Esta semana tengo que ir al concierto de unos amigos.
Que sea
el día antes de madrugar para trabajar no me preocupa tanto como otro asunto.
El problema empezó hace meses durante el funeral del padre
del cantante. Allí me comentó algo sobre la versión de una vieja canción que
escribí o escribimos hace años, cuando tocábamos en el mismo grupo.
-¿Te importa que la use
para el nuevo grupo que voy a hacer con M. el teclista?
- Vale, no importa- le dije.
- Pero será en inglés
me comentó el cantante.
- Vale, vale. Me cuesta
leer lo que escribí hace una semana sin arrepentirme. Lo que escribí con diecisiete
o dieciocho años directamente me da asco. En inglés la podré escuchar sin
ponerme rojo. ¡Por Dios! Pero si se titulaba “Los ojos del
amor”, me vienen arcadas de pensar que eso lo hice yo.
Recordé cuando escribí esa canción. El teclista se había
enamorado de una chica que a su vez se había enamorado de otro chico más guapo que
él. El chico guapo no había tenido inconvenientes en liarse con la chica así
que dos menos uno igual a nos sobra el teclista. Se quedó con el corazón partío. Yo
le hice “Los ojos del amor”, una estupidez dónde decía algo muy tópico y
ridículo sobre el amor que sólo está en los ojos del que mira pero que esa
chica no era más especial que cualquier otra, etc. En fin, nada que sirviera. A
todos nos han dado calabazas por un motivo u otro y está claro que no se curan
con canciones cursis. Yo las curaba con tiempo o con sexo con candidatas de
segunda, tercera o cuarta opción. Actualmente ya no hay necesidad. Para que te
den calabazas te tienes que enamorar y eso no me pasa. Pero vivo más tranquilo,
eso sí.
Ahora, al cabo de los años, esa canción quería ser editada en
un disco que les iban a editar o editarían ellos (nunca les he preguntado cómo
sacan sus discos pero me consta que de eso no viven). La hicieron con mi
bendición y la escuché. Les puse un “me gusta” educado en el facebook. No me
gustó mucho. Me faltaba el viejo protagonismo del teclado con el sonido
pianístico. Pero hay que colaborar con los amigos.
Luego leí los créditos en su página en “streaming” del disco.
“Words: Sergio G. (yo)“ “Music: Sergio S. (el cantante y tocayo mío) y M.(el
teclista)”
Creo que pensé algo como “me cago en Dios” pero queda de muy
mal hablado y no mejor escrito así que diré que me enfadé. ¿Cómo que Words? O
sea que lo único que hice yo fue escribir la letra. ¡Pues no!
Recuerdo que M. ponía una base rítmica o un fragmento de algo
que se le ocurría y entonces yo tarareaba una melodía improvisada usando las
imposibles palabras “wachi,wachi, wachi” y el otro me terminaba la melodía o
aportaba la suya con un “wachigú, wachigú”. Vamos que la música era tan mía
como de ellos. Pero no, me han dejado fuera de la música.
Cuando le hablo a mi amigo J. de este cantante, conocido de
ambos, me suele decir: “No sé, me
recuerda a un mal imitador del de Pulp, cuando hace esos gestos me dan ganas de
pegarle una hostia por copión pero como no voy a ir a sus conciertos no importa.
Eres tú el que tiene que saltar al escenario y pegarles un buen puñetazo por
apropiarse de tus melodías”
Yo suelo decirle que las cosas no se resuelven a puñetazos.
Las patadas son mejores ya que las piernas suelen ser más fuertes.
Pero lo que sí tengo que resolver es si ir al concierto de
mis “amigos”. De si preguntarles por los créditos dónde yo solo soy el de las “words”
(aunque se las suela llamar lyrics). De si dejarlo correr porque tampoco es que
ellos vayan a llegar más lejos con su disco que yo con mi blog. Sólo tocan por
divertirse. Al final sólo es eso, distracción. “That,s entertainment”