¿Y a ti qué tal te va?
Llevo
algunas semanas bajo algún tipo de maldición o mal de ojo. Pequeños asuntos
burocráticos o kafkianos me vienen a molestar por las mañanas. En mis horas de
calma o “relaxing coffee”.
Es coger un
libro o un cómic y piiiiip, timbre de la calle, unos policías. Les abro la
puerta. Dicen que vienen a por mí o el vecino pero que no lo saben seguro
porque la dirección de la puerta no está clara. Admiten que buscan que sea
dominicano y yo no lo parezco. Aún así les confirmo que soy autóctono. Luego me
hacen unas preguntas. Buscan a la familia que estuvo viviendo de alquiler en el
piso de al lado hace dos años. Ahora están en paradero desconocido que es un lugar
dónde la policía no puede llegar con sus notificaciones del juzgado. La policía
me agradece la información sobre la familia (les he informado que ya no viven
allí) y me aseguran que no me volverán a molestar. Yo les aseguro que lo dudo.
Otro día me
encuentro una notificación de Endesa. El cartero ha escrito que yo no estaba en
casa. Siempre dice lo mismo. Pero yo siempre estoy a esas horas. Creo que es él
el que tiene sobrecarga de trabajo y no quiere pulsar el timbre de mi casa y
entregarme los envíos en mano. Por suerte su compañera de Correos es muy amable
y no me hace esperar al día siguiente a recibir la notificación y por la tarde
la coge del montón de cartas no entregadas sobre su mesa y me la entrega. Las mismas
cartas que dejó el mentiroso de la mañana que no entrega nada porque no le da
la gana.
Endesa me
dice que la ley obliga a cambiar los contadores y yo me estoy rezagando
bastante en dejarles hacerlo. El límite es el año 2018. Pero ellos dicen que si
no cambio en dos meses el contador pasarán a cortarme el suministro eléctrico. Supongo
que su ley es diferente a la que escribe el gobierno. Claro que como son amigos
da igual. Se lo perdonan todo entre ellos.
Esto es más
bien una lucha entre mi compañera contra la eléctricas. En la asociación en la que
está le han dicho que no la pueden forzar a cambiar al nuevo contador antes de
tiempo y así vamos. Yo digo que si lo vamos a hacer por qué no hacerlo ya. Pero
ella lo lucha todo. Hace poco la llamaron de TV3 para entrevistarla por lo de
la asociación esa. No le gustó la experiencia televisiva:
-
Uy,
qué mal me veo. Y se me ve enfadada.
-
Estás
hablando de las estafas de las eléctricas en este país. Es normal que se te vea
enfadada. Hasta yo me estoy cabreando un poco.
-
Pero
he salido fea. ¿No?
-
No,
qué va, pero claro, en la realidad estás mejor.
-
Pon
otra vez el vídeo.
Y así veinte
veces. A ver si en una de esas visualizaciones cambiaba el vídeo y se veía tan guapa
como deseaba.
El asunto
eléctrico sigue por ahí rondando.
Al día
siguiente pensaba que ese día me dejarían en paz con las notificaciones pero
apareció la señora Teresa en la puerta de mi piso. En bata y zapatillas de
estar por casa. Despeinada de almohada. Sabía que era ella antes de verla por
esa forma tan cabreada que tiene de pulsar el timbre.
Lo de
siempre. El aire ha vuelto a soltar los cables de los que tenemos internet y
estos golpean en la chapa de la fachada y hacen ruido. Le digo que pase a mi
casa y lo solucionamos allí mismo. Ella duda. Mi compañera y ella no se pueden
ver y teme algún enfrentamiento pero estoy solo.
-
Pero
no le digas nada a tu mujer- me pide.
La observo.
El mechón alzado detrás de su cabeza la hace parecer un pajaro carpintero. Uno
de andar por casa. Ella es así, puro glamour. En mi escalera el único que sale
a la calle con ropa de… calle soy yo. Todo lo demás son pantuflas, batines,
batas, remolinos capilares de recién levantado y en general moda de geriátrico.
Todos tienen muy superada la mirada del prójimo.
Soluciono el
asunto más o menos. Quedo atrapado durante días en casa esperando que mi
compañía envíe un técnico para solucionar los problemas. La primavera se queda
fuera y yo me quedo en casa. Expuesto a más notificaciones y llamadas de bancos
que intentan robarme más y mejor. En fin, la maldición de la que hablaba.
Así que ayer,
en pleno fin de semana y libre y en el campo me puse a lo final de “Lo que el viento se llevó” y con tierra
en la mano alcé mi puño al cielo prometiéndole al dios que estuviese de guardia
que no iba a dejarme avasallar por ninguna maldición.
No mucho
después me caí por un terraplén que no vi bien y conseguí un par de esguinces
de segundo grado en los tobillos. Uno por tobillo, muy bien repartidos.
Actualmente estoy de baja. Esperando que mañana por la
mañana alguien venga a buscarme y demostrarme que la mala suerte o las
maldiciones, contra lo que siempre he pensado, sí existen.
Comentarios
ABRAZOS
Un abrazo y mejórate.
Te decía que, como soy una mala persona y una impresentable, no paré de reír, incluso cuando llegué a los esguinces. Sergio, es que lo cuentas así, como si nada, y yo voy lanzada.
Por este lado de la pantalla en total identificación con esta entrada, sobre todo con la vecina pájaro carpintero, que es como la mía más menos.
Espero de corazón que sanen bien los esguinces.
Un abrazo!!!
No creo que seas mala persona. Somos así. Nos reímos de estas cositas. Tampoco es que cuente un dramón de los de llorar.
Mi vecina sigue tal y como la describí delante de mi ventana. Tiene que habalr conmigo de algo. Esto no cesa.
Un abrazo
-Todo esto te pasa a ti?
Madre del amor fermoso
pd/ espero tu respuesta para comentar mientras te encomiendo a un santo o a dos...
Un beso
mejor preguntarse eso que otro tipo de dolores... esos que nos hacen meternos en la cueva hasta curarnos y volver a caminar
mas besos y buen finde