoengaña para no sufrir por lo que no se puede tener. Tal vez una forma retorcida del budismo dónde para no sufrir por culpa del deseo insatisfecho se intenta renunciar a dicho deseo. Y eso estaría bien. Siempre y cuando no se dañe a terceras personas que poco o nada tienen que ver con dicha insatisfacción. Se trata de no desear las uvas. Nunca de incendiarlas junto a la parra.

Todo esto es a propósito de lo siguiente. El italiano sobre el que ya escribí hace un tiempo sigue atendiéndome solícito en su cafetería. Cada día está más agobiado. Además de amor necesita un trabajo nuevo. No hay día que pase por su local y no me diga algo así como “no puedo más, estoy muerto de las piernas”. Pero siempre se puede más. Si pasa meses asegurando que no puede más debo entender que la primera vez que lo dijo mentía. Todavía podía funcionar todo este tiempo. Algún día tendrá razón. De momento sólo se queja.

Pero en su vida surgió una posible chispa de esperanza no hace mucho. Llamémosla Ms M..

Yo visito esa cafetería con una compañera de trabajo. Sin importarle la relación que a mí me pudiera unir con esta compañera intentó ligar con ella durante mucho tiempo. Moviéndose a su alrededor le proponía a diario salir a cenar, ir al cine, quedar para tomar algo… Ella tenía excusas varías. La última de ellas verdaderamente curiosa: tenía que bañar a su perra y eso le impediría confraternizar con él. Creo que es evidente que mi compañera no quería la compañía del siciliano Mario. Pero él lo siguió intentando hasta hace poco. Las técnicas de marketing se hicieron más agresivas. Y es que llevar en coche a casa a una persona que tarda casi dos horas en llegar mediante el transporte urbano es todo un caramelito. Pero no, ni por esas surgió el amor. Ni siquiera surgió cuando el azar quiso que se encontrasen en un día festivo cerca de la casa de mi compañera. Supongo que a ella le debió parecer poco serio un tipo que se la quería ligar y que en su tiempo libre pasea con su mujer y con su hijo (un niño anormalmente gordo a decir de mi colega). Supongo también que mi amiga busca relaciones más serias que esas en las que sólo eres el segundo plato que complementa al primero. Puede que ni eso, que sólo llegues a postre.

Y entonces fue cuando por cortesía le pregunté a Mario que qué tal le iba con mi compañera. Y él me dijo lo siguiente:

- No, bueno… Ma… no me interesa ya… Es que tiene perro… Estas chicas con perro les dan besos, duermen con sus animales… Yo… Bueno… me da asco este tipo de gente… Seguro que ha tocado el perro y sabe Dios qué microbios tendrá… No me interesa… Es que pienso en el perro y me dan arcadas.

Sí, claro, pensé yo. Las uvas están tan altas…

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Joer macho!... q a mí nunca me han interesado esos melones!... me dan asco!... ASCOO!
Sergio ha dicho que…
Me encanta cuando no digo nombres y de todas formas ya sabemos de quién hablo. La sensación de objetivo alcanzado es plena. Bueno, Eric, a seguir mirando los melones que sin estar a tanta altura como las uvas para usted es como si estuvieran a kilómetros.
Sergio ha dicho que…
Me encanta cuando no digo nombres y de todas formas ya sabemos de quién hablo. La sensación de objetivo alcanzado es plena. Bueno, Eric, a seguir mirando los melones que sin estar a tanta altura como las uvas para usted es como si estuvieran a kilómetros.
Anónimo ha dicho que…
Yo no compro un ferrari porque no me cabe en el aparcamiento. Comno decía un amigo mío. sigo opinando que tu blog es un geniañl descubrimiento.
Anónimo ha dicho que…
Creo que me queda este año por leerte y te habré conocido virtualmente hablando.
Me resulta curioso una cosa,
cuando empecé a leerte me parecías algo mayor de lo que tal vez seas en realidad, de unos cuarenta y tantos largos, luego con el tiempo rejuveneciste según te fui leyendo y luego te leí entradas antiguas y me perdí con tu edad casi empecé a pensar que eras muy joven, y a día de hoy no te ubico en ninguna edad bueno ni eres octogenario ni adolescente eso lo se, jajaja prefiero no saberla por que me resulta curioso y prefiero imaginármelo, así te puedo imaginar mientras te leo de aspectos distintos, igual en alguna entrada lo dices y a mi se me ha pasado, puede ser, pero mejor así.
Besos y feliz lo que queda de sábado.
Sergio ha dicho que…
Vaya, qué curiosas tus impresiones. En esta época en la que estas estoy rodeado de gente bastante más joven que yo y parece que se nota. Porque muy joven no soy precisamente. Pero tampoco octogenario. Es cierto que ni muy mayor ni joven. Digamos que algo mayor que tu pero no tanto. No sé si lo tengo que decir o no, me da igual. Acabo de entrar en una década difícil pero creo que me adelanté a esa crisis y la viví antes de llegar a tener la edad que provoca esas crisis. En esta época del cine creo que fuí para atrás y sin querer me adapté a todos esos compañeros de trabajo demasiado jóvenes. Tus impresiones van por buen camino. Besos

Entradas populares