Una serie de catastróficas desdichas
Eran las dos de la madrugada. Habíamos tomado algo y me
habían invitado a cenar a su casa unos amigos. Pero les comenté que yo también tenía
casa. Y que me esperaba una posible penalización por no avisar que llegaba
tarde.
“…pues que se hubiera
venido ella también, tómate una más, también
la invitamos” me dijo R. agitando una botella de algo que achispaba
bastante.
De todos modos a las 2 y diez ya estaba despidiéndome.
Entré en el ascensor. Escuché cómo la puerta se cerraba
mientras bajaba un piso, dos, tres… y no más. El ascensor se detuvo de pronto.
Como si hubiese habido un bajón de luz o un OVNI de esos que se llevan mal con
los aparatos mecánicos hubiese parado el motor. Esto me hubiese gustado un poco
para romper la monotonía. Pero no.
Pensé que se movería. Me quedé unos segundos allí mirando el
espejo de la cabina. Los ascensores tienen esos espejos para crear sensación de
profundidad y atenuar la claustrofobia. A mí no me atenuó nada. Sólo vi la cara
de tonto que se me había quedado allí atrapado. Miré también el interfono que
llevan estos aparatos. No me quedaba otra y lo pulsé después de unos cinco
minutos. Yo sólo no iba a salir de allí. La voz de un sudamericano de tono
neutro me preguntó en qué podía ayudarme. Le dije lo que ocurría y sin alterarse
lo más mínimo respondió que le pasaba mi llamada al servicio técnico y que
esperase si era tan amable. Y si no también, pensé yo, no podía hacer nada más.
El entorno de un ascensor no da para mucho. Tal vez podía hablar del tiempo
conmigo mismo.
Pasaron diez minutos más. El amable pero algo soso
sudamericano me volvió a llamar. Yo le había dado mi número de teléfono y hasta
le concedí el privilegio de encenderlo, atenderle. No lo hago con todo el
mundo. Me preguntó que qué tal estaba. Le dije que aburrido. Me había dejado
los libros en casa. Comentó que el servicio técnico ya estaba en camino y
tardarían unos veinte minutos en llegar. Le pregunté que cómo entrarían en el
edificio y me dijo tras una duda que ya lo pensarían cuando llegasen, que
siguiese atento sus llamadas. Me hubiese gustado comentarle algo más pero su
tono neutro era más del tipo de alguien que te está vendiendo una oferta de datos
sin limitación para el móvil.
Volvió a sonar el teléfono.
“¿Cómo se encuentra?”
“Bien”
“¿Ha llegado nuestro
servicio técnico?”
“No, pero sólo han
pasado diez minutos desde que me llamó usted”
“No se preocupe,
debemos llamarle para ver cómo se encuentra. Así que se encuentra bien”
“Sí, todo lo bien que
se puede estar en un ascensor”
“Está bien, le volveré
a llamar cada diez minutos para ver como se encuentra. Buenas noches”
Así que me iba a llamar cada diez minutos. ¿Era necesario?
Si al menos hubiésemos compartido una íntima conversación de amigos como en las
películas donde alguien queda atrapado y se suceden largas charlas que nos revelan
puntos privados de sus protagonistas… Pero nada. Sólo me preguntaba qué tal
estaba y si el servicio técnico estaba ya allí. Además, si te preguntan tantas
veces cómo estás acabas por pensar que deberías estar mal. Era como si necesitase
comprobar que no me había pasado nada pero… ¿Me podía pasar? Empecé a
preocuparme.
Me volvieron a llamar. Era la voz de un tipo autóctono. Este
rudo y muy viril. Dijo que era del servicio técnico. Parecía conocerme.
“¿Esto es un edificio
de oficinas o una casa de vecinos?”
“Hay algunos despachos
privados”
“Vaya. Esto lo complica
todo”
“Pero también hay
vecinos”
“No se preocupe, mejor
no armar revuelo con los vecinos”
“¿Cómo?”
“¿A qué hora viene el
conserje?”
“A las siete”
“Bien, haremos una
cosa. Siéntate en el ascensor, cógete un cigarrito y espérate ahí, luego vendremos
nosotros y te sacaremos. Total, para estar sentado fuera estás mejor ahí”
No entendía nada. Y no llevaba cigarros encima. Será porque
no fumo. Se despidió sin darme tiempo a reaccionar. Aunque le dije que conocía
a un vecino.
“Eso no importa, estos son los peores” me aseguró.
Ahora sí que no entendía nada. Sabía que los rescates se
complican por tonterías. Incluso los de niños en peligro de muerte. Pero esto
era kafkiano.
Me llamó mi amigo sudamericano para preguntarme qué tal
estaba. Le dije que tenía razón, ahora estaba un poco peor. Me dijo que buenas
noches y que me seguiría llamando.
Llevaba ya más de una hora dentro y me quedaban cuatro hasta
que llegase el conserje. Entreabriendo la puerta vi que estaba entre dos pisos,
frente a un muro de hormigón.
Me senté. Sin la distracción del tabaco. ¿Sexo? Volví a
mirarme en el espejo para comprobar que no era mi tipo. Me había cambiado la
cara de tonto a la de gilipollas. Y algo cansado. Probé a dormir pero cuando lo
estaba consiguiendo me despertaba el tipo ese de los diez minutos. Pasé de
cogerle el teléfono un par de veces. Pero eso lo volvía más insistente. Al
cogerlo apareció la voz rotunda y decidida de una mujer. Nada que ver con todo
lo de antes. Esta era otra cosa, tal vez la jefa, quizás una heroína como
Wonder Woman.
“¿Ha llegado el
servicio técnico?”
“Sí pero se han ido”
“¿Cómo?”
“Me han dicho que para
no armar revuelo con los vecinos esperaríamos a que viniera el conserje de la
finca”
“¿Y no conoce a
alguien ahí a quién podamos llamar o que esté disponible? Nuestra obligación es
sacarle del ascensor”
“Pues hay gente en…”
Le di el piso de mis amigos y el de todos los vecinos de su planta por si eran
duros de oído o tenían el sueño profundo.
La mujer insistió en que tenían que sacarme de allí y no
podíamos pensar en despertar o no a un vecino. Yo pensaba lo mismo pero no se
lo dije a ese decidido ángel de la noche.
Al cabo de una media hora más sentí un profundo olor a
tabaco en la cabina. A continuación la voz del técnico. Me gritaba con gran
revuelo que en qué piso debía estar yo. Se lo dije. También que dónde estaba la
llave del cuarto de ascensores. “¿Y yo que sabía?” Estuve a punto de decirle
que se la buscase en los huevos a ver si la encontraba pero supuse que no era
el mejor protocolo para tratar a tu rescatador. Le dije que preguntase a mis
amigos. Pasó un rato más. No escuchaba nada pero seguía oliendo a tabaco. Y el ascensor
se movió. Me puso frente a una puerta que sí pude empujar para salir. Llevaba
dos horas y media allí. La escalera me pareció un hermoso mundo de colores.
Caminé hasta que me encontré con gente.
El técnico me dijo que la gente de seguridad no debe usar
los ascensores y se fue con su compañero y con su tabaco a por más ascensores
criminales.
El tío me había tomado por un vigilante de seguridad que se
queda atrapado en el lugar que vigila. Tenía buena intención así que no le
monté un pollo. No quería que “me despidieran”. Pero aún así la situación era
ridícula. Y de no ser por su jefa todavía estaría allí escribiendo esto desde
el móvil. A. me dijo que si es por R., su pareja, me dejaba en el ascensor y se
rió. Pero que a ella le parecía horrible que estuviese atrapado allí. Le dije
que a partir de ahora amaré más y mejor la empatía femenina. Y la decisión.
Al salir a la calle recibí la llamada de mi amigo
sudamericano. Quería saber cómo estaba. Con el aire de las cuatro y media de la
mañana le dije que mejor imposible, que ya podía dejar su jueguecito de las
llamadas inútiles de los diez minutos y me dirigí a casa.
Pensando secretamente en si mi mujer empatizaría tanto con
lo del ascensor o ya directamente me podía ir a dormir al sofá.
Comentarios
Todo el mundo sabe que si uno confía en sí mismo puede salir del ascensor inmediatamente.
Al final no sé si me he liado un poco pero si todo esto no te funciona, si la lectura de todas esas buenas gentes no te ayudan demasiado, incluidos los del servicio de emergencia, siempre puedes resignarte pensando en ellos: ¡Nada es imposible! A ver, chúpate el codo, ¡positivo de mierda!
Un abrazo.
Sintiéndolo mucho, son de esas cosas que me pasan a mi, así que ya que le han pasado a otro... me tocará reírme, no?
Yo no se si me pondría nerviosa o no, quizás no, si funciona el telefonillo ese de emergencias, porque sabes que conocen tu paradero, pero vamos, que no me quiero ver en una de esas!!!
Para bien o para mal (muchas veces para mal) vivo en un cuarto piso sin ascensor, así que ... tengo menos probabilidades de que me pase.
Por cierto... ¿tocó sofá o no tocó sofá? jajajaja
Un abrazo!
Es que aquí la luz se va cada dos por tres y siempre está el pringado de turno que se queda atrapado pero no veas cómo golpean y gritan para que alguien vaya al rescate...Así que he flipado con el tiempo que te quedaste ahí...y tu santa paciencia!!!!
Claro, que mientras leía también se me ha ido un poco la flapa y he empezado a imaginar si en una de esas, uno se queda encerrado con una tiparraca de la muerte...y la adrenalina, el calor que empieza a subir, los nervios...y bueno...jjajja...Eso estaría genial, quedarte encerrado con alguien que no conoces y cuando alzas la vista ves que es tu tipo/a y te da por pensar en...cosas...y pasan las horas...
Bueno, que no me hagas caso que últimamente me patina el embrague,jejejje.
Leyendo a Pitt, también pienso que en todas las pelis, el tipo en cuestión siempre sale por la parte de arriba del ascensor...no sé cómo no se te ocurrió!
Yo lo que quiero saber(como Zhura) es si dormiste en el sofá o no...porque "pa" rematar la noche ya es para hacerse el harakiri!
ay! Sergio...la verdad que nos das unos disgustos!!! La próxima vez por la escalera...(yo vivo en un tercero y casi casi casi siempre bajo a pata y subo a pata...pero bueno, aquí ya te digo, lo de quedarnos sin luz...es frecuente y con la mala suerte que tengo me quedo encerrada con alguna "Sara pestes" y no con alguna lozana para mi mala suerte...)je,jeje
Que te mando mil besos!
En cuanto a los buenos sentimientos que lanzan esos blogs son maravillosos pero sí, ya me queda claro aquello que dijo Woody Allen: "Estoy en la cárcel y me dicen que tengo la imaginación para escapar pero lo cierto es que con la imaginación no puedo escapar de estas cuatro paredes". O algo así. Saludos
P.D. No tocó sofá porque ya se había quedado dormida. Sólo explicaciones y bronca al día siguiente porque lo del ascensor le sonaba a un "rollo ese de los míos".
Hay mucha gente que no aguanta dentro por su claustrofobia. Yo conozco a unos cuantos. Supongo que por eso dejan gente que les vaya llamando cada diez minutos a ver si les ha dado un síncope. A mí me hubiese gustado más alguien que me contase un cuento para quedarme dormido.
Sobre tu cuento de quedarse encerrado con la tiparraca todos-as lo pensamos en esos momentos pero lo pensamos porque pasa poco. Lo normal es que quedarse atrapado en solitario o con un o una plasta con quién no tenemos nada en común, mucho menos el deseo de compartir fricciones. Sí, con una Sara Pestes, ja,ja.
Llegué a mi casa en silencio, con el sigilo de un ninja, las fuerzas de L. habían sucumbido, estaba dormida. Me acosté con cuidado hasta que se despertó y me despertó al día siguiente pidiendo explicaciones. "Si cenases en tu casita como todo el mundo no te pasaría nada", me dijo.
Besoooos
Vaya odisea!!!
Lo peor, eso de no tener un libro para pasar el rato.
Admiro tu paciencia, aunque estando encerrado... Eso sí, el tranquilizador, cumplió con su deber cada diez minutos. Surrealista es poco, y para colmo que te confundan con un segurata incumpliendo normativa.
Lo que te digo: lo que no te pasa, te sucede.
Al menos dormiste en la cama :)
Abrazo.
Qué historia, es que no sé por dónde empezar a comentar, casi cada línea es un puntazo, aunque qué mal tuviste que pasarlo. ¡Y sin libro! Es que eso fue el remate. Yo me he quedado algunas veces encerrada, pero siempre en el edificio donde vivía y nunca tanto tiempo. Sobre los técnicos mejor no digo nada, qué pachorra. No quiero pensar en que tu mujer se despertara y no estuvieras ni en el sofá, jajaja.
Besos.
Te has quedado varias veces encerrada. ¡Varias veces! Eso para mí sí es el horror. Para mí ha sido la primera. Más desafortunada de lo normal pero es que no es un buen lugar para estar. Ahora además de llevar libros en el transporte público los llevaré también en los ascensores por si el viaje se alarga. Y la estancia.
Lo de Sara Pestes es añadir un terror nuevo al imaginario gótico de nuestro siglo. Ya superados los vampiros,zombis, Frankenstein, momias y demás teníamos que crear terrores nuevos como esa mujer. Bueno,lo has creado tú, nuestra Mary Shelley postmoderna. Besos
por suerte no tuviste que ir al servicio
te aseguro que si me pasa a mi , me pongo a berrear como una posesa hasta que me saquen los vecinos, el servicio técnico, o la policia jajaaaaaaa
si desde luego, quedarse en el ascensor encerrado no es extraño pero menuda panda de gente cualificada te ha tocado!
ehhhhhh digo
cual es la marca del elevator?
jejeje
Me ha encantado la narración de tus hechos en el ascensor. Yo nunca me he quedado encerrado en uno, así que es una de las experiencias que me falta.