La edad sin inocencia
En “La edad de la inocencia”
película de Martin Scorsese pulcramente basada en la obra homónima de Edith
Warton, se da una historia de amor imposible. Pero me interesa el ambiguo
final. Recuerdo al noble que casi renuncia a todo por el amor de la condesa
descarriada. El tipo mira hacia la ventana de su viejo amor de juventud que
pudo ser pero no llegó a suceder. ¿Fue así la película? La vi hace muchos años.
La memoria te traiciona más que el cuerpo pero no tanto como la mayoría de las
personas. Recuerdo que una vez más, los dos viejos y antiguos enamorados (Daniel
Day-Lewis y Michelle Pfeiffer) no se vuelven a encontrar. Creo que ya solo
queda la curiosidad. Era mejor así. También cierta nostalgia. ¿O es todo lo
contrario? Ni siquiera sé por qué la recuerdo.
Cuando estaba en la universidad mi historia era muy
diferente a esta. A mí las convenciones sociales no me impedían acercarme a I.
y decirle que me gustaba mucho, que la casualidad la había puesto a mi lado en
los pupitres de la facultad y eso me parecía un regalo por vete a saber qué
favores le había hecho yo al destino (con lo egoísta que era, requisito casi imprescindible
de los muy jóvenes). A mí lo que me impedía decirle algo eran más bien las
convenciones limitadoras de mi timidez. Y ella se portó muy bien como amiga.
Hasta me facilitó uno de esos trabajos fáciles que se alternan con las clases,
hacer que un niño avanzase con sus estudios.
Volviendo al presente nos pongo en situación. Decido llegar
en punto al psicotécnico de pedagogía. Estoy harto de los tiempos muertos
haciendo que leo el móvil apagado y sin saber dónde poner la mirada frente a
extraños y extrañas que hacen algo parecido mientras esperan entrar al aula.
Pero hoy han abierto antes. Ya están todos sentados. Cuento veinte. Pocos. O
más bien pocas. Salvo el tercer hombre que llega, yo mismo, el resto son
mujeres. Me siento donde me indican. Al cabo de cinco minutos llega la última
rezagada y ya somos veintidós. Se sienta apartada del grupo pero le indican que
se coloque a mi lado. Todos debemos estar agrupados por asuntos logísticos de
recogida de exámenes o de control. Nada de desperdigarse como lobos solitarios.
El psicotécnico no va de ser muy inteligente. Va de
adaptarse al perfil que pide el trabajo. Como se trata de un trabajo social
pienso en cierta persona extrovertida a la que conozco y respondo como si fuera
ella. Creo un personaje literario. Sé que si respondo como soy yo no me cogerán
ni en mil años. Aunque detecto ciertas preguntas en las que sí puedo ser sincero.
Terminamos el examen y mi compañera le dice algo al
examinador. Se ha equivocado con la columna de respuestas. Parece que lo tiene
mal. Pero entonces escucho su voz y la miro mejor. Ella ha ganado algunos kilos
pero el tono de su voz es tan delgado como siempre. Ni siquiera lo dudo al
escucharla. Es I.. El paso del tiempo ha sido gentil con ella. Pero los giros de
mi destino se han plagiado a sí mismos. En este mismo blog tuve un encuentro
con otro enamoramiento precoz en un tanatorio. Y luego en una sala de conciertos
con ella misma. Estos años me han mostrado a esas chicas con las que soñé hace
tantos años en lugares más o menos inesperados (en las oposiciones de pedagogía
no era descabellado pensar que encontrase una cara conocida). Convertidas en mujeres igualmente atractivas.
Pero librándome a mí ya de esa pulsión romántica. Viéndolas objetivamente y sin
rastro de angustia por lo inalcanzable que me parecía casi investido de
divinidad en otros tiempos.
I. me pregunta si soy
X y no, no recuerda mi nombre. Y además me desaloja de la casa de mis padres y
me pone a vivir en un sitio que desconozco pero a pesar de lo confuso de
nuestras memorias (yo inicialmente la
llamo Luisa y tampoco acierto) ambos sabemos que nos conocemos. He tenido
encuentros similares con otras viejas amistades y cada vez veo lo mucho que
creemos recordar y no, no es así. Yo tengo el apoyo de mis diarios de esa época
que me han dado el nombre de esta mujer. Últimamente he tenido cuatro
encuentros de gente a la que pensaba no volver a ver en la vida. Mi vida parece
el capítulo final de una serie donde todos, incluidos los secundarios, tienen
que hacer un cameo.
De pronto llega una tercera mujer que le pregunta algo y se
enfrasca con ella en una conversación. Parece conocerla de otro trabajo del
Ayuntamiento. La tercera tipeja interrumpe sin disculpas ni hace amago de dejar
que sigamos la conversación. Además, I. está frente a los servicios a los que
también le urge ir, sé que los exámenes son diuréticos para muchas personas, lo
veo siempre que acudo a esas pruebas.
En fin, ahí está esa entrometida con su propio blah,blah,
blah intrusivo y sin hacer enemigos. Luchar contra los maleducados es una labor
estéril. Me miro el reloj, I. me ve y me apoya con un “ya nos veremos con
suerte, Sergio”. Y sí, me voy, pensando en la escena que tan mal recuerdo de “La edad de la inocencia”. Intentado
averiguar qué pensaba Daniel Day Lewis cuando miró a la ventana de Michelle
Pfeiffer, su vieja amada. O de interpretarlo. Porque yo más allá de satisfacer
una antigua curiosidad por esas personas del pasado, no siento nada más. He
mirado a la ventana de la antigua amada y ya no la he visto. Pero le deseo lo
mejor.
Comentarios
Esa indiferencia sentimental del presente suele ser positiva.
Qué manía con agruparnos.
Tampoco yo recuerdo el final de esta película, curioso.
Abrazo, Sergio.
Ah, por cierto, que esos falsos recuerdos... ¿de verdad no os acordáis? Me parece curioso.
Un abrazo.
También me he encontrado en la misma situación que tú, pero en mi caso se había caído el mito.
Me ha pasado encontrarme con algún compañero del cole de esos que cuando pasaban yo contenía el aliento y parpadeaba más de lo normal (el cual ni sabía que yo existía). Y hace poco verlo y encontrarme ante un señor barrigón, casi calvo que te saluda de una manera más efusiva de la normal, y pensar que oye!1 que la vida no me ha tratado tan mal.
También es verdad que me ha servido para subirme el ego un poquito jajajajaja
Un beso!
Lo de los recuerdos... Yo me fui caminando a casa y recordé su nombre. Lo comprobé con el diario y sí, era tal cual. Y forzando la memoria vas enfocando mejor el pasado. Pero tengo una historia con otro ex-compañero de universidad muy parecida. Fallos de memoria enormes. Autoengaños brutales. Un abrazo
A mí no se me cayó el mito pero de todos modos se perdió. Cuando ves a la gente sin sentimientos de por medio no hay mito que valga.
Pero eso que dices de tus ex-compañeros nos lo demuestra más. Esos o esas que se confiaron mucho con su físico y se cuidaron poco y ahora nos retribuyen los pasados desaires haciéndonos sentir mejores. Las reuniones de ex-compañeros de clases, instituto, etc. son un nido de pensamientos comparativos terribles, por ejemplo. Un beso
Sergio, es un escrito precioso. Yo creo recordar -tal vez me equivoque de peli- que la casera donde se cita la pareja está cuidando a su esposo y en una ocasión le dice a la protagonista: "amar es limpiar culos". Supongo que es mi edad, pero me acuerdo mucho de esa frase. Encantado de conocerte el otro día. Un abrazo.
Es curioso pero hay momentos en los que parece que vienen oleadas de pasado. Vives en la misma ciudad de siempre, nunca te encuentras a nadie y de repente, zas! Esas casualidades que parecen dar un poco de magia-misterio a la vida o desencanto de ver que aquel pasado se esfumó
Bss ;)
Un abrazo.