Preparando el campo de batalla

Harto me tiene Ares
Con ese sol nada podía ir mal. Nuestra estrella tiene alguna vitamina para el optimismo.
J., su novio y yo habíamos quedado para visitar el sindicato. Creo que todos fuimos puntuales así que nos recibimos con sonrisas. Fuimos hasta el local dónde nos asesorarían con leyes y nos armaríamos para la venganza.
Después de hacer, deshacer o perder el tiempo que tardó en llegar el sindicalista con café o té, entramos J. y yo. Su novio se quedó en la cafetería jugando con
Fuimos al despacho sindical.
El tipo era cordial. Mucho más teniendo en cuenta que de los dos, sólo J. estaba afiliada. Le daba tiempo a mirarnos a los dos a los ojos en el transcurso de cada frase. Intentaba infundir confianza y respeto todo el tiempo.
Le mostramos nuestras dolencias. Como un doctor nos sugirió remedios, no panaceas. Nuestras fantasías de mantear, apuñalar o defenestrar al gerente no eran recomendables. Había que centrarse en lo posible. El “superyo” debía controlar al “ello”. La venganza ofrece hoy caminos más civilizados que en los tiempos del Conde de Montecristo.
Yo tenía el convenio en la mano. El tipo en su pantalla del ordenador. A veces era yo quién le sugería tal o cual punto para que lo mirase el sindicalista. El conocimiento ya estaba en mí de una manera socrática (en mí y en el convenio subrayado hasta la demencia por mi compañera) pero al hablarlo con el experto… no sé, como que afloraban nuevas ideas (House necesita un equipo de médicos para acabar dando él con la solución a pesar de todo). Mientras conversaba con aquel amable hombre se me ocurrían improvisadas ideas que me armaban de confianza.
Fuimos anotando todo aquello que pudiera amargar o perjudicar más a nuestro jefe.
Descubrimos que sólo te pueden hacer “moving” si te dejas. Conociendo las leyes en plan Michael Moore un empleado también puede devolverle ese “moving” al superior. David y Goliath comenzaba a ser el único mito verosímil entre esas paredes. Y nuestro jefe ni siquiera es un gigante.
Salimos satisfechos al sol que nos alimentaba la felicidad.
J. estaba contenta. Yo tampoco me sentía mal. No se había presentado ninguna batalla, no se había ganado nada ni se había dicho algo… pero ahora éramos más sabios. Sabíamos que la información no está para brillar o destacar más en una reunión de amigos jugando al Trivial o a quién sabe más. La información, por encima de todo, es un arma contra el prójimo, casi siempre hostil en el mundo laboral.
Aunque para hostiles mis cojones cuando se indignan.
Comentarios
Saludos y a protegerse con una buena armadura.
Pero he disfrutado mucho leyéndote;)...que lo sepas...que ha sido todo un deleite:)
Un beso grande:)
p.d: seguiré leyéndote:)