Siempre sucede igual. Me hago promesas que incumplo en cuestión de días, a veces de horas, según cómo de minutos… Pero esta vez era diferente. He batido mi record particular de meses sin discutir o pelearme con nadie. Es decir, lo había batido. Ni siquiera con mis vecinos. Sin necesidad de leer las creencias religiosas de nadie o seguir al Dalai Lama cuya religión, a pesar de la buena prensa que tiene en este país es tan retrógrada y absurda como todas. Los Lamas tienen una organización por castas de lo más lamentable y si naces en la escala cucaracha pues… nada, así te quedas, cucaracha y hasta la próxima reencarnación. Nada de mejorar y usar el esfuerzo personal. Simplemente servir a los que están por encima de ti. Perfecto. Y luego que me hablen de la paz mundial. Así cualquiera está en paz. Si dices que sí con la cabeza y asumes servir a otros es normal que no te discutas nunca pero esa idea no me parece muy lúcida. Si estoy descontento lo demuestro.
Yo uso la paz porque es necesario para mi tensión. Si quiero dormir necesito vivir tranquilo. Si quiero evitar que me lleven más veces a juicio también. Normalmente los juicios son a horas en las que yo todavía estoy durmiendo y es un gran inconveniente levantarse pronto para coger una cédula judicial o sencillamente para ponerte delante de unos jueces o juezas, rebuscar entre mis mejores caras de bueno y defenderte de alguna acusación. Creo en la paz por motivos personales y egoístas.
Todo esto viene porque el Jueves estaba en el metro con una amiga que sólo me aporta paz y calma. Hablábamos de novelas. Yo he aparcado un momento la literatura japonesa y estoy ahora con los premios Goncourt franceses. También hablábamos sobre por qué la novela de zombis que escribo parece más realista que una sobre mi vida que he terminado y que no me convence nada. Bueno, mis habituales charlas sobre literatura y artes variadas mientras hacíamos tiempo para que me preparase uno de esos platos que me gustan tanto. Y no, no es que solo esté con ella por su cocina. Ella también me utiliza porque cada cierto tiempo aparece su ex a inventarse cosas que se ha dejado en su casa y le monta algún follón(no le pega pero le grita mucho sin razón ni motivos) y mira tú por dónde, el Jueves era el día contra la violencia de género. Así que hablábamos de temas trascendentales, sobre la posibilidad de que la civilización avance. Yo dije que sí, que el ser humano en algunos países ya no es el que era. Hay científicos que dicen que nos estamos volviendo más pacíficos y yo lo creo. No veo en Barcelona la misma violencia en las calles que cuando nos visitaban los vikingos o los piratas moriscos del mil después de Cristo. O hablando de Cristo, del ídem que se montó cuando Herodes ordenó la matanza de los inocentes. Le decía todas esas estupideces mientras no quitaba el ojo de tres adolescentes de entre dieciséis y diecisiete años que insultaban a todo el mundo (un señor mayor le dijo algo a uno porque fumaba en el vagón y allí empezó todo). No paraban de gritarle al señor y luego a una señora y luego uno de ellos, no me lo podía creer, le tiró la colilla a una niña de siete años porque sí… Así que una vez más me olvidé de mis promesas y de mis teorías y hasta que era el día contra la violencia de género (pero ninguno de ellos era mujer así que…) y me acerqué mientras mi amiga me intentaba coger del brazo y yo me la sacaba de encima todo el tiempo y cuando el primero, el más chulo, se me encaró le solté un bofetón con la mano abierta que lo tiró al suelo. El resto se quedaron impresionados pero aún querían algo. Me dio igual, yo ya funcionaba en modo toro con el capote delante. Cuando cogí al segundo del cuello me entendió y me entendieron. Fin de la diversión por cuenta ajena. Le grité con mi voz (muy grave, muy intimidadora cuando grito según quienes me conocen) que en la siguiente estación se bajaban. Todo eso lo hacía mientras intentaba averiguar dónde estaban esas cámaras con las que luego acabas saliendo en un telediario de la sobremesa. Pero no pasó nada. Los chicos me hicieron caso y se bajaron en la siguiente estación tal y como les forcé a hacer (también me quedé con su cajetilla de tabaco por si alguien la quería en el vagón pero todos pasaron de mí, me miraban como si estuviera loco, ya he dicho que la violencia en nuestros días y nuestra sociedad intimida mucho).
Mi amiga me pegó bronca pero luego, mientras comíamos me dijo que si podía dormir en su casa el Sábado, que regresaba su ex. Le dije que sí pero que debía cambiar de ex. O por lo menos cambiar la cerradura de la puerta.
Aunque nadie me crea soy un ser humano pacífico. Muy de letras.