Días felices en la ciudad
Otra mañana de domingo. Temprano. Me gusta esa parte del
día. Hay más calles que gente. Hacen poco ruido. Sólo me rompe el cuadro un
tipo sobre su patín eléctrico. O trasnocha o madruga, a esa hora no se sabe. Es
un mortífero ninja silencioso. No hace ruido para atropellarte a traición.
Antes sólo teníamos las bicis pero estos han perfeccionado el arma. Y se saltan
las señales de tráfico del mismo modo que los ciclistas.
Por suerte hace años que salgo a la calle prevenido. Suelo
llevar música en los oídos así que miro mucho y giro la cabeza a menudo antes
de cruzar esas calles. Ni siquiera me relajo en las aceras. Hoy me sorprende un
motorista que se cree transeúnte. Le digo algo que sólo ofenderá a su madre
para que salga de ahí. No estoy inspirado pero funciona. Me mira a través del
casco. Tras dudar si decir algo de la mía no lo hace y se va. Me deja el primer
ruido molesto del día y su contaminación.
Yo sí respeto el paso cebra. En la urbe casi ningún coche lo
hace. Cuando voy a la Costa Brava o cualquier pueblo sí pero aquí no. Es como
una ciudad post-Apocalíptica al estilo de Mad Max. Reina la ley del más cafre.
Pasados varios coches uno se apiada de mí y se detiene. Yo
paso a la carrera para congraciarme con él. Suelo hacerlo así pero es absurdo.
¿Por qué corro? Los viejos se lo toman con calma y saben que ese paso cebra es
su derecho no su limosna. En cambio yo aquí, a la carrera para que el del coche
arranque rápido y se vaya. Ni que fuera su zorrita.
Entro en el vagón de tren con los hados ya definitivamente
en contra. Me recuesto contra un lado y sin querer acciono el teléfono de
emergencias. Empieza a sonar la señal de llamada en alto. Pero nadie lo atiende
para que yo pueda pedir disculpas. Sólo suena y suena en alto. No para. Es muy
molesto. Y la poca gente que hay empieza a mirarme mal.
Disimuladamente, me voy alejando del interfono como si la
cosa no fuera conmigo. El espíritu de Mr. Bean se me ha metido dentro. Mal
asunto.
En el Mercado de San Antonio me dedico a mis labores. Rastreo
y búsqueda de buenas lecturas al mejor precio. Hoy un tipo pone la mano en el
libro en el que yo había puesto el ojo. Lo coge apresuradamente cuando me ve la
intención de agarrarlo. Luego me mira mal. Yo le miro peor porque se lo merece
y porque el día ya me tiene harto y con alguien hay que pagarlo. Pero el tipo
hace como el motorista y prefiere largarse. Aquí hay mucho chulito falso. Y
total, ya tiene lo que quería. Mi libro se va en su bolsillo. Quiero decir… su
libro.
En la cafetería llamo a mi mujer. Ella necesita dormir más.
Me deja corretear por el mercado y luego quedamos en alguna cafetería. O al
menos esa era la idea.
-
No, no me
apetece desayunar hoy. Que he subido dos kilos este mes… Voy a dejar los cruasanes.
-
Quedarse
en casa también es malo para la línea.
-
Ya se verá…
- y me cuelga y me quedo colgado yo.
Estaría bien que alguna vez cumpliese con su programa
político. Si dice que vamos a quedar pues quedamos y el régimen se empieza el
lunes.
Al salir de la cafetería veo que ha habido un incendio
cercano. Busco el rebaño de curiosos para sumarme al morbo general o
informarme. Se ve que alguien se dejó encendido algo y prendió (¿Un cigarro en
la cama? No se sabe, estos curiosos son muy malos periodistas y solo especulan).
También veo una chica llorando cerca del piso. Eso sí me parece trágico. No
quiero ni pensar que me pase eso. Su drama borra de un plumazo mis pequeños
inconvenientes del día. Lo suyo sí es grave.
Vuelvo al metro, entro y recibo la llamada de mi mujer:
-
Me lo he
pensado mejor. Vamos a aprovechar la mañanita que está muy bien.
Ya he pagado el billete y estoy dentro del recinto. Intento
pensar en el incendio para no agobiarme más con el asunto.
Regreso a la cafetería a por más café. Así estoy yo de
crispado y mi mujer de tranquila.
Le veo la intención de saltarse el paso cebra a un ciclista.
Le miro con esa cara de mala hostia que me está dejando el día o la cafeína. El
ciclista se detiene. Contando al de la moto y al tipo que se llevó el libro ya
he disuadido a tres de no replicarme. Tengo que regresar a Pineda o irme de
vacaciones a las afueras.
Un medio hostil hace personas hostiles.
Aunque he tenido días peores.
Comentarios
Yo no suelo ir a desayunar con Alejandro porque no se levanta tampoco, así que ni lo intento. soy más de quedar con mi madre o con mi hijo.
En cuanto a la conducción, me has leído el pensamiento, acabo de escribir un post sobre eso, veremos de que calaña seré yo en cuanto me dejen llevar mi coche, eso sí, yo siempre respeto los pasos de cebra también.
Vas a tener que replantearte cambiar el café por otra bebida que te altere menos jajajaja. o eso o acabar con la humanidad, o al menos la parte de ella que son molestos d ebuena mañana.
Aunque también te digo..... ibas a acabar agotado!
Un abrazo!!
jajaja
si es que lo de vivir en un pueblo , cerca de la capi no tiene precio al menos para mí, en el sentido de la tranquilidad, aunque no te vayas a creer que esto es jauja , también suelo poner alguna que otra mala cara , y no es precisamente por culpa del café jajaja
besos Sergio un placer leerte , de verdad !!!
Un abrazo.
En cuanto al café tengo que decir que si las miradas que lanzo matan eso me evita ir a mayores. Pero desde luego debo calmarme o el que se matará seré yo mismo.
Un abrazo
Lo de las malas caras supongo que es humano. Hay mucha gente dispuesta a molestarnos de mil modos. Gracias por tu alentador comentario, María, el placer es mío como siempre
Siempre encuentro algo en el rastro. Me gustan muchas cosas.
Un abrazo
Huyo de frases hechas, pero te has ganado el cielo.
Al menos te llevaste el libro :)
Lo de las bicis y los patinetes, se está extendiendo como una pandemia. Anoche casi me arrolla una con su patinete. Ni san dios en la calle. Debió de ser que yo puntuaba triple, a saber.
Abrazo, Sergio.
Me gustó conocer tu blog, saludos, Sergio
Al mercado de Sant Antoni hace mil años que no voy aunque cada vez con más asiduidad me digo que debería volver algún domingo, corretear por allí y tomar café en un sitio, que si mal no recuerdo, el café es decente tirando a bastante bueno. Y creo que los cruasanes también. Además, el domingo por ser el día del señor, no se engorda o se peca con menos culpa o se culpa a quien peca comiendo si el que se beneficia ese ágape no eres tú. En fin, cosas de domingo...
Voy a dejar de leerte por ahora, creo, si no, no me dará tiempo a escribir. Me queda una hora y media para intentarlo antes de volver a mis labores y asuntos dominicales, emparejado.