De un humor de perros




Me fascinan las redes sociales. Cualquiera que las hubiese imaginado hace cien años hubiese pensado que serían el fin de la ignorancia. Pero vistas ahora parecen el principio de una estupidez renovada, más fuerte, más salvaje. La época de antorchas y quemas de brujas de “La letra escarlata” está que lo peta. Tengo un ejemplo cercano que me tiene admirado.
J. trabaja en una perrera, lo debo haber mencionado ya. Allí conoce un voluntariado generalmente maravilloso que de modo altruista dedica su tiempo a que los animales no se mueran de asco en sus jaulas. Les sacan a pasear. Pero hay de todo.
Hace poco un tipo de unos sesenta y dos años colgó en Change.org un artículo quejándose de la perrera con argumentos bastardos, mal informados o exagerados. Decía que allí se maltrataba a los animales. Su mayor apuesta por estos argumentos era quejarse de que había pocos voluntarios y de que las jaulas eran pequeñas. Maltrato. Claro. Y se quedó tan ancho y empezó a recibir miles de firmas que le inflaron más el ego a pesar de que el artículo tenía incorrecciones ortográficas, era falso y se lo había escrito su hija.
Lo primero es que quejarse de que no hay voluntarios no es culpa precisamente de la perrera. Pide campañas a favor de los animales pero ahí podría hablar directamente con la señora Colau y el Ayuntamiento que lanza partidas aquí y allá para esos asuntos (y hasta la fecha hemos visto en este mismo blog que es una gran defensora de los mamíferos roedores y ha protegido a las ratas de Barcelona como ninguna).
Las jaulas podrían ser más grandes, cierto, pero los trabajadores y hasta la dirección tiene el material que les viene de los mismos responsables. Recogen y curan animales que dueños inhumanos sí han maltratado. Les dan todo lo que pueden con lo poco que tienen. Se pueden pedir mejores infraestructuras pero hablar de maltrato de animales es ir al clickbait, al sensacionalismo, dirigirse al adicto “culo-inmóvil” de las redes que se mueve por el sentimiento pero nunca por la lógica. Gente que nunca visitará la perrera a ver si ese señor tiene razón o no. Buscar el “like” fácil sin pensar en las consecuencias.
El señor que ha hecho escribir eso a su retoño es un personaje. Un tipo que llega a la perrera con su sonrisa satisfecha y se quita la ropa dejándola en el coche quedándose en calzoncillos cada día. J. no sabe por qué sigue esta ceremonia pero la hace cada día. Probablemente por el mismo motivo por el que ha montado esa campaña, por puro exhibicionismo.  
Unas voluntarias veinteañeras dicen que le conocen desde hace por lo menos una década, cuando este hombre les tiraba los tejos. Esto me hace pensar que una fotografía del señor en ropa interior y una campaña en Change.org pidiendo la retirada de la libertad “del odioso y lascivo viejo pederasta” podría no llevar a nada legal sin pruebas pero le destruiría. Porque Change.org no es mala ni buena por sí misma. No es excesivamente poderosa pero sí consigue que se resuelvan ciertos asuntos o por lo menos les da visibilidad del mismo modo que un lacito en tu facebook.
No hace mucho un tipo en Gran Hermano Vip maltrató verbalmente a una concursante. Varios concursantes le hicieron bullying y sufrió acoso. La cadena estaba claramente a favor de los acosadores pero aunque las firmas para sacar al concursante machista no le echaron, sí les obligó a dar explicaciones, a defenderle menos y probablemente evitarán el tongo que se tenía previsto para que no ganase dicha concursante (pero no lo dudéis, todos los realitys son tongo y funcionan con guión, eso no es un secreto).
La fuerza de las palabras es enorme. Yo que amo la literatura lo sé pero la realidad me da la razón.
La campaña contra la perrera ha hecho que esos que pretenden defender a los animales no vayan a pasearlos y estos, desesperados por el aburrimiento, se autolesionen con más frecuencia. La estupidez humana es infinita.
Ya lo han dicho expertos en redes, los nuevos tiempos se mueven más por los sentimientos que la razón y así nos va.
Antes podías difamar en un pueblecito pequeño y si te ibas del pueblecito podías medio solucionar tu problema. Ahora el pueblecito se ha hecho global y no te puedes esconder. Y la difamación es peligrosa.
La credulidad y la desinformación todavía más.          

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