La biblioteca de la medianoche
Me había interesado al leer su reseña en el blog de Devoradora de libros. Especialmente por sus subrayados. Devoradora subraya muy bien. O por lo menos cita. Tanto que uno de los párrafos que incluía sería lo que más me gustaría del libro. Sin disgustarme este.
El libro trata sobre esas vidas que nos hubiera gustado tener y no hemos tenido. Sobre el arrepentimiento. Sobre la posibilidad de vivirlas. Con la metáfora de los libros y las bibliotecas de por medio. Con una bella edición y portada. Aunque el estilo a ratos me parecía redundante y demasiado explicativo. No llega a ser literatura juvenil o como erróneamente la etiquetan ahora, Young Adult, pero es un libro que puedes leer en la playa o en el transporte público sin romperte la cabeza. Un libro ligero entre lecturas más pesadas con una premisa que al menos a mí me resultó muy interesante. Una novela que invocaría una experiencia a juego con lo que cuenta.
Cuando no conozco a un autor lo rastreo primero en la biblioteca. Si me gusta de un modo espectacular luego lo compro o sigo con el resto de su obra a través de librerías o rastros. Pero el problema de los acaparadores como yo, además de lectores compulsivos, es que nos faltan baldas para tanto ímpetu lector. Debemos comenzar a seleccionar. Así que descubrí que el libro estaba en la biblioteca de un barrio cercano. Y a mí me gusta caminar. Con música en los oídos y la mejor cara de tonto si me llega mi canción preferida. En ese barrio vivía Fernando, nuestro latin lover preferido además de compañero de trabajo y que ya no saldrá más en esta historia. También me constaba que vivía un viejo compañero de grupo musical y tiempos lejanos al que hacía tiempo que sólo seguía por el spam sobre sus conciertos que me metía en las redes sociales. Tengo varios amigos músicos a los que no puedo abarcar por incompatibilidad horaria y demás. Por mí les vería a todos. Siempre digo que lo que más me gusta son los libros pero casi nunca leo sin música. Me funciona como ruido blanco que exorciza el ruido de los enfermos mentales de mis vecinos. Y me gusta. De muy variados estilos.
Así que pasé por el barrio de mi viejo amigo el músico y del otro.
El músico me enseñó una vez su piso. Tres plantas. Precioso. Él y su mujer, antes de los hijos habían vivido pared de papel de fumar con pared papel de papel de fumar junto a un alcohólico y maltratador que les hacía la vida complicada a ellos y supongo que imposible a su mujer. Se tuvieron que mudar. Y el nuevo piso había resultado un éxito. Bueno, bonito y barato. No envidio mucho pero eso sí se lo envidié. Me hubiese gustado vivir en un lugar así de espacioso para expandir casi sin restricciones mi biblioteca. Silencioso. Bien iluminado. Era mi ejemplo del tipo de lugar en el que hubiera querido habitar. Y por tanto de la vida que me hubiese gustado tener.
Peo ahora… Mientras paseaba por el barrio varias grupos de individuos especialmente desaliñados me miraban. No suelo pasar revista a cómo va la gente vestida. Voy en mi mundo. Pero aquí el subconsciente me hacía saltar todas las alarmas. Tipos que me hacían compartir sus nubes de María a plena luz del día y me repasaban de arriba abajo como el que calcula la cantidad de chorizo que le va a sacar a un cerdo. En otras ocasiones se abría un portal y salía un tipo pálido, desdentado, con delgadez de campo de concentración de los que más nos vienen a la cabeza cuando pensamos en campos de concentración… En fin, una sensación de incomodidad enorme. Y yo que trabajo en pleno centro de Barcelona no soy precisamente un novato en inseguridad. Allí he visto robar, me han robado, he presenciado accidentes, algaradas, mobiliario urbano arder, sexo del duro y del durísimo y toda la gama de maravillas que el ser humano suele ofrecer cuando decide comportarse como sus ancestros sin civilizar.
Salí de allí con mis libros prometiéndome devolverlos mediante el préstamo interbibliotecario. Los dejaría en la biblioteca de mi barrio y que fuera otro el valiente que los acercase a su lugar de origen. Bendito servicio ese de pedir y llevar o traer libros sin moverte de tu biblioteca más cercana. No lo uso más porque como he dicho me gustan las caminatas.
Así que volviendo al libro del principio me hizo recordar que esta vida que envidiaba, la de mi amigo el músico, no era tan envidiable. Un piso perfecto en un lugar que según la prensa local no recibe envíos de algunas repartidores de comida a domicilio por considerarse “de alto riesgo”. Un barrio en el que me contó Fernando (al que creía que no vería más por esta historia y de todos modos se ha negado a estar fuera mucho rato) que le habían cortado el brazo a alguien en un ajuste de cuentas.
Al final esas vidas que no vivimos no son ni mucho menos lo que esperábamos. Si alguna vez sientes envidia por algo o por alguien espera un poco y verás que no hace falta. O busca a quién te envidie a ti. Aunque esto último tampoco me parece un buen consejo.
Comentarios
Yo creo que todo el mundo se ha preguntado alguna vez qué hubiera sido de su vida si... Y parece ser que siempre pensamos que habría sido mejor porque tendemos a olvidar que la alegría va de la mano de la tristeza, siempre. No nos damos cuenta de que somos felices hasta que alguna desgracia nos hace sombra y nos tapa la luz del sol.
El cómo nos has relatado la búsqueda del libro a la biblioteca es un claro ejemplo de lo que podemos leer en la novela. Me ha gustado mucho.
Besos.
Besos.
Acabo de leer la respuesta de Joaquín y veo que la clave está en que ese libro toca un tema universal. Tal vez con el tiempo olvide buena parte de la trama pero no su parte llamémosla filosófica. Besos
P.D. Cuando intenta meter la física cuántica y explicar con ciencia lo que es pura fantasía patina un poco porque no, eso no puede ser. Pero es que el objetivo no es hacer ciencia ficción, supongo.
Saludos desde Brasil
Tampoco se publicó el comentario a esta entrada. Cuántos problemas está dando Blogger últimamente.
Esta entrada me dejo impactada. sufrí por ti yendo a esa biblioteca.
En cuanto al libro, es uno de esos que tengo en la lista, por eso de que lleva la palabra biblioteca en el título y lo sugerente que parece que sea a medianoche. Veremos si alguna vez nos encontramos.
Un abrazo.