El ataque del hombre sapo


Yo quiero una vida tranquila y bucólica como esta pero el desastre me persigue

El cordón en la puerta indicaba que la sala de cine no estaba todavía abierta al público pero un niño frente a su madre parecía querer abrir la puerta. Le dije que no pasase pero el niño no paraba de llamar a su padre. Miré hacia la sala y no vi a nadie, al menos en el pasillo. Entré en la sala y no vi nada pero ante la insistencia del niño me fijé mejor y lo encontré. En un lateral, frente a lo que podría denominarse como un palco, un hombre sentado y silencioso esperaba inmóvil y sentado en una butaca. Le invité a salir de la sala, normas de la empresa y todo eso, el tipo parecía un señor respetable desde mi posición. Salí sin darle mayor importancia al asunto. Fuera dí unas vueltas y me acerqué a charlar con el compañero de la puerta: “Hay un tío que va a la peli del chihuahua ese que cuando le he dicho a su mujer ‘sala cuatro a mano izquierda’ me ha preguntado si intentaba ligar con ella”, me dijo. “Un tío simpático”, pensé, “espero que haya salido de la sala”. Pero no. Al regresar estaba él sentado, su hijo de pie y hablándole y la señora también de pie. Le invité nuevamente a salir, hay gente que necesita aparatos para la sordera y todavía no lo sabe. Pero al parecer me escuchó. No salía porque no le daba la gana. A esos razonamientos siguieron los míos, reiterativos sobre lo de “son normas de la empresa”. Pero él lo único que razonó es que yo era gilipollas. Eso me mosqueó algo así que amenacé con expulsarlo de allí. El tipo insistió en que yo era gilipollas. Y sí, a veces me comporto como uno pero no precisamente en ese instante y desde luego no me dedico a tiempo completo a la gilipollez. En fin, los ánimos se calentaron y le grité y el me gritó y bajó las escaleras hacia mí con el escaso lastre de su mujer que le tiraba del brazo izquierdo y le gritaba algo así como
“Juan Carlos, no, Juan Carlos, no”. Pero esa masa grande, gorda y fea de oscura humanidad se abalanzó sobre mí y antes de que le dijera algo más y por sorpresa me lanzó un torpe pero malintencionado derechazo al pómulo izquierdo. Yo me pude apartar algo pero todavía me intentaba recuperar de la sorpresa cuando el abominable hombre de Sudamérica me empujaba contra el muro de contención de la sala y me tiraba por encima desde una altura de un metro setenta o así. Yo me agarraba a él pero él se despegaba bastante bien, deseaba verme caer de espaldas. Una vez en el suelo y mientras intentaba recuperarme de la sorpresa y de la posición horizontal ví como el tipo levantaba unos hierros dónde colocamos los alzadores para los niños. Entre quince o veinte kilos de peso lanzados hacia mi hermoso rostro. Me dí un revolcón sobre la moqueta para esquivarlos y lo logré por poco y también porque la señora seguía lastrando al iracundo marido. Los revolcones sobre cualquier sitio se me dan bien. Aún intentó lanzarme otro y tuve que revolcar y esquivar de nuevo pero jugar a “Indiana Jones en busca del arca perdida” cansa así que al final conseguí levantarme, rodear el muro y enfrentarme a él. Le paré un par de golpes, siempre subvencionada mi seguridad por la de la tal María que no paraba de llamarle Juan Carlos y ralentizarle pero él como si se llamase Bernardo, pasando de todo.

Salí de la sala gritándole que a ver si tenía huevos de quedarse allí y esperar a los de seguridad porque desde luego la película no se la íbamos a pasar. Pero él decía que me íba a denunciar a mí por… no sé, supongo que por apartarme para que no me aplastase el cráneo con unos hierros.

Llegué hasta mis encargados. El encargado masculino se puso en marcha llamando a los de seguridad. La encargada mujer(y madre de dos hijas) dijo que me sentara y que me distrajera mirando algo en el ordenador. Sólo le faltó traerme una piruleta y darme un besito en la frente. Pero yo quería ver el final de esta película. Me fui para la sala con el encargado y los dos tipos de seguridad del centro ya estaban allí. La señora de la limpieza limpiaba, observaba y recopilaba datos para que al cabo de diez minutos todo el centro comercial supiera lo que me había pasado. Juan Carlos estaba tirado en el suelo gritando “María, María, que me quieren matar por ser sudaca”. Los de seguridad nos miraban al encargado y a mí desconcertados y con los brazos en alto para que viéramos que no hacían nada, sólo retenerle y esperar a los Mossos.

Y luego llegaron los mossos, la ambulancia con dos tipos que aunque vieron que yo estaba bien (como los niños parezco de goma, me caigo y me golpeo pero no me aparece ni un hematoma) me recomendaron acudir al hospital y luego denunciar al tipo ese por si él me denunciaba a mí y la liábamos.

Y sí, en el hospital se pusieron de mi parte y me apuntaron un hematoma en el pómulo derecho y contusiones en la espalda solo porque dije que me golpearon allí pero lo cierto es que en mi cara no había nada. El médico, un sudamericano del lado del bien porque a veces la realidad también es políticamente correcta, dijo que veía que tenía inflamado el pómulo derecho. ¿Lo veía? Yo íba con P., una compañera que me acompañó todo el tiempo y en mi cara no había nada. Si acaso la rabia de estar tres horas en una sala de urgencias escuchando las bromas de un trío de gitanos garrulos que no sabían leer los carteles de “se ruega silencio”.

En el informe aparece mi temperatura corporal, mi ritmo cardíaco. ¿Tienen sensores para detectar algo así? Es que el médico, cuando le dije que estaba bien dejó de observarme y se dedicó a escribir el informe y enviarlo a comisaría. Al parecer uno de los dos que me llevaron en la ambulancia explicó lo que me había pasado y pidieron un trato especial para mí, exagerar el informe y que me quedase bien bonito y presentable de cara a una denuncia. Positivo para mí pero indicador de lo tremendamente inmoral que es el mundo en el que nos movemos.

Por la noche denuncié en la comisaría del pueblo donde había sucedido el incidente y acompañé hasta casa a P. que había estado allí todo el tiempo acompañándome a mí.

Mientras regresaba en el autobús de madrugada hasta casa ya se me había pasado la rabia y las ideas homicidas. Por algún motivo no podía dejar de darme pena la mujer sumisa que cuando llegó la policía se apartó a un lado y sólo se dedicó a observar en silencio la escena. Su marido se lo había ordenado así.

También recordaba el niño solitario en mitad del pasillo. Hacía tiempo que no veía tanto miedo en la cara de un niño. Suele pasar cuando eres un espectador demasiado precoz de la locura y la tragedia de los adultos.

También ayuda que tu padre sea aficionado a la bebida.

Comentarios

LISS ha dicho que…
Dios!!!!!!!!!!!!Me he asustado yo y eso k solo lo leia.
Demasiados recuerdos se agilpan cuando leo este tipo de recciones...
Lamento k hayas tenido k pasar por eso y espero k algun dia consigas tu tan ansiada y merecida trankilidad.
PD:Y esta claro k el gilipollas era el mameluco ese k te endiño...joer ahora me esta entrando mala hostia.Tratas de currar en una mierda de curro y encima tienes k aguantar a descerebrados hipersebosos con ideas violentas como este...k fuerte!!!!

Besines y k te sea leve
.oO(MaryAna) ha dicho que…
llevo unos dias sin poder meterme en internet y tengo esto de los blogs abandonado, con el tuyo me quedé en lo del cafe con crema jajaja

Solo te escribo para agradecerte el que hayas comentado eso en mi blog porq me dio una punzadita inocente en el pecho de saber que a veces las personas se sienten identificadas con lo q escribo...
De nuevo gracias y ya me pondre al dia con tu blog porq me gusta...
Anónimo ha dicho que…
Apartándome del texto anterior, quiero manifestarte que tu entrada: ¿JODÍOS JUDÍOS? está excelente pues resume lo que yo sospechaba y me daba vueltas en la cabeza pero que ni yo ni nadie me había revelado de forma tan sencilla.

Gracias por esa entrada
Meryone ha dicho que…
cualquiera habla de bilingüismo y de cuadros (tanto kitaj como el medio prerrafaelista que tienes ahí) después de esto...

y eso que por momentos me he reído. mucho. supongo que porque suponía que estabas bien y por la forma de contarlo. por lo de "me quería denunciar por apartarme" y etc etc

también me he asustado (mucho) con lo de que pongan que tienes hematomas y magulladuras cuando no los tienes. aunque el mundo esté mal repartido hasta para eso y algunos nos hagamos hematomas sistemáticamente con darnos contra las esquinas por patosos. mal repartido porque no se puede medir la capacidad de "hematomizarse" de la gente y no se puede usar como criterio objetivo

y es cojonudo que la gente utilice su carácter de presuntas víctimas de discriminación así porque sí y para hacer su santa voluntad. al final los puteados sois los varones, blancos y heterosexuales. lo de blanco lo presupongo y lo de heterosexual en realidad también (siempre pienso antes en la monosexualidad que en la bisexualidad, sea la mono del carácter que sea)

pero en fin, que eso. que nosotras podemos llamar a los demás machistas (incluso a otras mujeres), los sudamericanos pueden quejarse de ser discriminados por sudacas, los homosexuales, los... todos... sólo pringa el varón blanco heterosexual occidental

por dios, buscadle remedio ya!

o mejor, hagamos que el mundo se deje de gilipolleces

volviendo a los cuadros: de quién es ese? porque prerrafaelista del todo no parece, pero sí victorianísimo e inglés. o con una gran capacidad de simularlo

diría que borguereau si no fuera porque no sólo no le conozco el cuadro sino que la niña no está tan descalza como suelen estarlo las suyas. yo me entiendo

los míos molan mucho. estoy más contenta con mi descubrimiento!

besos
maloles ha dicho que…
Un trabajo de riesgo! Los hematomas invisibles me da mucho que pensar... Y la mujer me da mucha pena. Lo que hace tener un marido/pareja que sea un borracho gilipoyas. Y el niño, más de lo mismo.
EN fehn, cúrese!

Muas!
Meryone ha dicho que…
cot, claro

pues lo veía terriblemente victoriano, estoy perdiendo facultades

conste que cot me gusta precisamente por lo que me recuerda a la escuela inglesa, pero ayer ni se me ocurrió

eso pasa por aventurar de lo que no se sabe

besos

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