Memorias de África

Este misterio no llegué a resolverlo. Fue hace años. Me llegó una carta desde Malabo en Guinea Ecuatorial. Era escueta. Una joven africana de 13 años quería mantener correspondencia conmigo. No había razones en ese pequeño fragmento de papel substraído a una libreta de anillas. Sólo me pedía palabras manufacturadas a bolígrafo y en papel. Correspondencia epistolar a la vieja usanza y con los antiguos sudores de tinta emborronando y mostrando lo mucho que se equivoca una mente humana hasta llegar a lo que considera un texto acabado (hay blogs dónde el texto definitivo es tan precario que parece un borrador pero esa es otra historia).
Yo, más por averiguar cómo había viajado mi dirección o la de la casa de mis padres en la que entonces vivía hasta África sola y sin mi permiso, respondí.
La siguiente carta llegó un mes después. No resolvía un misterio. Lo continuaba. Al parecer mi dirección se la había dado una amiga. Una amiga catalana suya pero no mía porque no me sonaba ni su nombre ni su apellido. En su carta además, se mostraba eufórica porque yo le había respondido. No recuerdo lo que le escribí pero seguramente fue mucho ya que si en algo soy generoso es en palabras.
Le volví a responder a ver hasta dónde me llevaba pero sin presionar con lo del tema “¿cómo ha llegado mi dirección hasta la tuya?”. Ella me respondía con una carta mensual. Algunas veces incluía el Bonus de una postal dónde me preguntaba si me había gustado el cocotero de la fotografía, en otras con una instantánea dónde disculpaba su delgadez por una enfermedad que estaba pasando y en casi todas terminaba escribiéndome refranes salidos de la cultura española que allí, en ese rincón africano, parecía más preponderante que la autóctona de la que yo apenas vislumbraba algo cuando le preguntaba sobre sus costumbres y ella me respondía que no hacía nada más que ir al colegio o pasear por las fábricas de Guinea buscando zapatos a buen precio. Cuando le volví a preguntar por su amiga catalana que no era común, desaparecieron sus misivas. Al cabo de un tiempo me llegó una carta algo molesta porque yo no le había escrito. Eso no era cierto. Y al cabo de dos o tres cartas más y un regalo que me envió (un pequeño cuerno de marfil que lucí ese verano en playas de Cataluña y de Murcia y que aparece en muchas de mis incestuosas fotografías con primas dónde me abrazo a ellas en bañador y no sé, como que el cuerno me hacía sentir más atávico, más animal, ni un ápice más subnormal de lo que ya era sin él, eso sí) llegamos a la conclusión siguiente: algunas de nuestras cartas, las que llevaban postales o pequeños presentes podían “perderse” en las oficinas de correos guineanas.
En las últimas cartas me hablaba de una enfermedad que la postraba en cama y no la dejaba ni escribirme pero me pedía ya palabras y frases con desesperación. Decía que mis cartas le daban vida y las necesitaba y me pedía casi suplicando que “nunca, nunca” dejase de escribirle. Pero algo debió pasar. Siempre he sospechado que ya no se perdieron más mis cartas sino que ella perdió la vida por culpa de esa misteriosa enfermedad que tanto la afectaba y de la que me hablaba en sus escuetas epístolas.
Constancia se llamaba. Y su desaparición me dejó una pequeña herencia: un pequeño montón de cartas con ruegos y refranes, una fotografía que le debió robar el alma y un pequeño cuerno africano.
Lo que más me recuerda a ella es el cuerno. Juro que cuando lo toco recupero su historia. Y aquel verano salvaje de hace años.
También pienso en las gigas de memoria y en las neuronas que puede activar un objeto con solo mirarlo o tocarlo.
Ese cuerno es mi magdalena de Proust.
Comentarios
Sólo tú pareces saber que el marfil es prohibido. A lo mejor era una cría de elefante. Yo tengo un anillo de marfil. me lo regaló mi padre.
joder, qué magdalena de proust más guay tienes!! la mía es el earl grey con nube de leche de nata de la que dan en los aviones (y venden en el lidl) y sólo me retrotrae a una infancia casi todo menos feliz en la que mis padres eran bastante estrictos y yo leía mucho y era muy rarita
tengo otras, pero son inesperadas y esporádicas
no conocía tu anécdota de panero, pero sí, no es de las que deberíamos o querríamos saber. o sí. yo conozco a unos chicos que quisieron traerlo a la facultad y desde el manicomio-no-de-mondragón, pero nunca recuerdo dónde está ahora, les dijeron básicamente que "sí, si ellos se hacían cargo de lo que pudiese destrozar"
una pena!
besos
Mejor tener una incertidumbre y un buen recuerdo que... ir y que todo pueda venirse abajo.
Un beso!
Preciosa narracion y con ella me traslade a mi adolescencia...no me preguntes pork sera por la playa ....en una palabra EVOCADOR :D
besos
Lo de las recomendaciones es peligroso. Tengo un amigo al qu ele gsutó Houellebecq pero no el libro con el que comencé yo y que más me gsutaba. "Ampliación del campo de batalla" es el menos pedante, el más fresco, el que cautivó. Luego llegaron dos que en básicamente son lo mismo "Partículas elementales" y "Plataforma". Y un último que es el resumen de todos los anteriores "La posibilidad de una isla". Este último resume muy bien a Houellebecq pero da igual si lees los dos anteriores. Este extraño señor siempre escribe lo mismo y hasta sus personajes se llaman siempre Michel como él. Si no quieres aburrirte con sus incisos científico-filosóficos empieza por el primero, "Ampliación". Si quieres el Houellebecq de siempre "Plataforma" o cualquiera de los otros dos. Yo en Septiembre tendré el de Anagrama que publica su premio Goncourt. Lectores que lo han leído ya en el original me lo han recomendado por el blog. Tal vez su mejor libro sea el que no está aun publicado en España. Sus poemas son raros y no los recomendaría(aunque ciertos versos suyos me perturban) y sus ensayos son como sus novelas y bien informados. Su libro epistolar tampoco está mal. Oh, no, he vuelto a hacerlo. Me preguntan por Houellebecq y me quedo sin objetividad. ¡Te lo estoy recomendando todo! No creo que sea mejor escritor que por ejemplo Julian Barnes o mi idolatrado McEwan (debo leer su último "Solar") pero me fascinan las mentes enfermas (no es una pose, bien no está). Foster Wallace tampoco adoptaba una pose cuando decía que quería suicidarse y lo hizo. Sus libros demuestran que los locos escriben distinto. Se salen de marco porque el marco está roto. Ahora estoy con el que dicen que es el escritor más importante de la literatura contemporánea americana y que no le enseña su rostro a nadie Thomas Pynchon. Y me he aficionado a Martin Amis (al que conocía de sobra pero ahora lo he retomado de nuevo). Te aliento a que me devuelvas recomendaciones. Seguro que lo haces con menos rollo que yo y me salvarás un verano desorientado(cuando acabe las 1300 páginas de "Contraluz" de Pynchon me quedaré muy desorientado). Saludos entusiasmados. Me reconcilias con los blogs, con la escritura y con todo.
Y bueno, tus largos comentarios no molestan a nadie y mcuho menos a mí que los leo con interés. Dame tiempo para acabar el ladrillo que te comenté de Pynchon y ya te diré algo sobre A.M. Homes. Yo también quiero manejar el tiempo ahora que quiero continuar con un par de proyectos literarios que tenía por ahí abandonados. Lo que pasa es que los días los hacen muy cortos. O los deseos muy largos. Saludos.