Sólo hazlo
Jodorowski siempre me ha parecido un simpático cuentista. Se
inventó lo de la psicomagia que es una mentira que mezcla el teatrillo, la
magia, la psicología y hasta los ritos chamánicos para sanarte de los traumas o
carencias mentales que tengas. ¿Funciona? Claro, como todo este tipo de técnicas.
Sólo si eres fácilmente sugestionable.
Si te sientes un hombre débil, inferior, poca cosa, aconseja
Jodorowski que te pongas el símbolo de poder actual, un puñado de dinero en la
ropa interior a modo de genitales. Que sientas el peso monetario en tus huevos.
Comenzarás a ser un tipo nuevo. Probablemente más patriarcal de lo que fueras
antes.
He recordado al viejo granuja chileno por algo no menos
simbólico.
Me estaba haciendo el tonto con lo de comprar una estantería
para continuar con la imparable labor colonizadora de mis cómics y libros. Se
reproducen como conejos. Incluso deshaciéndome por Wallapop de cosas que no
merecen relectura. Necesitaba una estantería Billy de IKEA, la típica de frikis
y lectores y la más vendida, me aseguraba el folleto. Pero temía no montarla.
Manualmente no he llegado al estado evolutivo del homo habilis. He llegado al
Sapiens sin pasar por el tipo que sabe usar sus diez dedos de manera apropiada.
Creo que tengo el sistema motor de un niño de cuatro años que agarra un lápiz
con su puño para dibujar. Dejé pasar meses sin comprar la dichosa estantería a la espera de que me llegase la habilidad como a otros-as les llega una revelación divina. Sintiéndome no menos inútil que ese Nabokov que detrás de su genialidad escondía a un hombre que no podía abrir un paraguas sin ayuda de su mujer. Y yo encima sin genialidad.
Pero finalmente nos decidimos y fuimos al comercio de los norteños. El
primer problema al llegar es que no teníamos medio de transporte y la
estantería era muy pesada. Le dije a L. que entre los dos la podíamos colocar
en el carro y llevarla luego hasta la puerta y contratar a uno de esos pelmazos
habituales que nos asaltan cada vez que pasamos por allí al grito de
“transporte, transporte”. O pedirle a IKEA que nos la llevase a casa. Pero L.
valoró la economía familiar y dijo que prefería hablar con los piratas. Y que
ya la montaríamos con las instrucciones. Sólo faltaba colocar el mamotreto en
el carro. Pero ella se considera muy débil. No se veía capaz ni de colocar la estantería
en el carro.
-
Yo eso no
lo pongo ahí ni con ayuda- me dijo.
Y luego salió en busca de alguien que nos ayudase mientras
yo salía detrás de ella para que no buscase a nadie. En el reparto de echarle
morro a las cosas ella tiene el monopolio. Es útil, cuando lo pienso a toro
pasado, pero en el momento me abochorno.
La víctima fue un señor que iba acompañado de su familia y
estaba en las inmediaciones descargando sus propias estanterías. L. le pidió
ayuda y aceptó. El señor se me acercó con una sonrisa de circunstancias y me
ayudó a colocar la pesada y alargada caja en el carro de hierro.
-
¿Ves qué
fácil?- me dijo L. y luego volviéndose al tipo- Muchas gracias, señor, muy
amable.
Luego nos dirigimos a las cajas para pagar.
-
Mientras
esperas me voy un momento.
-
Espera- le
dije a su espalda en movimiento que se hizo la sorda.
Desde las cajas la podía ver fuera, a través de la
cristalera. Hablaba con los transportistas piratas. Esos tipos que se mueven en
una línea de sombra entre la delincuencia admitida y lo definitivamente ilegal.
Discutía más bien con ellos. Agitaba la cabeza en signo de negación. Les ponía
la mano delante del rostro con tres dedos a los cuatro dedos que ellos le
habían puesto primero, se enfadaba, volvía a agitar la cabeza y hacía como que se
iba sin aceptar hasta que uno de ellos la frenaba y afirmaba con su cabeza y
hasta se le podía adivinar el “de acuerdo” en los labios.
Yo miraba para otro lado a falta de un agujero en el suelo
donde meter la cabeza.
-
¿Ves qué
fácil? Nos hemos ahorrado el transporte hasta la caja y ahora nos va a salir
más barato el transporte a casa. Le he pedido una rebajita a un ecuatoriano muy
simpático que ha aceptado enseguida.
-
Le he
visto decir que no con la cabeza.
-
Pero ha
dicho que sí después. Ya me lo agradecerás.
Y salí con mi carro, a un lugar pactado fuera del centro.
Mirando a todos lados como un delincuente. L. dijo que se quedaba a mirar cosas
en el IKEA y que me apañase con el ecuatoriano, que ella ya había cumplido y
que luego ya me ayudaría con la estantería.
El tipo era simpático, rudo, con una furgoneta que olía a
“Cucal” de una manera que me amargó un poco el corto viaje a casa pero todo fue
piadosamente rápido.
Allí cogió él sólo la estantería y la llevó hasta mi piso
como si no fuera nada.
Le pagué. Hasta una propina que decidí sacar del
presupuesto y no contarle a L. porque no le parecería bien. Aún así salió más
barato. Mi único gasto extra fue el estrés.
Y en casa decidí esperar a que viniera L. . Las
instrucciones lo decían muy claramente. Montar entre dos personas. Pero ella
tardaba y yo quería ver por fin ese armario que necesitaba así que me puse con
el asunto. Paso a paso. Sin problemas. Era como un tebeo, con dibujitos, y
todas las piezas que salían en el prospecto estaban como por arte de magia en
la bolsa que venía con los tablones. Me vine arriba con el mueble. No podía
creerlo pero todo salía como esperaba. Hacía tiempo que no fluía tanto con una
actividad. Ni el onanismo me proporcionaba ya esa estimulación de estar
haciendo algo con mi vida verdaderamente fructífero.
Cuando llegó L. la estantería estaba erecta y ultimándose.
Ella se encogió de hombros y dijo que no estaba mal:
-
¿Ves qué
fácil? Si no llega a ser por mí todavía estaría en la tienda.
Sí, desde luego. Pero pasado ese empuje inicial yo había
montado esa librería solo, sin problemas. Estaba en el centro de la habitación
esperando que le colocase mis queridos Houellebecq y Bukowski y Patricia Highsmith,
etc. y como en un ritual de psicomagia me pregunté el tiempo que había tardado
en comprarla pensando que todo sería más difícil. En las veces que no hacemos
asuntos como este o más complicados solo porque nos ponemos la barrera de que
no sabemos o creemos que no sabremos hacerlo.
Y a partir de ahí decidí cambiar otros asuntos en mi vida.
Jodorowski me sigue pareciendo un cuentista.
Pero la autosugestión no. Eso nunca.
Comentarios
Pero reconozco que mis estanterías, mesas y algún sofá cama he sido incapaz de montarlas y siempre he delegado.
Si tengo que decirle a alguien así que me lo trajese a casa, yo muero del estrés con lo desconfiada que soy para esas cosas jaja
Bueno, pues ahora que sabes montar Ikeas tienes un valor añadido ehhh
Bss ;)
Lo de Ikea da para mucho. Me río. Solo he sido capaz de montar sola un cabecero de cama, en serio. Y eso que pesaba que ni te digo.
Nos ponemos una medalla :D
Ayer puse la funda nórdica y pensé que hasta algo tan sencillo, Ikea lo complica (me vuelvo a reír).
L. es única para el regateo, mi admiración.
Hiciste bien en darle propina. Yo, además, por subirme el mueble solito como si nada, le hubiera aplaudido hasta dejarme las manos (ahora sonrío).
Abrazo, Sergio, y disfruta tu estantería.
Es que yo soy de esas también. Yo organizo y concreto y mando y esas cosas para intentar que todo sea algo más fácil. jajajaja
Aunque no creo que a m me lo hubiese subido, vivimos en un cuarto sin ascensor.
Eso..... eso tendría que haber sido mucha propina y al igual que a L. no me parece bien jajajaja
Mua
Y sobre las estanterías, es curioso qué diferentes somos un@s de otr@s. A mí me pasa como a ti, S., jamás me habría metido en ese berenjenal. Ella porque te tenía a ti para ir con el maromo, pero ¿cómo lo organizas si vas sola? Lo veo hasta inseguro, que supongan que estás sola porque has ido sola a comprar y encima sabrán donde vives. Me entra pavor. Que ojo, puede pasar lo mismo con el repartidor porque los sinvergüenzas están en cualquier parte. Las ambigüedades de la mente.
Un abrazo, me he divertido mucho leyéndote.
Yo sólo no hubiese comprado la estantería. Algo tan sencillo como eso. Pero no. O hubiese pagado por todo, claro. Incluyendo el montaje. Tu reflexión sobre dar a pensar que estás sola y demás sí, puede ocurrir. Lamentablemente es así. Un abrazo