Una cita en Barcelona(III)
El
tiempo es tan subjetivo que dicen los que han sufrido un accidente de
tráfico que casi parece detenerse. Ante determinadas situaciones la
vida parece ralentizarse y tomar densidad. Solo es un engaño de la
memoria que recuerda con más atención. Yo no he sufrido ningún
trauma pero mi cita con Lali se estira en mi blog porque repasándola
en frases aparecen más detalles de los que recordaría si me hubiese
quedado en casa con la prevista perspectiva de no hacer nada. De eso
me hubiese olvidado fácilmente. Esta cita además, se me hizo larga
y me parecieron tres. Pasaba constantemente de arrepentirme a estar
bien y viceversa. En ese tipo de encuentros primerizos que detesto
tengo el mismo problema que el escritor David Foster Wallace con su
timidez "no se si me gustas o no me gustas. Estoy demasiado
preocupado por gustarte a ti".
Lali
estaba tomando el control de sí misma. Lo noté porque me preguntó
si podía hablarme en la lengua de la región(antes lo exigía, vaya
cambio) y yo le respondí que claro, siempre lo hago, y más con un
examen de nivel pendiente en esa misma lengua. Y desde luego hablarlo
es más sencillo que escribirlo.
Ya
en su terreno no tardó en explicarme motivos y razones de por qué
había venido a Barcelona. Me daba la sensación de que necesitaba
opiniones sobre lo que había hecho.
Se
había ido muy enamorada a Andalucía. Allí había estado bien
durante los primeros meses de matrimonio (aunque me aseguró que su
familia adoptiva no la había querido desde el primer momento y que
eso se notaba aunque no se dijera y que a ella le habían caído
todos peor, la familia y los amigos de su hombre, en catalán la
pareja de una mujer suele ser su hombre"el meu home"). Su
hijo que llegó sospechosamente pronto y antes de los nueve meses
desde la boda era lo mejor.
Porque
después de eso me explicó con detalles el aburrimiento y el día a
día de una mujer sin profesión ni el "permiso" para
tenerla encerrada entre las paredes de una casa y sólo con la
televisión, ni siquiera ordenador. Una mujer que tenía la vida
social reducida a las charlas con las dependientas en el mercado,
alguna que otra llamada a Barcelona y a su madre y los Domingos y
festivos con la familia de su marido por vida social. Sí, sonaba
aburrida hasta el suicidio. Le pregunté que por qué no había
intentado sacudirse el aburrimiento y me recalcó que su marido era
muy posesivo y celoso y no la dejaba ni estudiar. No indagué más.
Siempre me sorprenden estos casos. Me rebelo contra todo tipo de
límite a mi libertad. Todo el mundo intenta limitarte incluso
creyendo que lo hacen por tu bien y yo me dejo un tiempo por
consideración para finalmente estallar en brotes de violencia y
sacudirme cualquier obligación a gritos o en el peor de los casos a
golpes. Pero no puedo esperar que todo el mundo sea igual. Por
suerte. Tiene que haber un punto medio.
Luego
Lali comenzó a hacer un ataque casi xenófobo contra el mundo
andaluz así que en ese momento me desconecté de la conversación
unos minutos y me puse a pensar si lo mejor que podíamos hacer
después era ir a cenar o sugerir otra cosa. Y es que las
conversaciones con prejuicios basados en tu caso particular no llevan
a nada. Mi padre andaluz no es nunca el héroe de mis escritos pero se
escapa totalmente a las generalizaciones que Lali hacía de Andalucía Y además, me paso la vida buscando casos particulares y
detalles, lo global me aburre, es demasiado básico.
Y
luego estaban los problemas sobre los que poco consejo le podía
aportar. Se había ido sin previo aviso con su hijo de cuatro años a
Barcelona. No creo que fuera una huida porque dijo que estaba
localizable pero yo ahí solo veía problemas con soluciones sobre
las que poco entiendo. "No le aguanto más. Nos vamos a
separar y aunque me ha puesto excusas de que cambiará y todo eso no
quiero seguir más con él ni con su familia. Es por lo que llamé a
mi madre y le dije que nos veníamos para aquí. Pero claro, a mi
hijo no lo iba a dejar allí."
Cuando
le pregunté por lo que opinaba su familia me dijo que aquí sólo
tenía a su madre, a una hermana con la que estaba peleada y a una
amiga con la que no se hablaba desde antes de la boda. Vaya, esta
chica era menos sociable que yo. Supongo que ahí tenía parte de la
clave de que me llamase a destiempo. Yo era el fondo de la olla que
rascas cuando no tienes a nadie más a mano. Pues claro, ni por un
momento pensé que cuatro o cinco mails y un blog dejasen tanto
recuerdo o marca en nadie.
El
problema es que si llamas a gente con la que nunca has tenido
demasiada implicación puede pasar que la gente no se implique
demasiado contigo.