La ley de los promedios
No sé si es cierto que un nivel lo suficientemente avanzado de tecnología es o se asemeja a la magia. De un modo psicológico sí que se puede considerar la máxima. Para mí es magia que un avión con todas esas toneladas de metal pueda volar, o lo es que le de a un interruptor y se haga la luz(cuando no hay cortes de suministro eléctrico por culpa de alguna incompetencia colosal) o incluso me parece mágico que el mando de la Wii de Ozymandias funcione bien cuando juega él y en cambio sea un desastre cuando lo cojo yo. Sea como sea, si somos unos descreídos o unos enterados decimos que todo lo que no entendemos es tecnología y se puede explicar(aunque nosotros no podamos explicar una mierda) y así podemos vivir en un mundo libre de supersticiones, malos agüeros, fantasmas o dónde lo que dicen los políticos es cierto.
De todos modos hay algo que a mí sigue sin cuadrarme. Y es que el hecho de que tenga una explicación no significa que esta no sea menos mágica que el hecho de no tenerla. Estoy hablando de la ley de los promedios. Según la estadística(ya escribí alguna vez sobre el azar y lo que me fascina a mí y a por ejemplo, Paul Auster) hay una ley que dice que si tiras una moneda cien veces esta tiene tendencia a salir cincuenta veces cara y otras cincuenta veces cruz. También dice esa ley que alguna vez me tocará la primitiva ya que los seis números que me tienen que salir se darán en alguna ocasión inevitablemente(en diez años sólo he conseguido un máximo de cuatro aciertos pero decenas de reintegros). Sin esa ley ya sé que tendría en mi hucha más dinero del que he ganado si no echase la primitiva.
La ley de los promedios se usa en muchos ámbitos pero el de la economía es el que más se deja seducir por ella.
En cierto libro leí que si te sucede una desgracia ya tienes muchas posibilidades de que no te vuelva a suceder. Pero claro, si eres imbécil también tienes ese otro dicho sobre “chocar dos veces con la misma piedra”.
Cómo cierto famoso enemigo de los cuatro fantásticos llamado “el pensador” la ley de los promedios nos dice que si tienes todas las variables en un tu mano puedes predecir el futuro. De ahí que los adivinos pregunten cosas como “¿Tienes pareja?” para luego predecir “seguramente tendrás alguna discusión con tu pareja”. También sabes conociendo la variable “no tengo pasta” que en tu futuro más inmediato no te podrás tomar un café, ni ir de tiendas, ni ir de putas. Yo puedo también hacer predicciones a largo plazo como la siguiente: “que en el año 2008 hay grandes posibilidades de que el uno de Enero sea el primer día del año y mucha gente este resacosa y falte a mi trabajo y yo tenga que trabajar por ellos y me cague en sus muertos”. El conocimiento de ciertas variables te permite tener el futuro en tus manos. Y si tienes dinero, el futuro de los demás también pero ese no es tema de este blog.
La ley de los promedios es magia. Ya sé que en mi cine van a venir tantas personas de media si hay malas películas, si hay fútbol, si es fin de mes… Con esas variables sabes que se dará un tanto por ciento de asistencia. ¿Y qué pasaría si todo el mundo asistiera de golpe a mi cine? ¿Y si durante un mes nadie pudiera ir? Pero eso no ocurre. Ni ocurre que todos los americanos en masa se nieguen a luchar en Irak. Ni que todos los hombres en masa se quieran follar a la misma mujer a la misma hora(pero eso es solo porque no todos tienen ocasión de ver a Monica Belucci a la vez). Tampoco hay masivas asistencias a las bibliotecas que vacíen las estanterías y no se encuentre nada. Sólo el aeropuerto del Prat en verano parece desafiar un poco esa ley y como que da la impresión de que todo el mundo va allí a la misma hora. También “El corte inglés” en primer día de rebajas chulea un poco a la ley. Pero nadie la vence. Parece que algo por encima de nosotros ordene el mundo en el que vivimos. Cómo ya dije, es casi mágico. Y es que uno quiere ser ateo pero sólo se queda en agnóstico. A veces da la sensación de que conocemos cómo funciona el mundo pero seguimos sin saber por qué funciona así o qué lo hace funcionar de ese modo.
Bill Gaines y Al Feldstein, dos escritores de comics de los cincuenta ironizaban con esta ley y en uno de sus tebeos para la EC hacían que un científico se alarmase cuando encontraba la sala de conferencias vacía. Decía que la sala estaba así porque la ley de los promedios se había roto y eso supondría el fin del mundo. Al final resulta que es Domingo y sólo hay una persona porque esta es del personal de limpieza. La ley es indestructible.
De todos modos quiero saber más sobre ella. Se mire como se mire esa ley es práctica. Un amigo me hablaba así sobre alguien que de modo intuitivo la ponía en práctica: “Este tío le pregunta a todas las tías que ve por la calle si quieren follar con él aunque no le conozcan de nada. Por estadística, alguna le dirá que sí”. Interesante. Lástima que haya estadísticas tan lentas. Lástima que no conozca a este tipo para explicarle lo de mis problemas con la lotería primitiva. Lástima que las estadísticas sobre mortalidad no te den más de ciento veinte años de esperanza de vida. Te tiene que llegar lo que deseas… si eres capaz de vivir miles de años. ¡Hay que joderse!
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