Tibio



Astrud: "Todo da lo mismo" ¡Temazo!






Hace años me dijo un amigo en un pub nocturno algo que para mí sonaba muy siniestro: “La vida no vale nada. Incluso el hombre más rico o el más inteligente no son nada especial. Algún día se morirán o pueden tener accidentes o… Que no les envidio. No envidio a nadie. Sólo tocar vivir y esperar para morirnos” O algo así.

No le hice caso. Yo en esos tiempos tenía motivos por los que vivir. Vivía por Bowie, por los comics, por esas charlas en el pub y los amigos, por la ilusión de usar alguna vez el rancio condón escondido entre los pliegues de mi cartera de piel…

Pero los años me han ido haciendo avanzar más en esa dirección. Perdida la fe en la religión ya eres libre de perderla también en la ciencia, en los seres humanos o en la posibilidad de erradicar las enfermedades y el hambre en el mundo. Seguro que si cogiéramos todos los conocimientos de toda la humanidad y pudiéramos relacionarlos y organizarlos entre sí conseguiríamos hacer avanzar la humanidad pero eso es imposible, lo dijo Lovecraft más o menos en uno de sus libros. No hacemos más que fabricar teorías e inventar artefactos que dan la apariencia de progreso pero si analizamos el índice de felicidad mundial seguimos mal. No entiendo a las personas devotas de un Dios. Si a los políticos se les crucifica por no llevar bien la economía… ¿Cómo es que a Dios que gobierna a lo grande (y a esos magnos niveles fracasa) no se le piden explicaciones de tanta imperfección?

Con el tiempo pienso más como en esa canción de Astrud: “Todo da lo mismo, eso no es un problema ni una solución, todo da lo mismo”. Hagamos lo que hagamos con los violadores siempre habrá uno suelto por la calle. Hagamos lo que hagamos con los imbéciles siempre tendremos uno cerca de nuestra oreja. Hagamos lo que hagamos a favor de la paz siempre tendremos una guerra en los noticiarios del día. Hagamos lo que hagamos con nosotros mismos nunca cambiaremos los errores más arraigados en nuestra inflexible programación.

Me hace gracia la gente que juega al “¿Qué hubiese sido de mi vida si hubiese hecho tal cosa?” Casi todos concluyen que su vida sería peor si no estuviesen con tal o cual persona pero eso es estúpido. Hay una película llamada “Sobreviviré” de nuestro infravalorado cine español que termina más o menos con la moraleja de que tomes el camino que tomes en la vida siempre tendrás tus dosis de felicidad e infelicidad asegurada. Y lo creo. Si lo bueno nos cansa en unos meses y lo malo lo superamos en otros tantos… ¿Qué importa lo que nos suceda? Nuestro futuro es un camino de hechos positivos y negativos a los que nos acomodaremos con mayor o menor suerte pero a fin de cuentas si pensamos en el año 3000 y en lo que nos importará en esa fecha que la vecina de al lado no se lo quiera montar con nosotros... Todo es irrelevante.

A veces me cae encima la náusea sartriana de entender que el ser humano es un ser fisiológico determinado por las leyes de la naturaleza y de la sociedad, y sometido a las influencias destructoras del tiempo. Y por si fuera poco ni siquiera sabemos qué coño es la materia oscura que supone el setenta por ciento del universo (materia transparente ya que no la vemos según el Nóbel de física Frank Wilczek). Al parecer lo esencial, lo que realmente queremos saber se nos escapa, está más allá de nuestro conocimiento. Claro que uno no sabe qué es lo esencial. Según Borges: “No sabemos dónde Dios pone los énfasis”.

A cierto primo religioso mío le molestaba lo tibio de mi actitud postmoderna. Quería que tomase partido por algo, aunque fuese por el ateísmo(tal vez pensaba llevarme desde allí hasta la iglesia cristiana más fácilmente que desde el agnosticismo en el que realmente me muevo). Pero ya entonces, hace quince años, tenía arraigadas algunas de las ideas que ahora vierto aquí arropadas por pensamientos de escritores o filósofos que están de acuerdo conmigo. Yo, como Thomas Bernhard o los citados Astrud, creo que nada importa. Él lo dice así en su autobiográfico “El frío”: “La esencia de la naturaleza es que todo da igual…Estamos condenados a una vida, lo que quiere decir para toda la vida, por uno o por muchos crímenes, ¿Quién lo sabe?, que no hemos cometido o que cometeremos de nuevo, por otros después de nosotros… no nos aferramos ya a la vida, pero tampoco la vendemos demasiado barata…a veces levantamos la cabeza y creemos que tenemos que decir la verdad o la aparente verdad, y la volvemos a bajar. Eso es todo”.

Si, Thomas, nada importa. Somos muchos los que ya lo sabemos.

Desde luego mi amigo del principio del artículo era un sabio.

Y lo he descubierto ahora que desde que trabaja de taxista, no le veo.

Por las calles de Barcelona circula un filósofo que no soy yo.

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