El poder del amor (II de III, acabo de darme cuenta)
Francisquillo estaba acabadillo, resumiendo
lo de la semana pasada.
J. le dejó una bicicleta para que
cambiase de hábitos pero casi no podía sostenerla ni llevarla a casa. Casi no
podía sostenerse él. Arrastraba los pies como un anciano de hospital o asilo y
bajo cuidados especiales.
Cuando aparecía con sus movimientos
al ralentí intentaba ser el de siempre. Pero se notaba el esfuerzo. Aunque
seguía con su humor gamberro y sacaba a relucir la homosexualidad del padre de
J. no porque fuera cierta sino por faltarle al respeto y ahí parecía el de
siempre (debo decir que esto lo hacemos todos, nuestros padres son muy
mencionados entre nosotros para insultarnos, la madre en cambio es como el
último límite de la confianza que nos podemos tomar y la dejamos tranquila,
los barrios todavía respetan ese pequeño reducto casi sagrado que es la
maternidad, no hay más que ver los tatuajes en los brazos de los tipos duros de
extrarradio).
Pero Francisquillo a pesar de sus gracias
era más “illo” que nunca, el diminutivo se había convertido en profecía. Estaba
reducido a ser muy poca cosa como persona.
Así durante dos años.
Esta primavera sin embargo, alguien
volvió a sacarme de la lectura en un parque del barrio. Sigo buscando el banco
perfecto donde no me conozca nadie pero coger el metro para ir a leer fuera de
mis lugares habituales me parece excesivo. El que me molestaba ese día era
Francisquillo. Me enseñó su móvil y me dijo sin perder el tiempo con esos
estúpidos trámites del “por favor” y el “si eres tan amable” que le hiciera un
par de fotos de cuerpo entero. Eran para colgarlas en una página de contactos
de internet. Una de “relaciones serias”, me aseguró. Como si a mí me tuviera
que importar que fueran serias o informales o de cinco minutos y “ups, esto
nunca me pasa, te lo prometo”.
- - ¡Pero
sácame bien, mamón!
Yo no quise decirle que milagros a
Lourdes. Ni tampoco explicarle que de cuerpo entero seguía pareciendo de cuerpo
a medias o de cuerpo un cuarto de hombre. Que fotografiar una sombra de persona
y pedirle que pareciera un hombre de verdad era cosa del photoshop y esa es una
disciplina que no domino por principios, porque mentir con imágenes es lo mismo
que mentir con palabras. Tampoco le dije nada porque solo quería acabar el
encargo y que no me molestase. Y porque hay verdades que nadie quiere que le
cuentes. La sinceridad es a veces otra forma de tortura.
Le hice un par de fotografías sin
pensarlo mucho. Afortunadamente cerró la boca para que no se viese lo peor de
su rostro. Pocas piezas le quedaban ya. Tal vez cuatro.
- - ¡Pero
qué cabrón! ¿Y por qué sacas a estos viejos detrás de mí?
- - Estaban
ahí, no podía sacarlos del plano.
- - Pues
me pongo en este lado y me haces otra.
Había más viejos. Todos los segundos
planos estaban invadidos por un geriátrico matinal. Estábamos en el parque y a
esas horas los jubilados buscaban sol, pasear a sus nietos, qué importa, a mí
no me molestaban. Y a él tampoco le tendrían que haber molestado tanto. A lo
mejor es que no quería que le confundiesen con esa franja de edad antes de tiempo.
- - ¿Y
qué más da? Tú sales centrado. Olvídate de los viejos. No hacen nada. Nadie se
va a fijar en ellos, la fotografía te destaca a ti.
- - No
sé, todavía se fijarán antes en ese de ahí- señaló un señor canoso que salía en
una esquina de la fotografía y que efectivamente tenía mejor aspecto que él.
Y sí, era cierto que alguno de esos
abuelos le comía el plano incluso teniendo menos espacio. Pero no soy
fotógrafo. Centrar, disparar y listo.
Se llevó el material que le dejé y ya
no lo volví a ver.
Hasta que llegamos al principio del
post anterior.
Pero de momento lo dejo aquí por
última vez. En la frutería de un pakistaní. Esperando a mi compañera y viendo
llegar en bicicleta a Francisquillo. Sabiendo que nunca se te acerca si puede
evitarlo. A no ser que quiera que le hagas una fotografía.
Pero vino directo hacia mí.
Esta semana que voy peor de tiempo me
lío con un post tan largo. Continuará muy pronto y acabaré ya esta historia de
amor en la que sigue sin haber nada de amor.
Comentarios
estaba pensando yo lo mismo
donde has metido el amor¡¡
es tímido ¿? :P
Ay ese ..illo
no sé yo como saldrá si se mete en una página de contactos ¿serios?
enamorado me temo y algo flaco [por dentro, que eso es lo j.. di..o]
Besos
Y lo que he me he reído con lo de la foto. Pobre hombre, parecía acabado pero ha revivido de verdad si está ilusionado con el tema ligoteo. Veremos en que acaba. Porque lo veremos, no?
¿Francisquillo es el mismo de la historia del domingo en el parque con los testigos de Jehová?
Gran párrafo en el que dices que no se puede fotografiar a una sombra de quien fue etc.
Me voy con ganas de saber qué pasó y si hay historia de amor, no por el amor en sí mismo, es por ver lo del roto y el descosido.
Mejor me callo, que me apedrean.
Abrazo.
Verónica: Pues porque ya no estabas aquí pero al leerte he cogido unas piedras para arrojártelas por lo del roto y el... eso mismo. Pero bromas aparte no escondo cartas, ya se ve venir hacia dónde vamos. No estoy buscando un giro efectista y espectacular. Solo estoy contando a mi manera lo que me contó hace poco Francisquillo. Un abrazo, poetisa.
No soy buena haciendo fotografías, pero me encanta mirarlas e imaginar qué es realmente lo que estoy viendo en este instante congelado.
un beso
Pero todas las personas, cualquiera que sea su historia y sus antecedentes, cualquier tipo de vida que hayan acabado viviendo pueden intentar cambiarla. En esencia nunca terminarán cambiando del todo pero desear entrar en la "normalidad" de la sociedad es algo que no todo el mundo sabe hacer pero que estoy segura todos desean...
Todo el mundo desea sentirse aceptado y querido por alguien. Todo el mundo desea pertenecer. Las personas que viven "fuera" en algún momento de su vida, por el motivo que sea, se dan cuenta que necesitan entrar en el "mundo real".
No sé si tu historia por capítulos es de amor, pero para él, quizás conocer a alguien que le de "bola", ha hecho que haya querido arreglarse y cambiar...Encontrarse con el propio cuerpo, pensar que ya no tendremos tiempo de nada más en este mundo...también es algo que hace cambiar a las personas. Tu historia está en medio de mis dos yos...me alegra y me entristece. Pero siempre, en el fondo de mi misma, he creído en las personas. Creo que algunas de ellas desean con todo su corazón ser distintas, aunque no saben como.
Me gustó tu historia.
Yo espero que le vaya bien...dime iluminada...jejjee
Muchos besos