Un dulce engaño



Está enamorada de mí


Luis estaba muy alterado. La ira le quemaba el rostro:

- ¿Será hija de puta? La brasileña que se fue le dijo a la de la limpieza que yo estaba enamorado de ella. ¡Que me brillaban los ojos cuando le hablaba! Pero si era más fea que su puta madre. Se quitaba las gafas y le quedaban esos ojos de topillo…

- Ja,ja-la verdad es que me hace bastante gracia- ¿Seguro que un poco no la amabas?

- ¡Y una mierda para ella! Y encima voy, se lo cuento a Patry-una compañera nuestra- y va y me dice que a ella también se lo había dicho. ¡Y me lo dice como si nada! ¿A cuanta gente le ha contado que yo estaba enamorado de ella la muy creída?

- Bueno, sólo a la gente que sabía que no hablaría contigo. Aunque se equivocó con la de la limpieza, claro.

- Sí, a esa le falta tiempo para contarlo todo.

Luis trabaja con nosotros en el cine. Es un compañero con el que solemos pasarlo bastante bien. Él y yo hemos hablado mucho de sexo con la brasileña que apenas estuvo un mes entre nosotros(después se fue sin apenas despedirse porque la llamaron de un trabajo supuestamente mejor). No sabíamos lo que pasaba por su mente mientras dialogábamos con ella. Sólo lo que le interesaba meterse en el coño. Supimos que su primera experiencia sexual fue con dos tipos(Luis y yo bromeamos sobre la posibilidad de que fuéramos tres si se nos unía otro compañero con el que trabajamos). E. nos contó que le gustaba mucho comer pollas pero la inquietaba que le comieran el coño(Luis fue comprensivo y le dijo que si la hicieran sentir relajada y dejase ese prejuicio a un lado, tal vez disfrutaría de algo muy bueno para ella). También supimos de sus labios que le gustaba que le dieran por el culo pero no a nivel metafórico sino en el literal.

Yo le sugerí varias veces a Luis que si no tenía pareja esta compañera parecía la adecuada para fiestas y ocasiones nocturnas u orgías varias. Él no estaba muy convencido. Justificaba su falta de interés diciendo que él ligaba con mujeres mejores, que a E. le olía el aliento y eso le tiraba mucho para atrás, que esperaba que subieran el nivel de las chicas que contrata la empresa(el nivel estético, se entiende). De ahí su ira cuando supo que la mera educación de nuestro compañero significaba algo más para E.. Confundió el buen rollo unánime y generoso de Luis con un enamoramiento hacia su persona. Y claro, en su mente romántica ella estaba enamorada de otro que no le hacía caso. Tal vez quería compensar un desaire con un acierto.

Hace poco leí “De nuevo, el amor” de la nobel Doris Lessing. En una de sus páginas cita el síndrome de Cleremont y asegura que este mal te convence de que una persona está enamorada de ti aunque no sea así. Los afectados viven mejor así, en su mundo.

En una novela de Mishima “La corrupción de un ángel” recuerdo una joven horrible que piensa que es demasiado guapa y que todo el mundo opina lo mismo de ella. Más autoengaño.

Montaigne asegura en sus ensayos que hay dolencias psicológicas, locuras, que más bien parecen bendiciones. Cuenta el caso de alguien que pide que le devuelvan la enfermedad mental porque con ella era más feliz. La naturaleza, en fin, parece que no se equivoca nunca. Ni siquiera cuando creemos que lo hace.

La brasileña vivía en su propio mundo inventado cuando nos aseguró que a Luis le brillaban los ojos cuando la miraba y estos lo hacían de amor. Pero yo sé, me consta, que él nunca me sugirió nada así. Sé perfectamente que las intenciones que movían a mi compañero tenían relación con otro órgano que el corazón aunque no menos sangriento. Y tampoco de un modo desesperado.

¿Pero por qué enfadarse con ella? Sólo es una mujer con carencias buscando su felicidad. Mucho mejor que el personaje de una película antigua de Jude Law dónde este busca desesperadamente a quién le quiera por sí mismo, de manera absoluta, pero siempre le aman por deseo sexual, por interés, por necesidad de comprensión, por aburrimiento… Yo, como ese individuo no creo que se enamoren de mí ni cuando me lo dicen al oído. Y aún cuando me convenza de que se han enamorado de mí no puedo evitar pensar en la fecha de caducidad de esa pasión. Aunque no me preocupa demasiado. Ya no. O no de momento. No importa por lo que te quieran si te quieren. Ni lo que dure ese amor. El amor como la vida. Lo importante es haber participado.

Y ya puestos me alegra saber que la brasileña vive en ese bonito aunque falso mundo de hadas dónde por cada hombre que la rechaza encuentra otro que la ama. Hay engaños deliciosos. Eso también lo decía Montaigne.

Estoy ensayando la manera de convencerme de que cada vez que entro a trabajar me viene un orgasmo. Cuando lo consiga lo sabréis.

Las manchas en el pantalón de un hombre no engañan tanto como sus ojos.

Comentarios

Adriana Bañares ha dicho que…
Pobre infeliz, pero lo que tú dices: no hace daño a nadie, bueno... a tu compañero mucha gracia, lo que se dice, no le hizo... pero bueno, cosas peores pasan.

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