Sobrecarga de casualidades
Estaba trabajando cerca. En una obra. Se acercó a mí y me
preguntó:
-
Perdona
pero hace días que nos cruzamos y sé que te conozco de algo. ¿Te conozco? Seguro.
Si un hombre te pregunta eso es que quiere conocerte y verte
sin ropa. Pero normalmente si eres una mujer. Yo no lo soy. Por eso le di una
oportunidad y comprobé si podía ser cierta su impresión. Y el caso es que de
algo sí me sonaba. Estaba en algún archivo roído por los ratones de mi
incapacidad para recordar caras.
-
Sí… - le dije.
Él me situó bailando en unas discotecas en las que nunca
había estado. Yo ni siquiera me arriesgué con él. Pero cuando nos despedimos, caminando
hacia casa, algo parecido a l´esprit de la escalera (pensar en una réplica
ingeniosa cuando es demasiado tarde para darla) me asaltó. Yo no tenía una
réplica ingeniosa que darle pero sí me vino a la memoria quién podía ser.
Ese tipo había estado en la facultad de Pedagogía conmigo.
Es cierto que me pasé casi toda la carrera en el bar pero allí lo único que
hacía era tomar café. No es como si hubiese estado borracho para olvidar así a
la gente. Y hace poco he encontrado más gente dejada por la marea del tiempo en
mi presente (recordemos a I., la chica de las oposiciones del Ayuntamiento).
Me saqué la carrera echándole cara y pidiéndole los apuntes
a una compañera que siempre iba a clase y no disfrutaba del café tanto como yo.
Tenía muy buena letra. Si hubiese tomado yo los apuntes yendo a clase nunca
hubiese aprobado nada.
Pero este tipo de la obra era Cesar. Recordé su nombre de
golpe. En cuanto pude fui a buscar información en mis diarios de la época.
Escribía en cuadernos mis vivencias y preocupaciones del momento. Tengo mi vida
anotada en esos cuadernos desde la primera comunión hasta que me lié con mi
compañera actual y comprobé su tendencia a leérselos cuando yo no estaba en
casa. Los diarios privados siempre acaban haciéndose públicos.
Cesar era un buen tipo según mis diarios, se lió con una
compañera muy deseada por todos, hacía el payaso todo lo que podía, casi
siempre acababa en la misma cafetería que yo(los exóticos eran los que iban a
clase, al parecer la mayoría de los alumnos siempre estábamos de fiesta),
finalmente compartimos una noche brutal por Barcelona en la despedida de la
facultad. Yo tengo recuerdos borrosos de esa noche porque pillé la segunda
mejor borrachera de mi vida pero Cesar me envió una postal dónde decía que si
llega a saber que yo era tan divertido nos hubiésemos relacionado más en la
“facul” y me deseaba buenas vacaciones desde algún lugar de Andalucía donde
veraneaba. También recuerdo de aquella noche que mi compañera de los apuntes me
agradeció la dedicatoria que le hice en una cartulina donde todos le
escribíamos algo, que era una dedicatoria preciosa. Me gustaría saber qué le
escribí pero no era capaz de recordarlo ni a los cinco minutos de haberlo
escrito. Aún así me alegro por ella. Mi título de pedagogo se lo debe todo a
Sonia, a ella sí la recordaría si la viera por la calle.
He encontrado decenas de personas a lo largo del tiempo a
las que creía perdidas para siempre. Mi Barcelona es diminuta, parece ser. O yo
conozco mucha gente y me muevo mucho. Esa gente despierta recuerdos que tenía
casi olvidados. O que no recordaba en modo alguno. En mis diarios sale una tal
Berta durante un año y soy incapaz de recordar quién era. Muchas de las
personas están relacionadas entre sí sin saberlo ellos o yo hasta que lo
descubro.
Volví a ver a Cesar. Seguiría ayudando en la obra de un
primo suyo durante un tiempo. Su primo era amigo mío y vecino del barrio.
Hace poco un amigo de Facebook de la universidad me dijo que
teníamos otro amigo en común (Enrique, un tipo con el que escribí guiones para
una serie por internet de la que luego no hicimos nada pero nos reímos mucho).
Es curioso cómo a veces tienes amigos de amigos sin saberlo. Estamos
increíblemente relacionados. Esta mañana puedo haberme cruzado en el metro con
la ex del padre de un amigo tuyo. Y quién sabe. Vuestra compañera de trabajo
indeseable puede ser amiga del novio de una prima mía. Si os molesta mucho saludadla
de mi parte y decidle que si se porta
mal escribiré sobre ella en el blog.
Cesar se estaba despidiendo esta tarde de mí. Estuvimos hablando
un rato y resulta que Berta la olvidada era familiar de un amigo suyo que
siempre había querido dirigir cortos cinematográficos. Enrique, claro.
Comentarios
En fin, Sergio, que tiene que haber gente pa'tó.
Un fuerte abrazo.
Y mas aún si se vive en una ciudad pequeña como yo
sabes? a veces `puedo pecar de indiscreta , considero que tengo demasiada memoria para las caras ( y los nombres) y cuando me encuentro a personas con las que compartí aulas, trabajos, etc a veces me lanzo y otras me doy la vuelta, motivos? ninguno depende de mi impulso o de mi instinto o de a saber que
un besito y me alegra volver a encontrarte ( no sé porque no me salias en mi lista de lecturas ) en fin ... cosas de la vida y de los (des)encuentros
Una de las cosas que hago en vacaciones además de desconectarme de las redes sociales y móviles(más aún) es irme a sitios donde no me conoce nadie. Pero incluso una vez en Menorca, en el hotel, una pareja se me acercó a saludarme. Yo había trabajado en un cine de Castelldefells y allí me conocía hasta el Alcalde(y Messi, otro cliente del lugar). Pues me encontré con esos "conocidos" incluso fuera de dónde debía conocer a alguien. Mi leve misantropía no digital no disfruta demasiado con esos encuentros. Pero me dan tema para escribir que si no... Un abrazo, Pitt.
Lo que dices de ir a saludar o no, pues debo decir que yo a veces también dejo pasar a los que conozco. Si se que no me han visto y a mí no me apetece detenerme o sé que no tendré tema de conversación con ellos, les dejo pasar. Pero casi siempre me reconocen ellos a mí antes que yo a ellos y no tengo escapatoria. Soy muy lento.
Me alegra tenerte otra vez por aquí. Yo sí suelo seguirte en tu blog que actualizas últimamente con regularidad. Un placer como siempre. Besos
me iré poniendo al día, leerte siempre, aunque suene a cumplido, es un placer
Un abrazo.
Por si acaso, voy contando hasta cuatro. A mi no me apetece reencontrarme con el pasado. Están sepultados y olvidados, aunque supongo, puede tener su gracia esto del encuentro donde menos lo esperas. Madrid es grande, tanto en extensión como en posibilidades de (des)encuentros.
Abrazo, Sergio.
Gran abrazo