Veneno en la sangre (que sale por la boca)

Sonríe porque tiene vida sexual
La dejo hablar. Es lo mejor. Sé que luego sé sentirá mejor. Si le llevo la contraria en este clímax de su mal rollo la frustraré más y no dejaré salir el vapor por la olla Express. Eso no es nada recomendable. Me puede explotar en la cara. Ella que se desahogue. Más adelante, tal vez de aquí a dos o tres años, podamos hablar con frialdad de este tema. Y tal vez le pueda decir que no es para tanto, mujer, que la chica que la “ofendió” sólo se sintió ofendida primero por lo que dijo ella, que si le molestaba que no pagase tal vez se lo debería haber dicho a ella antes que a mí, que si viste mal sólo se perjudica a sí misma y puede que ni eso, que buscar una venganza por algo tan nimio me parece enorme… Pero de momento remuevo el café con leche descafeinado y me termino el croissant que gracias a ese torrente de palabras y mala leche(está más buena la de mi café) puedo engullir sin intermedios y sin tener que hablar demasiado. Apenas un “¿En serio?” o un “Claro, claro” de vez en cuando. En algunas partes del discurso admito que me distraen los pechos en segundo plano de una interesante mujer que pasa a pocos metros de nosotros. Después se aleja y entonces me interesa el trasero(o no) de la hembra silenciosa. Pero la hembra que tengo delante no es nada silenciosa. Sigue hablando y escupiendo el veneno o las toxinas que una mala experiencia reciente le han generado. Pongo la mano delante de mi café para que no caiga ninguna gota de ponzoña. Sólo faltaría que me envenenase yo. Y así pasan los minutos. Miro disimuladamente el reloj. No es que me aburra pero cuando el discurso ha reiniciado desde el principio para recorrer de nuevo lo ya explicado he recordado que tengo otras cosas en qué pensar. La parte en la que la ofendieron ya la he escuchado. Me la explica ahora por cuarta vez pero desde otro punto de vista: el de una amiga que iba con ellas cuando ocurrió. También me da el punto de vista de los padres de la chica que, ¡no me lo puedo creer!, ni siquiera ellos están con su hija. O ese es el punto de vista que se me expone. ¿Puedo juzgar este hecho? Lo cierto es que no. Cuando alguien nos habla tendemos a creerle a él por encima de la persona que no está allí para defenderse. Si el que nos habla es amigo o amiga nuestro, le creemos más todavía. Pero todo es un engaño muy psicológico. Sé muy bien que siempre hay que escuchar todas las versiones. Y aun así no tendremos la verdad absoluta. Está la versión que damos. La versión que ocultamos. Está la versión de nuestro subconsciente. Está el asunto de que nos podemos equivocar por una mala comprensión de dichos hechos, por una mala recepción de nuestros sentidos, por un mal razonamiento, por apreciaciones apresuradas y torpes, por escaso conocimiento del prójimo, porque ese día estamos de mal humor y no estamos nada empáticos.
Vuelvo a mover la segunda parte del café con leche. Quiero decir que ya voy por la mitad de la taza y la historia que me cuentan sigue sin avanzar tanto. Ha vuelto a reiniciar.
Cuando se nos acaba el tiempo mi amiga admite sentirse mejor. Es bueno vomitar toda esa porquería fuera.
Yo le doy un último trago a mi café con leche. Se acabó. No queda nada de lo que nos han servido sobre la mesa. Es hora de aportar alguna conclusión. Es hora de mostrar que he estado allí y que no he estado pensando en otra cosa como por ejemplo un par de gloriosas tetas o un buen culo(o no) que se alejaba en lontananza. Y entonces es cuando le pregunto, no sin cierta malicia: “¿Has pensado en liarte con algún tío? Eso distrae mucho y por lo menos follas. ”
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