Ona


Ona es como nuestro duende amoroso y ex-adicto


Nunca habíamos conocido una persona así trabajando. Te la podías imaginar en educación especial o en un sanatorio para retrasados mentales. Esos centros son caros pero aguantar personas así en tu vida diaria puede ser peor. Ona sin embargo hacía buena esa teoría de Paco, el operador: nuestra empresa es una ONG para los discapacitados mentales. Solo los más retrasados pueden trabajar. Y eso hace que cada día me cueste más estar allí. Mi autoestima está por los suelos cuando la horrible verdad me asalta. Ser algo en mitad de la nada no te hace ser mejor. No puedes crecer como persona en un trabajo dónde de vez en cuando se contratan vegetales. ¿Qué te puede enseñar una lechuga?

Ona es una trabajadora peculiar. La han renovado hace poco a pesar de que lleva tres meses sin aprender detalles como los horarios de apertura o cierre de las salas que cualquier empleado(desde la señora de la limpieza hasta los clientes más veteranos) aprenden en unos cinco minutos. Ella sigue preguntándose con el dedo índice sobre los labios y en actitud pensativa(cómo si no supiéramos que no hay actividad cerebral en su cabeza y que el encefalograma saldría plano) por la hora en la que debe cerrar una sala e inevitablemente equivocándose y cerrando la que no debe ni tocar.

Ona no es puntual. Llega tarde aunque no tanto como su cerebro. Cuando se lo hice notar en una tarde de mosqueo ella respondió de una manera muy metafísica, casi budista: “Eso es lo que tú piensas o lo que crees pero yo pienso que llego a mi hora. Claro que si tu quieres pensar que llego tarde es tu opinión, no la mía”. Por supuesto le dije que también era la opinión de mi reloj, mucho más objetivo que nosotros pero a eso no hizo ni caso.

Ona nos preguntó una vez si veíamos el vaso medio lleno o medio vacío. Que le habían hecho esa pregunta y quería saber nuestra opinión. Para ella la pregunta se formulaba con la siguiente intención: “Si te hacen esa pregunta es porque tienes que identificarte con el vaso. Tú eres el vaso y tienes que saber si estas lleno o estás vacío. Es por eso que te preguntan eso. Es mi manera de entender esa pregunta”. Desde luego. Su manera y su estilo. Inconfundible. Tal vez vea cosas que los demás no vemos. Es espiritual, ya lo he comentado más arriba.

Hace poco le preguntaron por una erupción que tenía en un lado del rostro. Ella dijo que podría deberse al cambio climático. Además de espiritual es un poco surrealista. A veces da la impresión de que se ha quedado dormida, esta soñando y nosotros estamos dentro de sus sueños. Nos habla de una manera muy onírica. Es como Freddy Krueger pero sin quemaduras de quinto grado.

Ona tiene novio. A mí me sorprendió mucho ese conocimiento. Me parece imposible que hubiera alguien como ella. Otra media naranja del mismo nivel es un peligro genético circulando por las calles. Te hace desear la eugenesia. Y lo peor es que ya tuvo un novio anterior. Y entonces te preguntas cómo lo ha conseguido. Una mujer sin un físico apetecible puede tener una personalidad interesante. En Ona no detecto ni lo uno ni lo otro. Mis sensores no encuentran razones para unir la vida con esta mujer más de cinco minutos y siempre con la mente puesta en salir corriendo de su lado. Y es que hablar con ella es entrar en un bucle casi infinito de preguntas y respuestas que me hacen desear charlar con mi sobrina de tres años sobre física cuántica. Mi sobrina lo entendería todo antes:

Ona: ¿Debo cerrar la sala tres? Creo que es la primera que debo cerrar.

Yo: No, es la última. El papelito dice que debes cerrar la uno.

Ona: De acuerdo. ¿Y cual cierro después?

Yo: La siete.

Ona: Vale, voy a cerrar entonces la tres.

Yo: No, primero la uno.

Ona: Pero la tres parece ser más importante.

Yo: Sí, dan una película fantástica allí pero si no cierras primero la uno los clientes saldrán por dónde no queremos que salgan. Primero la uno.

Ona: Ajá, la uno. Y después la cuatro porque tal vez sea mejor. Opino, vamos es lo que yo pienso, que si pongo el cordón en la cuatro podemos estar más cómodos.

Yo: No, cómodo estará tu novio en casa que no te tiene que aguantar. Después viene la siete.

Ona: Vale, la siete. Primero la uno y luego la siete.

Yo: Primero la uno y luego la siete. Perfecto.

Ona: Voy a cerrar la tres.

Estos diálogos son reales. Sólo los he recortado un poco. Puedes necesitar bastante más tiempo para que entienda algo y siempre con el mismo y estéril resultado.

En una ocasión me comentó que en este trabajo está mejor que en un supermercado de congelados dónde pasó unos meses. Allí cogió el mal del montañés cuando entraba en los frigoríficos. Se le estaban helando las manos.

Después de un tratamiento adecuado lo superó.

Lástima que olvidaron tratarle la congelación de las neuronas.

Pero eso sí. Es muy buena chica.

A mí no me cae mal del todo.

Comentarios

Ozymandias ha dicho que…
Yo me pregunto si este tipo de gente lo que tienen no es una jeta impresionante. Si te lo paras a pensar, con la excusa de que la gente sabe que son idiotas acaban teniendo permiso para hacer lo que les sale de los huevos, los dejan por imposibles, nadie les molesta y los demás acaban haciendo su trabajo porque si no el trabajo no sale a tiempo. Y a los jefes les da igual porque no son gente conflictiva y el trabajo sale igual. Además consiguen caer bien porque sus errores no los cometen queriendo. En resumen: aquí el que a la larga es tonto es el que se cree que el tonto es tonto. (Tonto me estoy quedando yo de decir estas cosas, leches...)
Sergio ha dicho que…
"y el trabajo sale igual". Pues sí. Este es uno de los misterios que siempre me ha llamado la tención en el trabajo. A pesar de los incompetentes el trabajo sale adelante. No consigo entenderlo.
pierrot ha dicho que…
Los que son tontos son tontos, y nosotros somos tontos por aguantar sus tonterias,símil: esta chica es como medio baso de agua
pierrot ha dicho que…
Me estoy volviendo tonto por escribir vaso con b, estoy rodeado de inútiles y sin comerlo ni beberlo te acabas volviendo como ellos

Entradas populares