Historias del viejo mundo I



Dejé algún asunto pendiente por contar antes de irme del blog o de la pandemia. Y como de esta ya hablan muchos y mejor por ahí y a mí me apetece recordar la época en la que no llevábamos mascarilla, pues voy a por aquello. 
Fue el año pasado. Me había llamado P. y tenía que decidir si quedar con ella. A favor tenía que se me ofrecían medidas extra de seguridad: también vendría una compañera del trabajo donde nos conocimos, M.. 
En contra estaba el hecho de que la última vez que nos vimos no parecía estar psicológicamente equilibrada. 
Nuevamente a favor tenía que hacía ocho años que no la veía y que su problema parecía más psicológico que psiquiátrico y hasta coyuntural. O que yo mismo tampoco estaba mucho mejor que ella cuando lo dejamos. Era una relación tóxica que nos había envenenado. 
Ganó el sí. 
Quedamos un día festivo. A comer por el centro de una Barcelona pre-cataclismo en la que se movía demasiada gente. Con un verano incipiente de San Juan.
Nada más llegar a la Plaza de Cataluña y frente a su mayor centro comercial de nombre con connotaciones británicas, vi que M. había llegado primero. Estaba tan igual que parecía una fotografía de ella misma tomada ocho años antes y puesta en la entrada del centro. 
Nos saludamos efusivamente. M. había sido una mujer de carácter fuerte y arisco con la que sin embargo yo nunca había tenido problemas. Era una amiga leal que nunca me había fallado cuando trabajábamos juntos. Y habíamos compartido muchas luchas contra jefes o compañeros. Algo habitual en cualquier ambiente laboral. Cualquier ambiente de trabajo es una versión a escala de la jungla y las relaciones de poder son similares. Pero con M. siempre me llevé bien.  
P. llegó apenas cinco minutos después. También estaba igual. Demasiado para mí. Por fuera le puse cara de póquer.  Por dentro sentí que tenía cartas insuficientes para ganarle una partida. 
Nos dijo que llevaba toda la mañana dando vueltas para hacer tiempo y se había ido de compras. Llevaba en una bolsa una floreada losa del suelo de Barcelona, adorno que se había puesto de moda por esa época. 
Como no teníamos plan lo improvisamos. Decidimos ir a tomar algo en algún lugar. O lo decidió M.. que quería tomar cerveza. 
P. tenía la misma expresión que yo. Inescrutable. Donde las dan las toman. ¿Por qué no podemos comportarnos más naturalmente cuando la otra persona nos importa o nos ha importado? 


Continuaré...   
  
 

Comentarios

Devoradora de libros ha dicho que…
Gran incógnita pero muy cierta la de por qué no nos podemos comportar de forma natural frente a quien nos importa o nos ha importado.

Besos.
Verónica Calvo ha dicho que…
Da la impresión de que el tiempo no había pasado.
Espero a ver qué más nos cuentas.
Del blog, espero que no te vayas. Lo de la pandemia es otra cosa.

Abrazo, Sergio.
Sergio ha dicho que…
Pues sí. y eso teniendo en cuenta que no debería importarme y debería estar olvidada y bueno, mejor lo cuento poco a poco. Besos
Sergio ha dicho que…
No, del blog poco a poco me iré pasando porque es positivo y catártico dejar por aquí lo que me inquieta fuera. Un abrazo, Verónica.
Dorotea Hyde ha dicho que…
Hola, S.:
Yo también quiero la respuesta a esa pregunta. Aunque cuando alguien nos afecta o nos ha afectado tanto como P. a ti, es normal, vas a la defensiva.
Me paso a la siguiente entrada.
Besos.

Entradas populares