El bañista apolillado
En agosto trabajé y sudé mucho pero no por el trabajo. En
septiembre, este año, he vuelto a hacer vacaciones. No es fuera de temporada
pero tampoco estoy en su meollo. Es un “entremedio” que me gusta bastante.
Mucha gente ya está regresando a esa parte de su vida a la que normalmente solo
se regresa por dinero. A “asesinar las horas en un trabajo de mierda”,
como diría el viejo y muerto Bukowski. Suerte los que como una tal Rita de
profesión política tienen un trabajo por el que cobran un pastón y solo tienen
que ir cinco minutos a agradecer a sus allegados de partido lo que les ama (aunque
a veces hay que ir a juicio y la prensa y esas cosillas pero si no tienes conciencia tampoco tienes algo
que te amargue la vida y duermes igual de bien).
Así que yo estoy en septiembre. He pasado sus primeros
quince días de playa. Nadando y dejando que mi compañera que le teme a las olas
me guardase la ropa. Sólo conseguí convencerla de entrar en el agua un día pero
estaba muy tensa. He visto gatos más dispuestos a bañarse conmigo que ella. Así que desistí de torturarla más y la dejé en la arena con mi
revista de Historia. Mi relectura del viejo Buk estaba en la bolsa esperándome
pero yo a la que toco agua, ya no salgo. Por fin he descubierto algo que me
quita el mono de leer y es bañarme en una playa semivacía.
De todos modos, en mi primer día no le perdía el respeto al
mar. O eso creía. Mientras nadaba o hacía que nadaba, no soy Mireia Belmonte (lo
mío es más como mantenerme como un perrito y bracear y simplemente dejarme
mecer por el oleaje cuando me canso de mantenerme a flote), me inventé algunos
temores para no alejarme mucho de la orilla. La sincronicidad siempre está ahí
para molestar. Casualidades buscando al supersticioso que lleva dentro incluso
el más escéptico (yo soy ese, el más escéptico y sin embargo…).
Había visto la noticia de que tiburones habían mordido a un tipo
en una playa española. En el programa de Íker Jimenez que tan bien mezcla
realidad con fantasía, dijeron que les llaman tintoreras en lugar de tiburones
para que la gente se siga bañando y favorecer el turismo (como en las películas)
y porque tintorera es una palabra que no
da tanto miedo, Spielberg no le metió mano a ese tipo de bicho.
Y había visto “El arrecífe”, “In the Deep” o “Infierno azul”
más un par de intentos de ver “Sharknado” pero no podía con este último. Los
tiburones son siempre los malos en el cine. El que haga uno bueno se lleva un
Oscar al más original. También llevaba esa semana una buena ristra de
documentales en la 2 con fauna marina y no toda amable con los humanos.
Por si fuese poco la casualidad y sus horrores, recordaba
que en esa playa, hacía años, entré diciéndole algo a alguien y de pronto sentí
una bofetada inmensa que me cogía desde la cara hasta los pies, un guantazo totalitario
por todo mi cuerpo. Una ola traidora que apenas era hija de la bandera amarilla
me lanzó contra el suelo y luego, en la retirada de ese pequeño tsunami, me
arrancó el bañador y de no ser por la fuerza con que lo agarré a la altura de
los tobillos, me hubiese dejado en muy mala situación. Y esa playa de mi
recuerdo sí estaba muy concurrida. El mar no es como para tomárselo a broma. Al
menos si estás dentro.
Así que respeto le estaba teniendo al agua. Pero nada. Que a
mí o me la ponen verde o nada. Bandera amarilla otra vez, para mí tan mala como la roja. Me
puse a nadar o algo así y cuando quise darme cuenta ya estaba alejándome de la
playa. Veía de lejos la toalla con mi compañera leyendo. El socorrista vete a
saber dónde, bajábamos tarde y al lugar menos transitado, sobre las seis de la
tarde. Empecé a notar el calambre característico de alguien que se esfuerza
mucho y se quiere hacer el duro pero ni está entrenado, ni ha hecho
calentamiento previo ni tiene el cerebro necesario para pensar esas cosas a
tiempo. Pero no era calambre. Era inicio de calambre así que respiré
profundamente, me hice el muerto para evitar acabar ídem por negligencia. Dejé
que se ahogase primero el miedo o la angustia. Mi compañera me había contado
que su sobrina una vez había subido hasta un árbol muy alto en una montaña
solitaria y que al llegar arriba se quedó sin fuerzas. Sintió que era su fin.
Luego encontró la manera de bajar muy lentamente, en plan koala, resbalando de
culo de rama en rama y en unas horas llegó abajo tras haber saludado a la
muerte (no sé, esa historia me fallaba porque si no te quedan fuerzas no te
quedan fuerzas ni para ir lento pero en fin, más agujeros tienen los guiones de
Hollywood).
El calambre no se desarrolló y luego, tranquilamente, me fui
acercando a la playa. Dejaba que una ola me acercase y solo me resistía y nadaba
en su retroceso para ahorrar energía. Llegué a la arena extrañamente feliz.
Parece que la vida solo te importa lo suficiente cuando vienes de estar a punto
de regalarla. Mi compañera levantó la vista de su revista:
-
-Tú sí que
te lo pasas bien. Toda la tarde en el agua. Cómo me gustaría saber nadar como
tú.
Desde luego que poco sabia es la envidia.
Cogí mi libro con los escritos del viejo indecente y
zapatero a tus zapatos, regresé a lo mío.
Actualmente, a pesar de lo poco que me gustan las banderas,
ya lo sabéis, siempre busco la de color verde para bañarme un poco. Es la única
cosa ondeante y en asta de la que me he hecho amigo.
Comentarios
porque me estoy riendo en silencio jajaja
:P
te dijo ay que ver lo bien que te lo pasas en el agua
reconozco que yo me lo pasé pipa leyendote ¡¡
no sé a que playa irás hombre de dios¡¡
lo que veo es que está asegurado el no aburrimiento¡¡
leer leer en la playa siempre me cuesta , disfruto del mar, el sol, las vistas, las tertulias y no es muy fácil concentrarse en la lectura, siempre cargo un libro y te diría llega a casa igual, pues no, llega con un poco más de peso por la arena
un beso y disfruta del mar '' sana cura y nos escucha :)
besos
También soy de las que sólo se remoja con bandera verde. Las playas a las que voy habitualmente son de mar abierto y muy traicioneras incluso con el mar en calma. Sin embargo este verano me metí con bandera amarilla y, sin llegar a tu situación, hubo un momento en que sufrí más que disfruté, y eso que estaba subiendo.
Me alegro de seguir leyéndote jajaja. Besos.
Sobre los libros que me llevo sí, han estado llegando casi igual a casa, como te ocurre a ti. Porque he seguido nadando en la playa y ha estado francamente bien. Bandera verde casi todos los días. Besos
Dorotea: Es cierto, Dorotea, me has pillado las costuras de la construcción del relato. Estaba enrollándome cosa mala con mis digresiones sobre cosas que realmente se me ocurrían mientras nadaba y me ha parecido que la cosa se alargaba y no llegaba a la costa del relato, al lugar dónde quería ir. Así que tuve que terminarlo así, de golpe como un susto. Ya ves que me pasa con todo. Voy chapoteando y me pierdo. Nunca estoy en el lugar físico que realmente ocupo.
Cuidado con los mares con bandera amarilla que van de una cosa y luego son otra. Este verano he visto en el periódico que ha habido ahogamientos hasta en las piscinas(me parecía increíble pero leído dos veces el titular de la noticia vi que la cosa iba en serio ¿Cómo habrá sido?).
A mi también me gusta mucho bañarme en el mar y soy tan boba que reconozco que en alguna ocasión dejo que el miedo se me cuele dentro, incluso tarareando la sintonía de Tiburón ;(
Quizás ese miedo me despierta, me activa y me obliga a trazar un plan más allá de dejarme llevar por las olas, como si fuese un corcho a la deriva.
(por cierto las tintoreras y los marrajos son exactamente eso, tiburones pequeños y si tienen hambre, se sienten importunados...)
Un beso
No te veo nada boba si dejas que lo que tu llamas miedo y yo veo como sabia precaución te evite hacer la tonta y acabes mal. Estoy en ese proceso de actuar como tú. Besos
Disfrutar de una playa con poca gente y si es una "calita" mejor...es casi estar en el paraíso. Ves...yo a veces me he leído un buen trozo de libro, eso si, lo dejo hecho un asco, arena y gotas de agua salada. Siempre intento llevarme uno de esos de bolsillo "baratos". Pero vaya, que también soy de las que está más dentro del agua que no fuera como un lagarto.
El agua me encanta. Sólo pienso en cosas raras los cinco primeros minutos, luego se me pasa. Eso si, tampoco me da por nadar mar adentro, que nunca fui a natación y parezco un pato silvestre.
Venga!! que acabes de disfrutar los días de calor y que el otoño te traiga muchísima inspiración!!!
Yo entro en la primavera y estoy sufriendo ya el verano de ciudad sin todavía no haberlo probado y me torturan los próximos meses...arrrgggg!!!
Un besazo!!
Sobre los libros que acaban mal en ese ambiente no hay solución. Si los de papel lo tienen mal tampoco el ebook ha aportado gran cosa a la lectura playera salvo tecnología estropeada irremediablemente. Aún así, si voya leer, suelo esperar un rato hasta secarme y luego con cuidado voy leyendo. Aunque efectivamente es mejor llevar libros que no amemos especialmente ni de los que deseemos hacer futuras relecturas. Mírale el lado bueno. Prestar libros es todavía peor y más arriesgado para la literatura. Podría disertar mucho sobre esto último. Pero saldríamos del tema playa.
El verano de ciudad. Me aterra pensar en mi apestoso barrio más que el trabajo. Sus ruidos, su paisaje urbanita, el final de la música de las olas rompiendo, las muchedumbres... Arrrgh. Sí, yo también rujo. Besos Maman
Te aclaro que he pasado por lo mismo.
Adoro los tiburones, aunque sean los malos, ya ves. Tampoco pude con Sharknado.
Hay más mordeduras de tiburones de las que nos cuentan, que el negocio es el negocio. el tiburón blanco anda por Baleares... y yo, antaño, buceando en sus aguas; escalofrío.
Este año no he ido al mar. Lo he cambiado por la montaña, y si tu has tenido tu más que menos con la resaca, yo he tenido una caída de las que hacen historia.
Tu con tiburones acechando y yo con buitres sobrevolando.
Al menos disfrutaste de Bukowski. Yo releí de nuevo a Sexton.
Abrazo.
Menos mal que estás para contar lo de tu caída. Espero que no fuera grave.
¿Sexton? Siempre. Qué pena que una mujer que nos gusta tanto, gustase tan poco de seguir viva.