Bestiario urbano II (borrachera de dolor)
A menudo me cuentan penas espantosas por ahí. Creo que me deben ver pinta de Barman de últimas horas de la noche. Siempre descubro a alguien con el que tengo una charla ocasional y al que espero que me diga que todo le va bien cuando se lo pregunto de manera protocolaria pero no, no tengo suerte. Me sueltan su desgracia a bocajarro de manera casi pornográfica. Yo sólo me desnudo en este blog porque no tengo cara pero en la calle sólo abandono el hermetismo cuando estoy con amigos y no con simples conocidos que pueden contar tu vida por ahí(o escribirla en internet).
Uno de mis récords en ese sentido fue un tipo al que sólo conocía de un curso obligatorio que hicimos hace años en el ayuntamiento sobre higiene y salud en el trabajo. Él estaba en al área de jardines arreglando rosales. Yo estaba en la biblioteca orgasmando entre libros y comics(y música y películas pero con el streaming esos soportes ya no me interesan tanto).
Este tipo no paraba de hablar en clase. Cortaba a los profesores de higiene y salud para explicarnos sus experiencias personales, sus críticas, sus inquietudes. Al principio todos sonreíamos y nos hacía gracia. Luego se hizo bastante pesado. Pero creo que no me tocó con él. Yo estaba con mi compañera en ese cursillo que también trabajaba en el ayuntamiento. Ella en el área legal. Aunque nunca nadie supo que estábamos juntos. Bueno, nadie salvo el plasta. Resulta que vivía en el barrio. Al menos desde hacía poco.
Una vez coincidimos con él. Se sorprendió al vernos juntos pero luego dejó de importarle. Era un solipsista. Para él solo existía su mundo. Nosotros sólo éramos creaciones de su imaginación con los que monologar. Y vaya si hablaba. Resulta que su mujer se había separado de él. Nos explicó que estaba destrozado. Que le había dejado porque no tenía trabajo. Que había vuelto a su hijo contra él. No sé, me pareció una historia muy dura y muy íntima. Yo apenas había cruzado un par de palabras con él en el cursillo. Pero el ser ambos del mismo barrio le había animado. Ni en alcohólicos anónimos deben ser tan sinceros como lo fue él conmigo.
Otro día coincidí con él en un restaurante chino. Ahora vivía con su padre y me contó que acababan de denunciar a dicho progenitor porque solía orinar en el jardín y su pene jubilado molestaba a los vecinos.
No van a ganar esta denuncia. Mi padre puede hacer lo que quiera con su pene. Está en su casa. Le envidian el tamaño. Mi padre tiene un trasto enorme.
Se le veía bastante orgulloso del asunto.
Luego me contó que su mujer no le dejaba acercarse a su nuevo piso. Que eso le parecía excesivo. "¿Por qué no me deja acercarme ni a lo que era nuestro hogar?" Yo no quise confesarle mis dudas. Pensé que porque tal vez ella estaba con alguien.
Y además se quedó con un dinero que también era mío. Era una cuenta común. Y bueno, lo cierto es que ella se distanció de mí hace unos diez años. Yo le puse los cuernos y me descubrió. No me dijo nunca nada ni hablamos del tema pero ya nunca volvimos a tener relaciones íntimas(otro Fernando o tal vez sea su fantasma de las navidades futuras). Pero ella ha sido una buena mujer. Hasta ahora. No sé por qué...bueno, sí, porque no trabajo desde hace tiempo. Es eso. Me ha dejado porque las mujeres sólo quieren hombres que trabajen.
Y que no pongan cuernos también ayuda, pensé, pero como siempre paso de juzgar sin conocer a la otra parte.
En otra ocasión me dijo que estaba intentando rehacer su vida con mujeres mediante anuncios en internet pero que la mayoría huía cuando sabían que no tenía trabajo. Se lamentaba de que solo le querían por su nómina. Pero claro, por su inexistente belleza o carisma desde luego que no iba a ser, pensaba yo. Cuando vuelves al mercado tienes que ofrecer algo. Si sólo te ofreces como plasta puede haber mejores ofertas por ahí.
Luego pasó mucho tiempo y una pandemia. Antes tenía miedo de encontrármelo porque me dedicaba más tiempo del necesario, no menos de media hora, a contarme sus cosas pero ahora no. Nos saludamos y noto que se aleja de mí. Como si no quisiera hablar como antes, confesarse. Ya ha superado el dolor del despecho, de lo mal que lo pasó, de la borrachera de dolor que tenía que vomitarme a mí a la cara.
Ahora sólo le queda el pudor de haber hablado más de la cuenta con un casi extraño como yo. Sólo compartíamos el ser del mismo barrio al que había regresado tras una derrota personal muy dura.
Su padre ganó el juicio. Puede seguir mostrando el pene a quién quiera mientras lo haga dentro de su casa. Puede hacer literalmente lo que le salga de la polla en su jardín.
Eso sí se lo pregunté. Porque si tienes tiempo y escuchas un buen rato a un pesado, incluso este te puede contar algo que valga la pena. Y si no, que te haga reír.
Pero las confesiones han pasado. Después de su dolor ha llegado la lucidez. Estoy seguro de que se arrepiente de haberme contado todo aquello. De aquel dolor esta resaca. En forma de vergüenza.
Comentarios
En fin, es lo que hay!
Buen finde
Aún así los motivos últimos que tenga para rehuirme, claro está, sólo los sabe él. Saludos
Como escritor que eres, ya figura en tu universo de personajes :)
A veces vamos tan superados que no filtramos, y claro, cuando viene la calma de la resaca emocional... Y nada peor que abrirnos con un escritor o un poeta.
Como siempre, un gustazo leerte, Sergio.
Abrazo.
A mí también se me acerca bastante gente a contarme sus problemas, de pesadilla. No me importa escuchar los problemas de mi gente cercana, pero lo de los demás... No sé si a toro pasado se arrepiente, pero normalmente vuelven a repetir, así que ten cuidado de que no se te vuelva a pegar. :D
Un abrazo.
Pensé que había que ser hijo de un actor porno para estar orgulloso del tamaño del pene de tu padre, pero ya veo yo que no. En fin.
¿Qué hará cuando por fin tenga trabajo y descubra que aun así nadie lo quiere? ¿A qué le echará la culpa?
Besos.
Creo que la envidia del pene del padre en este individuo está cercana a su fracaso personal como hombre.
Besos