Sin mí no eres nada

 





Pues no sé qué vas hacer sin mí. Si no te llevo de la mano te pierdes. No creo que debas irte solo. Yo me lo pensaría. ¿Y no dices que la segunda dosis te está haciendo reacción? No puede ir bien.


Todo ese discurso pertenece a mi compañera. Principio de mis vacaciones. Ella ya había decidido para sí misma no viajar este año. Quería pasar las vacaciones junto a un sobrino suyo hospitalizado desde hace meses.

Pero yo sí. Quería abandonar. Para mí lo ideal sería irme definitivamente de esta ciudad estresante y sucia. Pero con el anclaje de un trabajo, todo se queda en sueños de huída frustrada y la resignación de las vacaciones. Así que puse el dedo sobre una parte del mapa donde las temperaturas no fueran altas y compré billete de avión. También reservé hotel. Este año Cantabria. Justo al lado de la Asturias de hace dos años. Santander. Nunca la había visto pero tenía de todo. Mar, montaña, ciudad, belleza y un verano razonable con el que me podía enfrentar sin sudar mucho.

Así que ese día y a pesar de que L. me había animado a salir ya con el billete y la reserva en el móvil, ahora comenzaba a disuadirme. Ella es así. Un día se le ocurre que me vaya de vacaciones solo y otro que a lo mejor no debería hacerlo. Yo en cambio soy más bien de no salirme ni un palmo del camino. Cuando me hago a la idea de algo cualquier desvío es una tragedia griega. Yo tengo una idea, me enamoro de ella y ya no soy capaz de cambiarla. Ella tiene doce ideas ahora que le sirven para cambiarlas por doce que tendrá después y otras doce más que cambiarán a las anteriores. La duda es su forma de vida.

Así que al día siguiente me recuperé de la vacuna, cogí unas cosas y salí con una mochila hacia el aeropuerto. Suerte, me dijo ella. Aunque luego dijo "ten cuidado" y terminó con un "ya veremos cómo te va, no lleves ningún libro o te despistarás". Sí, claro, me reí yo. Ningún libro, dice. Pero si casi no hay ropa en la maleta porque solo llevo literatura. No tendré tiempo de leermelos pero me siento seguro con ellos.

Así que llegué al aeropuerto. Dí algunas vueltas, no encontré mi terminal. Le pregunté a una chica de información. Abrió los ojos sorprendida y me miró casi acusadora. "¡Pero si para tu terminal hay que coger un autobús!" "Sí, vale", le dije intentando calmarla y explicándole que llegaba con mucha antelación. "¿Dónde se coge?" "¡Acaba de salir uno!" Me respondió en ese estado completo de horror. Luego conseguí que me dijera donde estaba la parada y esperé al siguiente que tampoco tardó más de veinte minutos. Yo iba con calma.

Viajé en autobus entendiendo las verdaderas dimensiones de ese aeropuerto que tiene un bús interno entre una terminal y la otra. Uno al que llaman lanzadera porque mola mucho más. Siempre me ha tocado la terminal que no requería transporte pero ese día no. Sonreí complacido. Esto no entrañaba ninguna dificultad, por favor, ni que fuera un niño de siete años.

Llegué a la terminal adecuada. Busqué pantallas, comprobé que a pesar de todo se sigue volando mucho, los destinos para ese día cubrían un buen montón de puntos del globo terráqueo.

Hice el "check in" de mi maleta y me quedé con un libro, sólo eso. Aún tenía cincuenta minutos. Pasé el rato dando vueltas por la terminal. Observando y siendo observado.

Pasado ese tiempo ví que el grupo A de mi vuelo estaba entrando. En mi billete marcaba que mi grupo era el B. Eso ya me inquietó. ¿Además de un vuelo tengo que comprobar grupos? Vale, pues espero a que la pantalla hable del mío. Pero pasaba mucho tiempo, me inquieté. Me fuí hasta el control y le pregunté a un informador. Me dijo que todos los grupos estaban ya dentro.

Corrí todo lo que pude. Pregunté a cinco personas distintas que me ayudasen con el nuevo laberinto hasta llegar a la puerta de embarque que necesitaba. Corrí, me confundí una vez más, deshice un camino equivocado o dos y llegué al lugar indicado. Había muy poca gente. Estábamos la de la ventanilla y yo:


  • ¿Es usted Sergio...?- me preguntó.

  • Sí, soy yo.

  • El bus de embarque ya ha salido para el avión, lo siento. No podíamos esperar más.


No me lo podía creer. Quise gritar de rodillas a los cielos pero ultimamente estan muy rígidos con lo de la seguridad. A lo mejor se pensaban que estaba mal de la cabeza y me pegaban un tiro.

Salí, pregunté a unas diecisiete personas más que donde podía ir a coger mi maleta estúpidamente facturada. Dos de ellas resultaron fiables y me volvieron a resolver esa otra parte del laberinto. He visto ciudades más pequeñas que ese aeropuerto. ¿Y lo quieren ampliar?

Salí derrotado. Caminé hasta el tren. Regresé por donde había venido.

Esa noche sonó el móvil. Mensajes de mi madre, mi hermana, unos amigos del cine que se habían acordado de mí al cabo de unos años y querían hacer un cortometraje y por último L.:


  • ¿Que tal? ¿Todo bien?

  • ¡Pues claro!- le dije yo, ya estoy disfrutando de un maravilloso hotel y una cama supercómoda.

  • ¡Qué envidia!

  • Ya, no te creas, lo mío me ha costado.

  • Te creo. Con lo torpe que eres pensé que perderías el avión. Veo que te defiendes muy bien tú solito.

  • Bueno, no te creas, falta me has hecho pero en fín, ya está todo resuelto.


Y era cierto. Tenía un billete de autocar a Santander para el día siguiente a primera hora. Y efectivamente yo estaba en una cómoda cama de hotel mirando una pantalla de televisión.

A no más de un kilómetro de casa, en algún sitio tenía que dormir. A ser posible en uno donde nadie me recordase las palabras con las que he comenzado este post. La tranquilidad no tiene precio.

Comentarios

Maman Bohème ha dicho que…
Noooooooo Sergio!!!!!!!
Te estaba leyendo y me estaba poniendo de los nervios,esos nervios que me entran cuando estoy en un aeropuerto. Que llego siempre tres horas antes por si las moscas, que me miro un millón de veces las pantallas...y que siempre voy a ver el lugar por donde embarcaré, para tenerlo controlado...y te leía y unos nervios...creo que me pasa como a ti y lloro como una desconsolada...
Que marronazo!
Pero bueno...quizás para no oír comentarios pesados sobre mi persona...yo también hubiera hecho lo mismo y me hubiera callado...
La verdad no agrega nada que te repitan una y otra vez las cagadas...uno la caga, que va a ser.
Seguro que la próxima vez no te pasa. Y una cosa buena, te espabilaste súper bien para llegar al lugar de tus vacaciones.

Ojalá lo hayas o lo estés pasando super bien.
Te mando un gran abrazo!!
Sergio ha dicho que…
El resto fue muy bien. Algo terminaré de contar la próxima semana. Y desde luego lo que más rabia da es tomar tantas precauciones y que luego un fallo estúpido provoque tantos problemas. Me pasé la tarde arrastrando mi maletita sin encontrar alojamiento y sudando y caminando y asegurándome de encontrar nuevo medio de transporte porque aviones no había... Estuve a punto de regresar. Era eso o dormir al raso. Pero seguro que no me vuelve a pasar. Me pasarán otras cosas pero esa no. Un abrazo!
Dorotea Hyde ha dicho que…
Madre mía, Sergio!!!! Qué faenón!! Mira que pensé que te habías dejado la documentación en la maleta cuando dijiste que solo te habías quedado con un libro, pero eso fue peor. Dos autobuses dentro del aeropuerto!! Me habría pasado lo mismo que a ti. También tengo que decir que me encantó el remate que le diste yéndote a un hotel. XD Espero ansiosa la siguiente entrada contando las aventuras en Santander.

Un abrazo.
Sergio ha dicho que…
Lo curioso es que siempre pensé que nunca me pasaría algo así. Me parecía imposible perder un avión si sales tan pronto, con tanta antelación. Y luego me sucedió de la manera más absurda. Ella hubiese preguntado nada más ver que el primer grupo de gente entraba. Porque esa es otra. Entrar por grupitos. Están los que molan más y los que molan menos. En cualquier medio de transporte. Quiero decir los que pagan más o menos. Todavía no sé en qué momento entró mi grupo B. O si lo anunciaron. Un abrazo
Devoradora de libros ha dicho que…
Con la edad que tengo y nunca he hecho un viaje largo yo sola. Como mucho a la ciudad de al lado, que son 10 minutos en coche o 20 en autobús.
¿Sabes? Creo que eso, hacer un viaje sola, sería un gran reto para mí. Algo en plan me entra una crisis existencial y tengo que hacer algo que me saque totalmente de mi zona de confort... pues me voy de viaje.
Yo creo que no me hubiera pasado lo mismo que a ti porque soy tan insegura que lo preguntaría todo mil veces, aun habiendo apuntado todas las indicaciones desde el primer momento.
Por eso pienso que eres muy valiente, primero por la forma en la que elegiste el destino y segundo por que aun con la poca confianza que tu compañera tenía en ti, en vez de acojonarte y quedarte, te fuiste igual. ¿Que después ella tuvo razón? Pues sí, pero igualmente te fuiste.
¡Bravo por ti Sergio!

Besos.
Sergio ha dicho que…
También pregunto todo mil veces. Pero ese momento de duda frente a los monitores y ese lío con los grupos me produjo otro punto de inseguridad. La sensación de no saber si me tocaba o no. Aunque por lo que cuentas, tú hubieses preguntado también eso. Yo pregunto a desgana, porque no me queda más remedio y trato de asegurarme. Creo que necesitaba esa lección de alguna manera. Ahora preguntaré más como vosotras. No pasa nada. Preguntas y casi todo el mundo te responde.
en cuanto a valiente... el valor es relativo. Lo tienes para unos asuntos y te falta para otros. Ya lo iremos comprobando por aquí mismo poco a poco. Besos
Verónica Calvo ha dicho que…
Sergio, eso de ir con calma y con tiempo, lo carga el diablo.
Vaya faena, pero mira, si disfrutaste de tus vacaciones, pura anécdota secreta a voces :)
No te fuiste con la literatura a mal sitio. Antes de este desastre, fue mi destino. Y queda pendiente volver.

Me alegra que hayas publicado. Se extraña tu mundo.

Un abrazo.
Recomenzar ha dicho que…
SIN VOS YO NO SOY
Sergio ha dicho que…
Una ciudad muy bonita. Tenía la tarea pendiente de ver más España y un poco menos europa, para compensar. Ni snob ni paleto, buscar un punto medio. No me importaría tampoco volver a esta ciudad. Gracias por todo. Un abrazo
Sergio ha dicho que…
Oh, claro que sí pero gracias.

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