Transilvania 2005

Recientemente viajé a Transilvania. Para todos lo románticos o perversos que hemos disfrutado con el cine de la Hammer, aquella cinematográfica fábrica de sueños de bajo presupuesto, los motivos son variados: recorrer con nuestros propios pasos las huellas que dejaron los pasos de Bran Stoker(eso los intelectuales), Vlad Tepes(los amantes de la Historia), Christopher Lee(los ingenuos que no vieran el cartón piedra de las películas) o Drácula y su corte de vampiros(los estudiosos de religiones esotéricas, frikis y por lo general tarados que no distinguen un fotograma trucado o un efecto especial de la realidad). Pero Transilvania no se agota en esos motivos. Además de todo eso es un hermoso terreno de grandes abetos que visten gigantescas montañas con sus desfiladeros, sus ríos, sus osos en libertad… Vaya, un paraíso para que Caperucita y su leñador o el lobo, quién más caña le de, se puedan perder.

También supone una causa de disputa entre Hungría y Rumania. Cualquier friki de casta puede haber leído antiguas historias dónde el castillo de Drácula o las costumbres vampíricas se localizaban en Hungría. Hace poco disfruté leyendo una historia de los comics EC dónde los chupadores de sangre se ponían las botas en Budapest. No deja de ser curioso que en esa época, aunque los de la EC no lo supieran(los años cincuenta), a Drácula le habían cambiado ya la nacionalidad y se había convertido en ciudadano Rumano. Transilvania es de los Dacios o rumanos desde el 1918. Después de esa época fue devuelta a Hungría durante la segunda guerra mundial y vuelta a regresar a Rumania posteriormente dónde permanece hasta la fecha. Inevitablemente, eso causa conflictos étnicos entre la minoría húngara y los nacionalistas rumanos. Aunque no hayan leído o escuchado antes esta historia les debe resultar muy familiar. Las fronteras dan más miedo que Drácula.

Pero como les contaba, Transilvania es la tierra de los sueños de los que amamos las pesadillas. Y sin embargo, a medida que miro las fotografías del viaje y estás me ayudan a rememorarlo, no recuerdo haberlo encontrado excesivamente siniestro. En mi memoria permanecen una guía simpática que hubiese triunfado con sus chistes en “El club de la comedia”, cientos de kilómetros a través de naturaleza verde, aquel osezno que nos hizo detener el autocar y que recibió más fotografías que un Vip en temporada alta… En fin, todo muy terrenal, todo muy distinto a lo que nos habían enseñado las literaturas y las filmografías oscuras. Todo dirigido al turista con ganas de pasar un miedo controlado. Y todavía puede empeorar. Pretenden hacer un parque temático con Drácula. Lo que no han conseguido las estacas con los vampiros(que siempre resucitan) lo conseguirán los mercaderes del ocio. Drácula y su corte pasarán de predadores a víctimas. No les matará el ajo, les matará la frivolidad y el turismo moderno. Es el virus de nuestro siglo. Cualquier lugar del mundo está al alcance de un vuelo barato. La globalización hace que te encuentres con compatriotas de vacaciones en cualquier lugar del globo y en cualquier época. ¡Y que te vendan vasos de cerámica con el rostro de Vlad Tepes junto a Miki Mouse o el gato Doraemon en lo alto de una montaña Transilvana! En fin…

Pero no se crean. Algo de miedo sí pase. Estas son algunas de las postales del espanto que les dejo como regalo: la ciudad de Bucarest(“ciudad de la alegría” por una olvidada victoria medieval contra los turcos) ofrecía múltiples edificios que no han sido reformados desde el terremoto que en los setenta casi la destruye, algunos pueblos ofrecen el espectáculo de la muerte en vida de sus habitantes a los que la pobreza les extravía la mirada(no se preocupen, el turista pasa por ahí de largo), el sueldo medio es de setenta y cinco euros pero no por ello se trabaja menos, los perros sueltos y con rabia son un problema grave en la capital, el lugar con más gitanos del mundo (entre un millón y medio y dos de almas) les segrega tanto o más que cualquier otro país del mundo, su ingreso en la Comunidad Económica Europea del 2007 es una ilusión ilusa… Ya ven. Es la trastienda del turismo alegre que visita Transilvania para reencontrarse con los ajos en las puertas y las posadas que te cobijan de la tormenta y que servían de punto de información para gente como Jonathan Harker(aunque nunca se les hacía caso a esos campesinos “analfabetos”). Es el lado menos amable que debe afrontar el busca-mitos, el de la realidad que se empeña en renegar de la ficción. En cualquier caso, no dejen de visitarla. Ayudarán con su dinero a una economía en lento desarrollo y disfrutarán de unos paisajes hermosos, de unas gentes sencillas y amables con el extranjero y de un pedazo de historia del que se conoce muy poco y que sin embargo, tiene mucho que ofrecer. No necesité comprar ninguna camiseta para sentirlo como lo escribo: I LOVE TRANSILVANIA. AND OF COURSE RUMANIA.

Comentarios

Ozymandias ha dicho que…
Hmmm...con fotos y todo. Vamos avanzando...

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