Los fotógrafos cutres

"El fotógrafo del pánico" la ví de pequeño y creo que era buena. Pero claro, es la crítica de un niño.
Este verano he viajado y he vuelto a encontrarme con los fotógrafos de temporada. Yo mismo he sido uno de ellos durante unos días de viaje ya narrados. Y en mi caso todavía más ya que la cámara digital era prestada. Pero… ¿Es posible salir fuera sin hacer fotografías? A simple vista y en buena parte de los casos turísticos parece que no.
Si paseas por cualquier lugar medianamente histórico de tu ciudad te los encuentras. Turistas haciendo fotografías y generando como una valla invisible que no puedes traspasar si eres mínimamente educado. El fotógrafo apunta a su objetivo (una novia, un amigo, un perro, un monumento, una tapa de alcantarilla…) y entre el objetivo y dicho fotógrafo se sitúa una franja de espacio que durante unos segundos tú, viandante sorprendido, no puedes traspasar. Eso si no eres un poco cabroncete y entonces decides que la calle es pública y atraviesas ese cordón invisible, ese “do not cross” efímero y entonces en una fotografía futura no deseada quedarás inmortalizado de perfil y con una sonrisa maligna mientras no dejas ver lo que el fotógrafo realmente quería captar. A continuación te pueden hacer desaparecer la sonrisa a golpes de mochila pero los turistas no suelen ser gente tan agresiva. Puedes arriesgar y abortar múltiples instantáneas de fotógrafos ocasionales.
Las cámaras digitales con sus muchas megas de memoria y la posibilidad de borrar lo que no te gusta han potenciado la fotografía irrelevante e imbécil. Deben existir millones de escritorios en todo el mundo con un cajón que alberga las fotografías idénticas de múltiples tipos de todas las nacionalidades haciendo el mismo gesto (poner los dedos en V, hacerle orejas de burro al compañero mientras este piensa que el fotógrafo sonríe de pura felicidad y no porque se ríe de él, agarrarse los genitales como si estos no se sostuvieran solos, sacar la lengua… en fin, sobreactuar rutinariamente). Los ejércitos de turistas y su espionaje consentido no suelen ser muy originales. Si las fotografías de moda, vistas unas cuantas, ya comienzan a ser repetitivas… ¿Cómo no lo van a ser las fotografías de cualquiera?
Y luego está la estupidez de lo que a veces se fotografía. Parece ser que fuera del hogar nos puede llamar la atención cualquier cosa. Monumentos cuya historia desconocemos pero bueno, parece un poco diferente. Probablemente en casa pasaremos esa fotografía en cuestión de dos segundos porque nos aburre. También nos puede llamar la atención la gente del lugar y luego veremos su rostro hosco y malhumorado mirando hacia nuestro indiscreto objetivo. O la fauna del lugar que en ocasiones es muy parecida a la de nuestra ciudad pero claro, no es lo mismo una ardilla austríaca que una ardilla madrileña. Mi padre suele odiar mucho las fotografías en las que sólo sale una fachada o una estatua o cualquier monumento y no salimos nosotros. No asume que se hagan fotografías a otra cosa que a las personas conocidas. Parece no entender que ese tipo de fotografías te las puedes hacer en casa y en calzoncillos si quieres y sin necesidad de salir mil kilómetros fuera de tu país.
Fotografiar letreros de tiendas o habitaciones de hotel es otra costumbre curiosa. O el transporte público o los coches de la zona… Todo vale hasta que alguien te dice que la fotografía que acabas de hacer a un camello cuesta dinero.
De todos modos es cierto que cualquier fotografía siempre será mejor en una postal o en un catálogo hecho por profesionales. Las nuestras demuestran nuestro ego y nuestra necesidad de tener nuestro propio punto de vista de lo que hemos visto. También el hecho de que no entendemos de calidad y no vemos la diferencia entre una fotografía dónde se respeta una buena iluminación, un buen encuadre o haber captado el mejor momento de otra que sale borrosa, desenfocada o con medio edificio que queríamos fotografiar mutilado porque “no cabe”.
Los sibaritas de la fotografía que ponen su cámara sobre un caballete y se pasan horas esperando no sé, el instante ideal, nos suelen humillar bastante. Creo que ni siquiera hacen la foto, sólo están para avergonzarnos o darse aires. A mí es que esos caballetes me impresionan bastante. Será porque no sé para qué sirven. ¿Es que no tienen pulso para sostener con firmeza la cámara durante siete horas?
Un inconveniente de esta afición desenfrenada por disparar a todo lo que se mueva es que el primer día puedes hacer doscientas mil quinientas fotografías y el segundo no te queda memoria en las tarjetas para hacer más, tienes que comenzar a borrar lo prescindible. Con lo difícil que es deshacerse de esa fotografía tan bonita que has hecho de una brizna de hierba con un gusano encima…
Y al final del viaje llegas a casa, ves el reportaje y luego te olvidas hasta la siguiente vez. También puedes mostrar a gente que no le interesa los monumentos que has retratado. Si bostezan cuando lleven mil fotografías no les culpes demasiado. Ellos no están obligados a sentir lo que tú. Tal vez por eso no han visitado el país al que tú has ido.
Yo he llegado a la conclusión que desde que ha desaparecido el carrete y tenemos casi barra libre para fotografiarlo todo, ya no nos vamos de vacaciones.
La cámara es el intermediario con el mundo real. No vemos la realidad directamente.
Nos pasamos el viaje detrás de un visor.
Comentarios
A mí no me molestan esos turista fotógrafos. Lo que me molesta y mucho es cuando estás en alguna exposición -ARCO por ejemplo- y delante de cada obra y más si es rara, hay hordas fotografiando y no ves nada. Joder, que se compren algún coleccionable de reproducciones de esos que inundan los quioscos cada nueva temporada.
Yo también espero el otoño.
Tengo una de mis dedos del pie con pelusas antológica. Casi causa un divorcio (el mío).
tengo un hermano de los que tenían cuarto oscuro en los tiempos de la fotografía analógica (me lleva casi dieciséis años) y en que él era estudiante (la hostia) y que hacía diapositivas y que es capaz de pasar siete horas buscando la luz, encuadrando, cambiando el objetivo las veces que haga falta (es normal que lleve un par de cámaras y varios objetivos encima) y etc etc etc
la verdad es que las fotos son maravillosas pero impresiona tanto (tanto) que se quitan las ganas de hacerlas tú
menos mal que el otro es como yo y las hace desenfocadas y casuales (claro que él, como tiene tres hijos, sí las hace)
besos. voy al de arriba
Encuanto a Alan Pauls no le he leído pero estuve a punto de hacerlo hace muy poco. No hace ni un mes fui a verle a una presentación a Barcelona. No me apetecía ver escritores ese día porque estaba quemado de los que siempre dicen lo mismo. Me senté cerca de un señor al que le observaba la nuca y el perfil porque me sonaba de algo y resultó ser Juan Gabriel Vasquez otro famoso escritor aunque en este caso Colombiano. Alan Pauls habló pero muy engreído, muy argentino(siguiendo el tópico que no tenía por qué cumplir tan a rajatabla). Desbordó chulería frente a su entrevistador Rodrigo Fresán(un gran escritor argentino que sí desmiente el tópico del engreimiento). No le leí a continuación porque me surgieron otras cosas. Me caiga mejor o peor a mí lo que me interesa de Alan Pauls es si escribe bien. Y sí, entiendo que te resultase atractivo. Dijo que hizo de actor en no se qué película argentina. Contó algunas anécdotas interesantes pero estuvo más gruñón que otra cosa. Creo que la entrevista está por ahí en video, es de la Casa de América en Barcelona.Ya te digo, hace poco que le ví.
El libro "Las correcciones" sí me ha resultado obra maestra. De principio a fin. De lo mejor que he leído este año. Otra vez.
El que en persona es tanto o más que escrito es Martin Amis. Al menos cuando lo he visto por televisión que a este difícilmente lo veré por España. Saludos.