Esperando que llueva para ver si así nos quedamos más en casa
Este es aquel texto ya desfasado que se me quedó colgado cuando me cargué el blog. La sequía no está ya de moda pero lo estará
Una mañana de festivo. Ella y yo nos vamos a desayunar café y sol. Miramos tiendas. Hay festivos que ya no disuaden al comercio. Nos entretenemos con poco. Yo en casa con un libro ya me hubiese quedado más que satisfecho. Pero ella me ha dicho que salgamos. Y tal vez tenga razón. Tengo que entrenar la visión de lejos. O al final hasta los topos se reirán de mí. Enfocar en lontananza, darle un poco de uso al horizonte. Así que hemos salido, ya lo he dicho.
Para darle gusto a ella y a la dichosa visión a distancia nos sentamos en un banco. En un banco y sentados no se puede hacer mucho. Yo ahí cuando estoy solo leo. A veces me ha interrumpido algún anciano jubilado para comentarme sus asuntos. Una vez un tipo extraño que me dio conversación hasta que le dije que tenía mujer y pareció enfadado y se levantó y se fue. Sé que quería algo de mí. Pero nunca averiguaré si por la parte frontal o por retaguardia. Tampoco es que importe. A mi compañera le hizo reír toda la mañana.
En el banco se nos sienta un señor. Nos cuenta algo sobre una hija que no le visita. A mi compañera le apasiona la charla con extraños. Si no la encuentra la busca. Yo cuando la busca me siento como si necesitase una madriguera para esconderme. No busco conversaciones con extraños. Pero ella sí. Dice que la gente te puede enseñar mucho. Yo disiento. Esos encuentros fugaces no te permiten conocer a nadie. La mayoría no pasan de comentarte el tiempo. El tiempo que hace ese día y tú mismo estás experimentando. Nadie te va a confesar de buenas a primeras algo realmente interesante. Algo del tipo "mi mujer me dejó porque tengo el pene muy pequeño y ahora estoy buscando un árbol para suicidarme, en este parque ya lo han hecho varios(lo de los suicidios es cierto, tengo un barrio muy activo en ese sentido de la eutanasia por tu propia mano)". Nadie te viene a contar de buenas a primeras, ya que no satisfacen mi morbo, que tienen una biblioteca de clásicos universales y pasará a contarme los dobles sentidos en la narrativa de Virginia Woolf o a comentar lo bueno que ha sido este año el Nobel con una Annie Ernaux que tiene algunos libros francamente buenos(no todos pero cuando lo hace bien lo hace bien). Lo que comentan habitualmente es reuma, soledad, lugares comunes. En honor a la verdad diré que algunos son como yo y simplemente observan en solitario su destino.
El tipo se levanta cuando se cansa y a mí me ha agotado y a mi compañera le ha entretenido un rato.
Nos quedamos a solas con el parque y la mañana. Así que comentamos el pase de transeúntes. Les inventamos una vida a partir de su apariencia. Creo que esto lo hace todo el mundo en algún momento. Seguro que nos equivocamos mucho pero no importa. Esas vida inventadas me parecen mejores que las otras vidas inventadas de los que se nos sientan a contarnos sus banalidades. Yo las llamo biografías especulativas porque todo el tiempo teorizamos sobre lo que vemos. Ese de allí es virgen crónico, aquella mujer está aburriendo a su marido, mira cómo bosteza el tipo, aquel otro señor junto al columpio es pederasta...
Pero tú te encontraste un tipo muy divertido, se ríe mi compañera, recordando a mi "ligue" masculino de aquella vez.
Y así pasa otra mañana en la que no puedo justificar que me separen de mi biblioteca. Pero algunas biografías especulativas me han hecho reír. De las que he inventado yo y de las que ha inventado ella. El único problema es que se nos sienta otro señor con ganas de charla que sabe que está en el lugar adecuado porque ella, a mi lado, se la va a dar.
Se acaban las biografías especulativas. El tipo nos dice que los hijos no le visitan. Vamos a ser sus hijos adoptivos un rato. Empieza el monólogo pelmazo. Lo que no quita que ente bostezo y bostezo me apiade algo de toda esa soledad acumulada del anciano.
Comentarios
Lo vuestro seguro que tiene un bonito pasado y un tierno futuro.
Bien por vosotros.
Un buen banco a la sombra en pleno verano no tiene precio.
Ver desfilar a miles de personas, tampoco.
Cuando vuelvo a casa valoro muchísimo el no tener que verlas...
Saludos.
ya vine a sentarme aqui
(si este post, es un banco)
Me has hecho tomar conciencia de lo mismo :)
Antes te sentabas en un banco y eras invisible. Solo unos pocos con vista especial te veían y sí, la charla. Es verdad que nadie llega y te cuenta algo interesante.
Los bancos, como observatorio, ya va costando encontrarlos. Desde el confinamiento se han vuelto locutorios. A mí me dan penilla las personas mayores. Yo presto mis oídos. Hay demasiada soledad no buscada y demasiado abandono.
Abrazo, Sergio.
Al final, me guste o no, yo también claudico por educación o por lo que sea a esas charlas. Y admito que cada vez son menos. Como si alguna gente mayor se hubiera rendido a la sordera o el desinterés de los más jóvenes que ellos. O no quieran que los desairen.
Yo pienso seguir con mis bancos de vez en cuando. Incluso estando ahí más expuesto. Un abrazo, Verónica.
Cuando paseo a los perros es otra historia, también es una manera de "hacer sociales" y yo soy como tu pareja, hablo con todo el mundo y me enrollo como una persiana.
Aunque odio a la humanidad...a la hora de la verdad me da pena todo el mundo y siempre tengo oídos y minutos para la soledad ajena...