El calor del verano también puede ser una buena hostia




Una mala mañana de sábado para ir o volver del trabajo. Ya he dicho en otras ocasiones que juntar trabajadores con fiesteros no es bueno para los primeros. Especialmente en esta Barcelona que Ada Colau ha dejado a su libre albedrío (y el libre albedrío aunque en teoría parece una opción de libertad sólo es opresión del más fuerte sobre el más débil). Somos ya la ciudad líder española en delincuencia. La hemos incrementado un veintiocho por ciento este año y subiendo.
Un tipo de acento magrebí se me acerca y me dice hola qué tal, me apunta con una pistola imaginaria. Está fabricada con su índice que hace de cañón. Su mano forma el resto del revolver fantaseado. Me “dispara”. Hace pum con la boca. Está claro que en su cerebro hay un deseo muy claro. Menos mal que esta no es la América de Trump y aquí no se venden armas como churros en el mercadillo.
Le pregunto si tiene algún problema. El me pregunta a mí si lo tengo yo. Lo dice con un deseo poco disimulado de que yo le diga que sí. Porque él desea ser mi problema. Sabemos que todo el que te pregunta si tienes algún problema no lo hace por resolvértelo. Está como loco por que yo le diga algo que le termine de dar la excusa que apenas necesita para hacerme pulpa y desahogarse de vete a saber la mierda de vida que lleva. Pero no. Yo vengo de leer varios informes psicológicos de cómo tratar energúmenos o violentos en bibliotecas (para las oposiciones que mencioné anteriormente). Los informes dicen que no hay que mostrarse sumiso pero tampoco desafiante. Usar “la sonrisa de buda”. Hacerle ver al energúmeno o violento que yo no soy su enemigo pero tampoco su víctima.
Este magrebí teórico tiene su cara a dos centímetros de la mía. Es esa pose que en una mujer indicaría que puedo besarla sin miedo a ser denunciado pero que en un hombre sólo indica desafío y en mi caso alienta ganas de salir corriendo. Pero estoy de pie en un vagón de tren solitario. Contra la pared de los servicios. No me suelo sentar por dos estaciones.

-      Mi problema es que el tren no va tan rápido como querría. Quiero irme a dormir- le digo dándole diálogo y tratándole como un ser humano, sí, con la sonrisa de buda creo que en su sitio.

-      ¡Eres seguridad! Yo fui eso. Entiendo lo que es eso- ha visto algo en mi pantalón que le hace creer que soy del gremio de los seguratas pero cuando intento decirle que no él ya está con su monólogo- Puedo respetar eso pero… Ten cuidado amigo. Ten cuidado. ¿Tienes familia? Porque si no tienes familia aquí tienes una- se golpea el pecho- Yo no- veo que ese es el problema. Extranjero, sin familia, con un aspecto de inmigrante muy notorio… me pongo en su lugar y sé que es no fácil pero él no se pondrá en el mío para entender que no es fácil servir de saco de boxeo con el que desahogarse.

-      Bueno, pero no es bueno ir por ahí enfadado.

-      Ten cuidado amigo, ten cuidado- me vuelve a decir, es su mantra- Yo en seguridad he visto de todo. Te sacan una navaja y te matan en dos segundos- se señala el cuello y hace el gesto de matanza en la yugular.

Luego me enseña su colección de anillos plateados con motivos ornamentales en forma de calavera. Todos juntos forman un puño americano de fabricación propia que me podría destrozar sin mucho esfuerzo. Como demostración golpea varias veces y sin previo aviso al lado la pared a la altura de mi oreja. Intento ser optimista. A lo mejor está matando un mosquito que ha visto allí y esa es su forma exótica de hacerlo. Por otro lado, mejor la pared del vagón que mi cabeza.

-      Tengo ganas de golpear y matar a alguien- me confiesa con la ira en el rostro un poco desenfocada por la cercanía y mi posible presbicia.     

-      Pero puedes ir a la cárcel.

-      No me importa ir a la cárcel. Si alguien se pone chulo lo mato. Si alguien…

No le digo que parece que va buscando gente que no solo no se le ha puesto chula si no que están a su rollo esperando irse a dormir. Pero llega mi estación que afortunadamente no es la suya. Le digo amablemente que me tengo que ir y aunque no lo siento así, que se cuide (realmente espero que se encuentre con otro como él y se revienten mutuamente para luego deleitarnos en los telediarios de sobremesa).

-      ¡Ten cuidado, amigo! ¡Ten cuidado! – me grita mientras los pasajeros que suben al tren nos miran sin saber que no entran en un lugar muy recomendable.

Yo voy a la ventanilla de la estación pero no hay nadie, sólo gente saltándose las barreras sin pagar. Quiero avisar de que un peligro viaja en ese tren. De hecho, ese tren debería llevar seguridad, pero estos solo aparecen bien entrado el día, cuando no hacen falta, para controlar a la “peligrosísima” gente que no ha pagado el billete.

Comentarios

Pitt Tristán ha dicho que…
Sergio, eres un intelectual, no te puedes rebajar a estos pensamientos, aunque sea en un relato de ficción, eso déjalo para casos perdidos como el mío, para aquellos que ya no llegaremos a nada, bueno, que ya hemos llegado a nada quiero decir. Ada Colau, un magrebí, seguridad ciudadana de Barcelona... todo ello puesto en solfa... peligro, peligro...

Un saludo.
Sergio ha dicho que…
Pitt: Usted también es un intelectual. Y no es que uno se rebaje, es que los demás dicen que nos rebajamos y al final nos lo creemos. Esto es la realidad de Barcelona. Y hablo de la que no se denuncia. La que sí está denunciada hace que seamos líderes en inseguridad ciudadana. Eso sí, no sólo es por culpa del Magreb. También tenemos mafia rusa y rumana, no quiero que piense usted que acuso siempre a los mismos. En cuanto a los autóctonos se están animando y nos han incrementado el tema de robos a pisos. No sé quién dijo que "no porque la realidad no le guste voy a dejar de decirla". Pero bueno, saludos y abrazos, mi siempre bienvenido e irónico Pitt.
Pitt Tristán ha dicho que…
Muchas gracias, Sergio. Ya sé que tener pocos comentarios a una entrada no es lo que más nos alegra a un bloguero pero reconozco en ello que vamos por el buen camino.
Reconforta.
Dorotea Hyde ha dicho que…
Jolín, S., a veces me sorprende el paralelismo en nuestras vidas. Sabes bien que hemos coincidido en la temática de nuestras entradas en fechas cercanas. Hoy mismo he sufrido un encuentro similar, un loco que me abordó en la calle pidiéndome un euro. Seguramente más breve, menos fuerte, pero no por ello he dejado de temer por mi seguridad. No creo que escriba sobre él aunque fue en horas de trabajo. Fue hace solo unas horas, por eso me ha afectado tanto tu entrada. Aún tengo escalofríos, tanto por lo que he leído como por lo que he vivido.

Y si dejamos el contenido a un lado, una entrada fantástica en forma. Me ha encantado.

Un abrazo enorme.
Sergio ha dicho que…
Dorotea: Desde luego estamos viviendo las mismas situaciones. Y ojo que de esta anédota ya avisaba o dije que la contaría en mi post anterior. Creo que también vaticinaba tu desagradable incidente. No sé si a veces escribimos cosas que pasarán en el futuro o es sólo que el futuro es demasiado parecido al presente o al pasado, repetimos situaciones que no se solucionan nunca.
Parece que tu ciudad tiene también estos problemas(todas en mayor o menor medida). Porque realmente la inseguridad en la ciudad te afecta un tiempo. No quiero ni pensar en una paliza, en una mujer violada, en un robo con fuerza... No quiero ni pensarlo porque eso ya te debe dejar secuelas permanentes. Estos pequeños casos te perturban y sirven para imaginarte a escala los casos más graves de la prensa. Y estas sí son mis verdaderas historias de terror, no las historias góticas de fantasmas. A ver si vivimos paralelismos más placenteros. Un abrazo
Verónica Calvo ha dicho que…
La empatía, esa gran desconocida que a veces solo nos sirve para llamarnos tarados por haber tragado chapa.
Menuda situación...
estoy segura que yo hubiese actuado igual, porque ante todo, que haya calma y "buen rollito" hasta la siguiente parada.
Barcelona a la deriva. Ostias con los manteros, delincuencia, sociedad divida y agresiva... qué pena, Sergio.
Tu ciudad no se merece esto.

Abrazos.
Sergio ha dicho que…
Verónica: Sí, Verónica y... plagas de todo tipo. A veces doy la impresión de que aquí se está cociendo el castigo de Sodoma y Gomorra pero también tiene sus cosas buenas. Ya hablaré de ellas cuando cambiemos la alcadía y se lo merezca aunque sea un poco. De momento los municipios aledaños se están poniendo las pilas. El mío tiene una alcaldesa cuyo partido político no me gusta pero ella en particular sí lo hace bien. Abrazos

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