A bofetadas con mi viejo yo
No suelo recordar mucho el pasado porque casi todo lo rememorable lo tengo escrito en diarios. Así que el otro día releí uno antiguo. Mucho. Compruebo allí que nunca me he subido a un transporte público sin un libro en la mano. Aparecen en cualquier época. El libro es como un complemento de mi indumentaria.
Me detengo en la noche de un Sábado que había olvidado. Volvía de casa de mi pareja de entonces. En realidad de la casa donde ella vivía. Compartía una gran habitación alquilada con una estudiante de universidad. La casa era de una señora de la vieja burguesía barcelonesa. Ella muy mayor también.
Los fines de semana la compañera se iba a su pueblo y mi novia me pasaba de contrabando a su cama de alquiler. Aprovechábamos el despiste de la anciana casera. Pero sobre todo aprovechábamos que la casa era grande y al parecer discreta. Nunca descubrieron al polizonte sexual. Aunque una noche faltó poco. Tuve que esconderme un rato en el sólido y asfixiante armario. Envasado a la madera de roble mientras mi novia le explicaba a la anciana que ella no había escuchado ningún ruido.
¿Y a qué ruidos se refería? ¿Gemidos, resoplidos, los muelles de la vieja cama? Ninguno de esos. La paradoja es que por esa época la pobre señora comenzó a oír voces en su cabeza. Las escuchaba en su imaginación pero a nosotros que en teoría éramos de verdad, no.
Así que una noche de esas de "haz el amor y no la guerra" esperaba de madrugada el bus. Olor a sexo en el cuerpo y un libro en la mano. En esa época me importaba más lo primero que lo segundo. Luego ya un poco más lo segundo que lo primero aunque a veces...
Aquella noche era rara. Las feromonas tal vez. Dicen que si eres muy activo-a sexualmente se te multiplica el atractivo sexual.
¿Qué lees?
Una chica menuda y sonriente me hizo levantar la vista del libro. Le respondí sabiendo que le daba igual. "Ah, vale", me dijo al contestarle sin bajarse de la sonrisa. Luego me preguntó que de donde venía. Mientras yo sopesaba lo que iba a responder apareció otro personaje en escena.
¡Borges!
Un tipo panzón, algo desaseado y a juzgar por el olor a bodega borracho, se unió al grupo sin invitación. En mi diario le defino con resentimiento y diciendo que tiene el encanto "de un plato de sopa". Por esa época la sopa me gustaba tanto como a Mafalda,. Y casi cualquier plato. Luego ya me volví menos elitista con la gastronomía. Y con todo.
El tipo soltó un par de datos sobre el autor y luego se lanzó al ataque sobre la chica. Polarizó la conversación, la convirtió en su espectáculo que consistía en monólogo. Yo no encajé ninguna palabra en la conversación. Puede que algún balbuceó con suerte.
Yo no pretendía nada con la chica. Ya estaba satisfecho. Sólo el flirteo o poco más. En esa época también me gustaba un poco más eso que leer. Pero esa batalla estaba perdida. Y si fuera guerra lo mismo. El hombre buitre-moscón-hiena era muy impositivo.
El tipo se sentó rápidamente con ella cuando subimos al bus. Intuyo que yo me quedé de pie. Como hago siempre en los transportes masificados de la noche fiestera. Escribo que la chica parece escucharle por no quedar mal con él. Yo sigo con mi libro...
Luego salto unas páginas para leer algo más positivo. Leo por encima que no me presento a unas oposiciones a bibliotecario porque la gente me parece muy preparada por allí y son muchos. ¿Preparados? ¿Mirándoles ya sabía eso? ¿Leía la inteligencia por la fisonomía o por la forma de sus cabezas como un frenólogo del siglo XVIII?
Paso páginas y veo tan poca sangre en esa versión mía que se me enciende de rabia la que tengo ahora. Perder oportunidades porque las doy por perdidas antes de tiempo.
Como si la vida no fuera lo bastante corta algunos hemos perdido más de la mitad dudando de nuestras posibilidades.
Comentarios
Sobre lo que dices de nuestro yo de ahora seguro. Yo ya sé verme fallos actualmente aunque no estoy seguro de cómo cambiarlos. Estoy seguro de que cuando ya todo esté perfecto en mi vida me queden un par de telediarios. Un saludo
Ya sabes que las cosas se ven diferentes, y más claras, cuando le pasan a otro, por eso estoy segura de que actuaste como lo hiciste porque era lo que en el fondo querías. Además, era tu forma de ser, así que tampoco vale la pena fustigarse por lo que pudo ser y no fue. Más vale invertir esa sabiduría y experiencia en el presente. Esa oportunidad realmente no te interesaba en ese momento, pero vista desde lejos y con la perspectiva de la experiencia creemos tener muy claro que si hubíeramos actuado de otra manera la elección hubiera sido más acertada, pero tampoco podemos saberlo.
Tendemos a pensar en las otras elecciones que creemos hubieran sido mejor, pero también las pueden haber peores.
Pero bueno, tengo muy claro que en tu piel pensaría y acturaría como tú.
Me releo y no sé si mis palabras tienen mucho sentido, pero yo me entiendo ;-)
Besos.
Supongo que si todo fuera bien y perfecto en todo momento la vida sería aburrida. Según Schopenhauer la clave de la felicidad estaba en no conseguirlo todo siempre pero sí de vez en cuando. En equivocarse a veces pero no a todas horas. Yo uso mis viejos errores para tener algo que contar. Besos
Un abrazo enorme.
De tu relato me parecio que se alinearon todos los planetas a tu favor 😊 tu novia sola en la habitacion y la abuela que escuchaba otras voces, fue genial.
Y lo de la chica del bus fue lo que tenia que pasar.
Te mando un abrazo y pienso volver 😊
Cada día entiendo más a esa gente que llega la tercera edad más feliz que de joven. Creo que deben verlo todo con perspectiva y liberarse entonces de todas sus cargas emocionales. Todo les da igual porque a lo mejor es que nada realmente debería importar tanto. Saludos y vuelve que te espero.
Eres u gran escritor, Sergio. Tus historias siempre son adictivas. Escribes muy bien.
Me hizo gracia lo del señor del autobús. Una vez en el metro vi a Hemingway. Será que a los que llevamos siempre un libro todo se nos hacen historias y vemos escritores por todas partes???
Abrazo.
Y gracias por tus halagos. Son los de una poetisa inspiradísima, incombustible, única. Un abrazo